lunes, 28 de noviembre de 2016

Viajando al Este

El lunes no nos levantamos tan temprano como habíamos planeado y perdimos la ocasión de viajar directamente en guagua hasta Sashemene, por lo que tuvimos que esperar a coger otra que nos llevara a Sodo (45B.), una "ciudad cruce" a medio camino, y desde allí un MiniBus hasta Hawasa (50B.), nuestro siguiente destino. Algo más de 8h. en total que se nos hizo pesado, porque hasta ese momento nunca habíamos estado mucho tiempo en las estaciones esperando transporte.
Al llegar a Hawassa no teníamos claro en que lugar hospedarnos así que Noelia se quedó en la estación con las mochilas mientras yo iba en busca de un hotel. 
No fue complicado encontrar uno con disponibilidad de habitación, el hotel Hawasa Lewi (250B.), cerca de la estación de guaguas nos resultó bastante apropiado, así que dejamos las mochilas y salimos en busca de aventuras por sus calles.
La avenida principal está llena de puestos de frutas donde se puede tomar sabrosos zumos de fruta natural (el de aguacate es espectacular!, y no menos el de papaya) y la cantidad de terrazas que hay da una idea de lo vibrante a primera vista que puede ser esta ciudad.
Pero antes de perdernos queríamos tener en mano los billetes de avión desde Harar hasta Aksum porque queríamos estar unos días antes del 30 de noviembre que es cuando se celebra la festividad de Sta. María de Zion, un acontecimiento que concentra a miles de peregrinos de todo el país, y no queríamos perder la oportunidad de estar allí. Así pues nos dirigimos a la oficina de Ethiopian Airlines que se encuentra cerca del hotel. Como hemos entrado al país con esta compañía "lo gratifican" ofreciendo los vuelos internos más baratos ya que los extranjeros pagan el doble que los locales por los mismos trayectos. Sin embargo, no tuvimos suerte de poder cuadrar las fechas. Desde Dire Dawa, la ciudad más próxima con aeropuerto a Harar, hay que volar primeramente a Addis Abeba y desde allí a Aksum, pero llevaban semanas vendidos todos los del segundo trayecto, por lo que tuvimos que comprar uno desde Addis Abeba a Mekele y desde allí ir en guagua a Aksum. Bueno, por lo menos podíamos estar a seguro que estaríamos en las fiestas aunque costando un poco más de esfuerzo y tiempo llegar.
Hawassa, también conocida como Awasa o Awassa, es una ciudad a 275kms. al Sur de Addis Abeba, a 1.665mts. sobre el nivel del mar situada a orillas del lago Hawasa. De clima agradable, comentan los vecinos que ha tenido un muy rápido crecimiento. Lo que era hasta hace poco una pequeña ciudad agrícola, se ha convertido en una potencia económica y turística –principalmente local- con numerosos centros comerciales con pequeñas tiendas, enormes hoteles y restaurantes que se esparcen por toda la ciudad. Tiene una población de aprox. 150.000 personas de 50 diferentes grupos étnicos como AmharaGurge, Hadya, KambataSidamaOromo, Tigray y Wolayta.
En el centro de la ciudad destaca por su tamaño y por su cúpula color oro la iglesia Ortodoxa San Gabriel en cuyo interior se encuentran hermosos murales de colores.
Algunas otras confesiones cristianas están también representadas en Hawassa como las iglesias protestantes, católicas, evangélicas y pentecostales, mientras que hay muchos musulmanes que se reúnen para orar en las diversas mezquitas.
Es la ciudad más grande del Rift etíope, pero no es agobiante aunque durante el día haya bastante tráfico debido a los miles de Bajajis que circulan por estas calles. Sin embargo al atardecer se convierte en una ciudad agradable, animada y colorida con mucha gente paseando. La avenida principal adornada con altas palmeras se llenan de estudiantes de la universidad cercana, de vendedores callejeros y limpiabotas a mansalva. Aquí muchos se dedican a hacer negocio con lo que pueden.
La avenida que atraviesa el centro acaba en el dique del lago Hawassa, donde se puede alquilar un bote de remos o lancha a motor para observar las puestas de sol o visitar algunos hipopótamos que habitan no muy lejos de allí.
Debido a una inundación que tuvo lugar algunos años atrás fue construido un dique para proteger de más daños a las edificaciones cercanas y se creó un sendero de pocos kilómetros a lo largo del lago en el cual se puede observar las aves acuáticas que aquí habitan, como los Martines pescadores, los Marabúy los Pelícanos. Al atardecer es un lugar de encuentro muy popular para la gente joven y siempre está animadísimo ya que vienen a ver las puestas de sol que son sencillamente encomiables, como así nos sucedió.
En esta parte del lago se encuentran restaurantes tipo chozas donde se puede degustar pescado frito (>60B.), comida local y disfrutar de la música.
El lago Hawassa es el más pequeño de los lagos del Valle del Rift, con una superficie de 9.000 hectáreas, se ha formado en un antiguo cráter volcánico, rodeado por colinas, su agua es saludable y está llena de peces, pero también es el hogar de varios grupos de hipopótamos tanto cerca del Parque Amora Bedel donde se encuentra el Mercado del Pescado (algo más al Sur-Oeste) y el Parque Tikur Woha (al Norte). Para la observación de las diferentes especies de aves  es necesario el alquiler de embarcaciones que se lleva a cabo en el muelle del dique, en el hotel Lewi Resort, o en el Parque Amora Bedel
La población local que no tiene agua en casa la utiliza para lavarse allí mismo.
Un poco más al Sur del dique, se encuentra el Mercado del Pescado (Asa Gebeya), un característico mercado con chozas donde preparan principalmente pescado frito y sopa de pescado fresco. Todas las mañanas llegan los pescadores con sus botes de madera repletos de tilapia, peces gato y otros peces que dan testimonio de la riqueza de estas aguas. Los llevan a la lonja y ahí mismo lo cortan en filete para venderlo.
La larga fila de barcos apostados en la orilla llenas de redes junto a la enorme cantidad de pelícanos que allí se apostan ofrece una hermosa visión que choca con la suciedad que rodea todo el entorno. Las cabras y las ovejas errantes pastando es también un fenómeno en el lugar. Los restos del pescado son lanzados a la orilla y los pelícanos y otras aves se encargan de alimentarse de ellos.
No es necesario pagar nada para visitar el mercado. Incluso se puede acceder atravesando por algunos agujeros de una barrera de maderos al parque adyacente, bajo el monte Debre Tabor -desde su cima hay hermosas vistas sobre el lago- para observar algunos hipopótamos que suelen estar dentro del agua por esa zona.
El siguiente día lo empleamos para visitar el mercado y la ciudad de Sashemene, cuna del rastafarismo etíope. Era martes y observamos algo de movimiento pero no tanto como los lunes y jueves que dicen que el mercado de Hawassa se transforma en un colorido pero polvoriento mercado. Aquí se puede comprar casi cualquier cosa: muchas verduras y frutas variadas, especias, frijoles, diferentes tipos de granos, mantequilla, ropa nueva y usada, zapatos, ollas, sartenes, calderos y cachivaches chinos, carbón, leña y una zona para el ganado, destacando especialmente los puestos de cerámica, cestas y bolsas de mimbre, y vestidos tradicionales.  
Tras la visita, por la tarde nos dirigimos en MiniBús a Shashemene (10B.), a 15kms. al Norte de Hawassa, un importante cruce de carreteras, donde se encuentra esta desordenada y ruidosa ciudad, con una elevación de 1.700mts. y una población de aprox. 125.000 habitantes. Nuestro único interés aquí es visitar a la comunidad rastafari instalada en unos terrenos donados en 1948 por el emperador Haile Selasie I a toda la diáspora africana (antiguos esclavos y activistas de los derechos de los negros en las Américasque quisiera volver a África, en agradecimiento al apoyo recibido por la lucha contra las tropas italianas (1935-41).
Aunque nos costó bastante hacernos entender con los conductores de bajajis al decirles que queríamos ir al templo rastafari "Shashemene Nyabinghi", (al igual que lo complicado que nos está costando hasta el momento hacernos entender al decir los nombres de las comidas locales que queremos comer), pudimos subirnos a uno que nos dejó en eJamaican Safar (barrio jamaicano en Amharic), uno de los barrios de Shasha, como ellos lo llaman, justamente en el Museo Black Lion -dedicado a la historia de los primeros pobladores jamaicanos que se asentaron en esta parte del país, pero que se encuentra cerrado desde 2015 tras el fallecimiento del líder de la comunidad que lo estableció-. Nada más bajar se nos acercaron varios jóvenes para ofrecerse de guías pero le dijimos que no era necesario. En seguida nos dejaron, y me extrañó mucho porque este barrio y parte de su gente (los rastafaris) tienen muy malos comentarios entre los viajeros que lo han visitado.
Nos sentamos en una cafetería para observar el movimiento de los habitantes de Shashamane pero no vimos nada diferente que no fuera la normal marcha de un pueblo etíope, nada de rastafaris, ni la vida en esta zona  gira en torno al reggae, así que decidimos caminar por las callejuelas a ver si nos encontrábamos con algunas sorpresas. 
Lamentablemente no pudimos ver mucho porque todas las viviendas están detrás de altos muros, solo accesibles por una pequeña entrada. Visitamos su templo circular Shashemene Nyabinghi, aún en construcción, asociado con la comunidad Shashemene Nyabinghi pertenecientes a las sectas mas antiguas, llamada así después de que una reina y líder espiritual de Uganda incitara a la famosa rebelión contra los colonos británicos.
Los Nyabinghis se adhieren al pensamiento de la no-violencia y el vegetarianismo, incidiendo en su creencia de que solo Jah (dios-padre) tiene el derecho de quitar la vida o destruir, y ellos también claman que Haile Selassie está aún vivo en un lugar secreto de Etiopia.
En su pequeño museo donde se puede observar interesantes artefactos, incluyendo unos tambores nyabinghis, hay pinturas, fotos, escritos, frases y un sin fin de motivos recordatorios del emperador al igual de pinturas y fotos de Bob Marley, líder también de los rastafaris del mundo. En 1978 Bob Marley también tuvo la oportunidad de visitar Shashamane pero el gobierno marxista de Mengistu Haile Mariam no le permitió estar más de una semana.
No se paga entrada pero piden una donación por la visita y otra por las explicaciones. Cuando le pregunté porque no se escucha música reggae, ni siquiera en el templo, nos respondieron que el reggae es parte de la cultura de "Babilonia" (se refería a cualquier forma de vida relacionada con la modernidad, al capitalismo y al comunismo, oponentes por antonomasia a la vida espiritual que promueven los rastafarisy que sólo el Nyahbinghi es música. 
Las 500 hectáreas iniciales cedidas por Haile Selassie I, el último emperador, fueron confiscadas y nacionalizadas cuando el gobierno de Mengistu derrocó al emperador en 1974. Y a pesar de que muchos decidieron volver a Jamaica o Estados Unidos, otros repatriados se quedaron. Pero la vida ha resultado difícil en la tierra prometida y hoy en día muchos rastas conviven con el resto de etíopes con los pasaportes caducados sin ser reconocidos como etíopes (o Habesha), sin el derecho al trabajo o a tener una educación adecuada a pesar de hablar y escribir perfectamente el Amharic, la lengua nacional. 
Quieren ser identificados no como jamaicanos, sino etíopes rastafaris. Los niños nacidos aquí están clasificados como apátridas, no les permiten su identificación ni de Etiopía ni de los países que vienen sus padres, así que se encuentran en un limbo. A pesar de los problemas de la comunidad algunos de rastafaris continúan siendo repatriados desde todo el mundo a este país. Aunque son optimistas sobre el futuro de la comunidad ellos dicen que “el reino de los rastafaris sobrevivirá para siempre, porque el futuro les pertenece solamente a ellos, y continuarán luchando por sus derechos”. Aquí se reúnen comunidades rastafaris locales y extranjeras, se estima que aproximadamente 1.000 viven en Etiopia, y dicen que están aquí para quedarse.
Al atardecer, de vuelta al lago Hawassa, apenas pudimos disfrutar nuevamente de la puesta de sol porque comenzó a llover. Caminamos un poco por el sendero del lago y terminamos cenando nuevamente en otra cabaña-restaurante “pescaito frito”.
De vuelta al hotel entramos en una terraza donde había música y gente bailando. Estaba llena y nos tuvimos que situar en una de las barras. Bailamos con ellos, bebimos cervezas y pasamos una agradable velada al ritmo de la música etíope.

Al siguiente día temprano acudimos a la estación de guagua para dirigirnos hasta Adama (80B.) otro importante cruce de carreteras para continuar nuestra ruta hacia el Este, dirección Harar. Esta vez tuvimos que esperar casi dos horas que se llenara. 

La carretera dirección Norte que pasa entre los lagos Shalla, Langano, Abijata y Ziwai está en buenas condiciones hasta el pequeño poblado Mojo, importante bifurcación con la carretera del Este que llega hasta la frontera somalí. La guagua nos dejó junto a otra en Adama, pasamos rápidamente las mochilas y continuamos el trayecto hasta Awash SabaComo aún quedaban siete horas de carretera para llegar a Harar, nuestro próximo destino, decidimos quedarnos en este pueblo de carretera para hacer noche. Tras examinar varios hoteles nos hospedamos en el hotel Meridian (200B.), al borde de la carretera. 
Con una elevación de 900mts. y una población aprox. de 18.000 habitantes, se encuentra a 215kms. de Addis Abeba. Se trata más bien de un polvoriento pueblo de carretera donde paran una gran cantidad de camiones para ser reparados pues allí hay muchos talleres instalados para tal efecto. Esta carretera bifurca con la que va dirección Noreste hacia el puerto de Djibouti, pulmón de la economía de Etiopía por tener acceso al mar. Todas las ciudades y pueblos a lo largo de esta ruta (Awash Arba, Gewane, Mille, Logia, Serbo…) son paso de enormes camiones de mercancías y están todas desprovistas de encanto.
Turísticamente Awash destaca por ser lugar cercano al primer parque legalmente abierto en el país, el Parque Nacional Awash, creado en 1966 con el asesoramiento de la UNESCO, que situado en el valle Kudu, abarca 756km2 y atraviesa el territorio de tres principales grupos étnicos nómadas: los Afar, Itou y Kereyou. Allí se encuentra el volcán Fantalle que se eleva a más de 2.000mts.. Destaca un gran número y variedad de especies salvajes, como de aves endémicas.  
El hotel tiene una terraza frente al restaurante muy apropiada para tomarse unas cervezas alejado del bullicio que se monta en la carretera, porque la mayoría de los locales de comida y cafeterías al anochecer se vuelve un sutil putiferio. Luces rojas, música de ambiente y chicas sentadas esperando negociar. Hicimos un breve paseo tras la cena por la carretera hasta que se acabaron las casas y regresamos al hotel. Nada que ver y mucho frío. Al día siguiente nos esperaba otro largo recorrido en guagua.

Por la mañana temprano nada más salir del hotel coincidimos con un Minibus que decía dirigirse directamente a Harar. Solo faltaban dos pasajeros para partir y parecía que estaba predestinado para nosotros. Vaya suerte, pensamos. Sin dudarlo pusimos nuestras mochilas en la vaca y subimos. La primera vez que me tocaba un asiento delantero!. Y la primera vez que nos gozamos una velocidad tan endiablada. Cada curva que cogíamos, una gota de sudor que me caía!. Sin duda alguna el chófer estaba "colocado", posiblemente de Khat, la planta narcótica preferida por los etíopes.
A pocos kilómetros cruzamos el río Awash, todavía visible a la derecha del puente viejo ferroviario que cruza magníficas gargantas. Un nuevo puente es parte de la construcción del proyecto de la nueva línea ferrocarril entre Addis Abeba y Djibuti que entrará en funcionamiento posiblemente el próximo año.
La carretera sigue el antiguo trazado del ferrocarril a su derecha, pasamos los pueblos de carretera Asebot y Mieso, -a 20 kilómetros de este último hay un famoso enclave monástico que alberga las iglesias de San Samuel y la Trinidad, sobre la cumbre de la montaña con vistas a la depresión de Afar- y los bosques de la Reserva Forestal Dindin.
Esta carretera que continúa dirección Este conduce a los límites de las fronteras de Somalia y Djibouti.
Cerca del cruce con Abse Teferi, a mitad de camino nos hacen bajar para que subamos a otro Minibus que también dicen van a Harar. ¿Entonces?, al que subimos primeramente… ¿donde iba? Pues hasta donde los pasajeros lleguen. Continuar con el vehículo con pocos pasajeros no es negocio para el chófer, así que traspasa los pocos que quedan a otro vehículo que vaya en esa dirección. Cuando esto sucedió el nuevo transporte estaba vacío así que durante más de treinta minutos estuvimos esperando que fueran apareciendo. Aprovechamos para desayunar en uno de los puestos instalados al borde de la carretera. Alguien nos invitó, no sabemos si por buen rollo o porque comprendió nuestra situación. Concluido, tan sólo éramos 8 por lo que subimos al vehículo y comenzamos a dar varias vueltas en busca de más pasajeros, para continuar la ruta prevista.
Mientras avanzábamos poco a poco nos aparecía un paisaje desierto donde la vegetación va decrececiendo hasta convertirse casi inexistente, con la excepción de unos pocos oasis verdes.
Se ven pasar constantemente camiones cargados de mercancías que vienen de la frontera de Djibouti.
La carretera avanza entre curvas y crestas, a través de montañas de magníficos contornos, pequeños pueblos de casas de adobe y alguna de piedra con techos corrugados y de  apacible actividad, mercados vacíos porque no era su día principal y algún que otro con bastante actividad,  y la oportunidad de gozarnos hermosos paisajes sobre la pendiente del valle del Rift, donde aparecen rebaños de camellos y alguna que otra caravana de burros cargados a tope. Atravesamos los lagos Adele y Alemaya, contemplamos las fértiles tierras donde se cultiva uno de los mejores granos de café del mundo y las laderas circundantes con enormes plantaciones de khat, las famosas hojas narcóticas que tanto mastican los etíopes.
Dejamos el cruce de Dire Dawa a la izquierda y nos adentramos en la parte más musulmana del Etiopía, entrecortada por profundas gargantas y una gran meseta rodeada por desierto y sabana, hasta llegar definitivamente a Harar, la ciudad amurallada (Harrar Jugal), o ciudad independiente.
Concluimos en su convulsiva estación de guaguas, a pocos metros entre la Puerta de Harar y la Puerta Shewa, donde un tumulto de gente se movía buscando el transporte correspondiente.
Nos encontramos a 526kms. de Addis Abeba, con una elevación de 1.856mts. y una población de aprox. 160.000 habitantes. Esta ciudad es conocida como la cuarta ciudad más santa del Islam y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hospedarse en una casa tradicional harari en el corazón de la ciudad vieja entre muros es casi un deber para los foráneos. Nuevamente, para facilitarme la búsqueda entre el enjambre de callejuelas, Noelia se quedó con las mochilas.
No fue sencillo al principio, pero gracias a los vecinos que me vieron algo perdido me indicaron la dirección exacta del hostal Zubayda Waber (400B.) donde nos queríamos quedar estos tres días que hemos pasado aquí.
Esta "casa de huéspedes", a pocos metros de la Puerta de Shewa lo lleva tres ancianas de muy poca amabilidad, tiene un patio interior con cinco habitaciones, un baño-ducha, un lavabo y una solana. En el piso alto, al menos, otra habitación. Tres de ellas se alquila al turista por 400B. y otra por 500B. por ser la única que tiene baño interior (precios exorbitantes para lo que realmente son). Me ofrecieron la última habitación rústica que tenían libre con dos camas pero sin baño.
Sólo una de las tres habitaciones tiene acceso directo a un cuarto de baño con bañera. Tienen una habitación completamente decoradas con alfombras, cojines, cestos y cuadros de pinturas tradicionales, donde preparan todos los días el desayuno, que está incluido en el precio de la habitación, de té o café, miel local, mermelada, empanada tradicional Harare y tortilla, para el primero que se levante.
En esta ciudad también se puede encontrar otro tipo de casa tradicional, la llamada “casa india” construidas por los mercaderes venidos a Harar después de 1887, una construcción rectangular simple con dos plantas y una veranda con vista a la calle o al patio. Esta forma arquitectónica única en Etiopía es típica, característica y original, y su disposición doméstica es diferente a la que generalmente se pueden encontrar en los países musulmanes.
De los tres días que nos quedamos, dos llovió. Lo primero que hicimos una vez instalados fue dar un primer paseo por ciudad vieja, observando las disposiciones de las calles y los puntos de interés. No nos ha hecho falta ningún guía, con un mapa en condiciones todo es muy sencillo de encontrar. Perderse no es un problema ya que todas las calles van a dar a los muros que la rodean, o hacia el centro.
El laberinto de callejuelas empedradas (368 para ser más exacto), casas pintadas de llamativos colores -aprox. 2.000 casas tradicionales harari-, cerca de 90 mezquitas -dos de ellas levantadas en el siglo X-,  minaretes, más de un centenar de santuarios y tumbas, animados mercados al aire libre donde acuden las mujeres luciendo sus coloridos trajes y una fascinante arquitectura que recuerdan su pasado histórico es una muy diferente manera de vivir en sociedad hasta lo que ahora hemos visto. Aquí el Islam se entremezcla con el cristianismo sin problema alguno.
Los muros de hasta 5mts. de altura que circundan los 3,5kms. de perímetro de esta ciudad sagrada musulmana fueron construidos entre los s.XIII y XVI como medida defensiva. Dispone de 6 puertas de entrada (beri), de las cuales cinco son originales del s.XVI. Por ellas entraban las caravanas venidas de infinidad de lugares trayendo oro, marfil, tabaco, mijo, café, azafrán, miel y otros productos, incluso esclavos capturados. 
Varios mercados dan una imponente vida a Harar. Las culturas árabe y asiática se han unido desde siempre en este punto de África en sus bulliciosos mercados donde se ha negociado desde hace más de 1.000 años con ganado, incienso (etan), café, albahaca, todo tipo de cestas, cazuelas de barro y el Khat, las hojas estimulantes preferidas de los etíopes que aquí está considerada de las mejores del país aunque es muy adictiva. Esta es una ciudad entregada a la hoja narcótica. Originalmente consumido por musulmanes, que vieron en esta eufórica planta un apoyo para la oración, está generalizada en todos los estratos de población, desde los vendedores, sastres, joyeros, herreros, taxistas, policías..., todos trabajan con un montoncito de hojas que guardan en una bolsa de plástico, que van consumiendo poco a poco. Masticar sus tallos es legal en la mayor parte de África oriental y en la península arábigaExportan una gran parte de la producción a Djibouti, Somalia, Yemen e incluso a algunos países europeos donde la demanda está en crecimiento (Gran Bretaña y País de Gales). Sólo regiones muy ortodoxas como Tigri Gondar, han prohibido el uso de esta planta considerada perturbadora.
Su cultivo y el comercio, ha suplantando poco a poco al del caféLos estudiantes lo mascan en tiempos de exámenes, los chóferes para conducir -muchos de ellos a velocidades como poseídos- y una gran cantidad de trabajadores para disminuir el dolor del esfuerzo. También es utilizada como entretenimiento. 
Los hararis son conocidos también por la calidad de su artesanía, especialmente el tejido, la cestería y la encuadernación. A diario llegan a la ciudad campesinos de la etnia oromo con sus asnos cargados de maderos, caña de azúcar, tubérculos y todo tipos de bienes traídos de contrabando desde la vecina Somalia.
Paseamos por el exterior de los muros que rodean la ciudad, una buena oportunidad de observar algunos aspectos interesantes de esta ciudad. Fuera se encuentran algunas tumbas de santos sufíes calificados como bellos edificios de sencilla de construcción. Entre las más de cien tumbas destacan la del emir Nur, que tiene una preciosa cúpula pintada de color verde turquesa y un espacio para compartir el chat; la de Said Ali Hamdogn, un santo sufí del s.XII y la del jeque Abadir, uno de los predicadores del Islam más importantes de la región.
Estos santuarios reciben visitantes de todos los lugares buscando soluciones para sus problemas y enfermedades. Traen alfombras y madera de sándalo como regalos. Las tumbas son centros de peregrinaje para aquellos que no se pueden permitir viajar a La Meca al menos una vez en su vida..
El viejo mercado cristiano situado junto a la Puerta Shewa discurre desordenado entre intensos olores y puestos de incienso, especies, raíces, trozos leña..., es usado también para tomar café en su forma más ceremonial. Cerca, se recicla los trastos inservibles y la chatarra en mil utensilios útiles: barbacoas, cofres, baúles, muebles.... 
Los puestos abiertos a la calle principal ofrecen desde aparatos eléctricos y musicales (la mayoría traídos de contrabando desde Somalia)  hasta trajes tradicionales. Y varios pequeños centros comerciales desde una amplia gama de móviles a restauración. Por las calles que discurren junto a los muros se encuentran numerosas tiendas con un gran ajetreo diario de compradores venidos de todas partes.
La puerta principal de entrada Puerta Harar (o Duke Beri) da acceso de Oeste a Este hasta la Puerta Erer (Argob Beri), es junto a la Puerta Shewa (o Asmaddin Beri) las principales calles con posibilidad de circulación de vehículos. Las tiendas, cafeteríay los edificios importantes, se encuentran en la calle que atraviesa la Puerta Harar.
El gran mercado o Gidir Megala , a veces referido como mercado islámico se encuentra en el cruce de los principales callejones del interior, y es quizás uno de los mercados más animados del país. Pero su característica más conocida es la manera que las águilas allí esperan ser alimentadas. Los carniceros se ahorran tirar los restos a la basura. Los lanzan a la calle y estas aves como locas saltan a pillarlos. Incluso se puede ofrecer con la mano, que con perfecta habilidad lo cogen al vuelo.
Junto a la gran mezquita al-Jami, en el corazón de la ciudad vieja se puede comprar el famoso café Harar (150B. el kilo). Este café de fuerte sabor es mundialmente conocido por ser uno de los mejores.
El siguiente día amaneció lloviendo por lo que apenas pudimos hacer nada por lo que lo dedicamos a lavar la ropa. Sorprendentemente apenas quedaba agua en la vivienda. Para el precio que pagan los turistas por estas habitaciones todo deja mucho que desear.
A diario los mendigos se acercan a la casa a pedir limosnas. Como es preceptivo en el Islam, a los desfavorecidos hay que ayudarlos cuando lo piden. Y más sorpresa, apenas les daban a cada uno una moneda casi sin valor. Con lo que ganan las viejas estas!!
A media mañana, poco antes de salir a pasear, nos pidieron que cambiáramos de habitación por la de al lado, con baño pero más pequeña y con una cama, por el mismo precio que habíamos pagado, porque llegó una pareja con un niño chico y les interesaba hospedarlos en nuestra habitación que tiene dos camas. No nos importó pero tuvimos que pasar todo de una a otra.
En ese momento la lluvia era mas suave por lo que decidimos salir a pasear bajo el paraguas. Incluso muy  mojada esta ciudad es extraordinaria. Perderse por sus callejuelas entre tantas casas que derrochan vivos colores, sus antiguas edificaciones, su mercado que desprende mil aromas, su gente… es la razón de venir hasta aquí.
Sin embargo, la ciudad nueva que se encuentra fuera de la muralla no tiene nada de especial. Las calles son anchas, hay muchos edificios “de cristal” que desvirtúan el encanto de HararLa avenida principal, que la están ampliando en la distancia, conduce a la plaza Feres Magala donde se encuentra la iglesia ortodoxa  Medhane Alem (Salvador del Mundo), construida en tiempos del emperador Menelik en el lugar que ocupaba la antigua mezquita de los egipcios. Poco hay que ver ahí fuera.
La segunda mañana nuevamente nos sorprenden las rancias diciéndonos que debíamos abandonar la habitación porque venían otros clientes que se iban a quedar varios días porque tenían reserva desde hacía un mes (?). No lo podíamos creer. Ni la creímos, pero prefería otros turistas que venían por unos días más!!. Pues éste es el negocio que hacen estas mujeres. Además de unos precios por habitación impropios, tienen muy poca consideración y mucho desprecio a los clientes. Bisnosas!!
El cabreo no nos lo quitaba nadie. Ni los turistas que se quedaban en las otras habitaciones entendían la situación. Tuvimos que abandonar el hostal y buscar otro, bajo la lluvia, para esa última noche que íbamos a pasar en Harar.
Noelia fue más audaz y en vez de pagar 800B. por las dos noches como habíamos acordado le dio 600B. por su falta de palabra, muy a pesar de la vieja que la dejó hablando sola.
Por medio de un familiar conseguimos habitación en el hostal Zahida, cerca de la Puerta Erer, justo en el otro extremo de la ciudad. Evidentemente con el cabreo que teníamos ofrecimos 300B. (sin desayuno) si les interesaban que nos quedásemos esa noche. Aceptaron.
Aún así 300B. por dormir en esas casas seguimos pensando que es un disparate pues no los valen. Si ese dinero fuera a la comunidad no nos importaría, pero es que se lo queda la familia. Las habitaciones son viejas, están muy deterioradas y el servicio que dan a cambio es mísero. De cualquier manera los hoteles económicos fuera de la vieja ciudad tampoco son atrayentes.
Lo simpático fue oír a nuestros vecinos cuando los encontramos en el mercado que los turistas que se iban a quedar en nuestra habitación al final no quisieron quedarse y se marcharon a otro hostal!!. Sacamos cuentas y por egoístas dejaron de ganar en un solo día 700B.!! (los 500B. de la habitación y los 200B. que no le dimos).
En los muros que rodean la ciudad aún quedan algunos agujeros en la parte baja lo suficientemente grande para que pasaran hace años las hienas que han habitado desde siempre por los alrededores, consideradas durante mucho tiempo los verdaderos carroñeros nocturnos de la ciudad. Dicen que era una invitación que les hacían para que pasaran a la ciudad a alimentarse y no atacasen el ganado. Pero desde 1950 las están alimentando en el exterior de la ciudad vieja en varios puntos diferentes.
Al atardecer, junto a otra viajera fuimos a ver ese acontecimiento tan característico de Harar, cuando la noche comienza a caer -después de la última llamada a la oración-. Alquilamos entre los tres un bajaji (200B.) y acudimos a un punto no identificado saliendo por la puerta norte (Puerta Felana). No muy alejado, en uno de los tantos barrios, un grupo de vecinos apostados en un muro esperaban la aparición de los turistas para ofrecer el negocio al que se dedican: dar de comer a las hienas los desperdicios de las carnicerías con un palo. Por 100B. por curioso ofrecen incluso la oportunidad de darles personalmente de comer.

Ante la llamada del hombre, el animal en cuestión se acerca con prudencia y coge el trozo de carne que le entrega enganchado en un palo o, a veces, hasta de su propia boca. Otras hienas
vienen a tomar parte en el festín, en un concierto de huesos rotos!. Este espectáculo es sin duda alguna intimidante pues se puede apreciar el poder de la potente mandíbula de estos depredadores que pueden llegar a  pesar hasta 80kgs.. Las linternas o las luces del bajaji ilumina tenuemente la continua interacción bestia y hombre.
Esta costumbre ha sido parte de las tantas supersticiones de esta ciudad. Una leyenda relata que durante una hambruna particularmente tenaz que afligía a la ciudad los habitantes temían que sus animales fueran presas de las hienas. Para conservar la armonía un hombre, inspirado por dios, hizo un pacto para mantenerlas fuera de la ciudad: ellos las alimentan y ellas nos atacan. Pero hoy día es un espectáculo rancio más para los turistas.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Viajando hacia el Sur (II)

El trayecto desde Konso hasta Jinka en MiniBus (3h./140B.) se nos hizo bastante ameno ya que el heterogéneo paisaje recreaba generosamente la vista. En medio tanta belleza africana y su exotismo, nos recreábamos a cada paso por diferentes tipos de poblados, por como vive la gente con pocos recursos aquí, por sus viviendas hechas de multitud de ramas, tierra o estiércol con el techo cubierto con paja u hojas secas de bananos. En todas las aldeas son las mujeres las que mantienen el control del hogar ya que ellos consideran vergonzoso realizar esa acción así que los hombres sólo se dedican a la actividad ganadera. Para lavar la ropa y coger agua, la gente va al río más cercano. Es bueno que el río esté cerca. En él también se hace vida social. Se lavan de cuclillas, desnudos o escondidos detrás de una roca. 
Pasamos plantaciones de bananos (ensete), gente trabajando en pequeñas parcelas, aventando el grano o desgranando el maíz, bueyes girando sobre montañas de teff separando el grano de la paja, colmenas colgando de los árboles… incluso algunas bandadas de primates. Parece que en esta región no hay concepto del tiempo, y nadie está apresurado por nada. Vale la pena quedarse en cualquier zona poblada y disfrutar del ambiente.
Las carreteras a menudo se bloquean por camiones accidentados, por rebaños de vacas, cabras o mulas, por el lento tráfico de enormes camiones con remolques… Los vendedores, a un lado de la vía, junto a su aldea hacen señas para que los vehículos se detengan y compren sus productos. Se acercan veloces a ofrecer sus existencias: bananas, coles, manices, hojas de teff…. En ocasiones, los más pequeños rodean inmediatamente el MiniBus pidiendo comida o dinero. Y tan pronto como se abre la puerta o alguna ventanilla introducen el brazo diciendo «Por favor, dame comida. I love you! ».…
Los Ari es el grupo étnico mas numeroso en el sur del Omo (aprox. 100.000 miembros), habitan principalmente en la frontera norte del Parque Nacional Mago ocupando un amplio territorio entre Konso y la carretera que lleva a Jinka
Poseen grandes cantidades de ganado y son recolectores de miel que, normalmente, usan como moneda de cambio, complementando así sus fuentes de ingresos. En tiempos de abundante lluvia cultivan cereales, sorgo, mijo, teff, café, khat, frutas y verduras
Considerados trabajadores laboriosos y buenos comerciantes, son menos dado a los atributos decorativos tan popular entre los otros grupos étnicos, ya que lo consideran futiles, aunque algunos tengan la costumbre de pintar sus chozas. Como los Dorze, sacan mucho partido del falso banano “ensete” del cual, de entre otras cosas, elaboran las faldas que lucen las mujeres Ari.
Cuando nos detuvimos unos instantes en Key Afer, casi a mitad de camino, en seguida se acercaron varios jóvenes ofreciéndose como guías. Nos decían que ese día había mercado pero sabíamos que no era su día grande, por lo tanto poca gente asistiría a él. Son los habituales de la zona, los que se buscan la vida enseñando el mercado y los alrededores a los extranjeros.
Los controles policiales al paso de cada pueblo grande hacían detenernos e identificarnos. Aquí nadie pasa sin ser controlado. A veces todos tienen que salir y algún agente se introduce en el interior inspeccionando los bolsos.
Durante el viaje conocimos a Marta y Christian, una pareja de polacos que prácticamente desde Arba Minch llevaban realizando el mismo recorrido que nosotros. En ningún momento nos habíamos cruzado con ellos, hasta este momento.
Continuamos la marcha y seguíamos viendo imágenes aún mas llamativas: los hamer (o hamar) caminando por el borde de la carretera con sus ganados, vistiendo con sus tradicionales faldillas de rayas y el pecho descubierto. En la cabeza una especie de diadema con bolitas de colores, con aspecto guerrero armados con Kalashnikov en sustitución de la lanza tradicional, cuidando que sus rebaños no sean atacados por las fieras hambrientas.
Esas armas, objetos de un intenso tráfico desde el vecino Sudán, se han extendido de manera alarmante en la región, y con ellos los conflictos tribales. En ocasiones se convierten en actos sanguinarios y las tribus reviven su instinto guerrero durante ciertas disputas debido a robo o ajustes de cuentas.
Nada más llegar a la estación de guaguas, junto a la abandonada pista de aterrizaje de Jinka, nos esperaba una serie de pseudo-guías a la caza del turista y así obtener una esporádica remuneración. El trabajo en este país está muy mal y el turista es la única posibilidad de ganar algo de dinero para subsistir.
Uno de ellos nos acompañó, sin pedírselo, hasta el hotel Hiyoa (200B.), al otro lado de la pista. Se nos adelantó y habló primeramente con el propietario y cuando le preguntamos el precio nos pidió una cantidad mucho más alta que el precio que yo tenía de referencia. Nuestra reacción fue negarnos pero enseguida nos pidió el precio real.
Nos instalamos en habitaciones contiguas y pedimos no ser molestado para descansar un poco del viaje y poder planear un programa a seguir al siguiente día. Por ejemplo, pasar el día recorriendo el Parque Nacional Mago.
En la aproximadamente media hora que estuvimos en la habitación no dejaban de acercarse otros guías ofreciéndonos varios tours por la zona. Como aún no teníamos claro cómo lo queríamos hacer quedamos con los polacos en vernos por la noche e intentar durante la tarde contactar con algunos guías locales para comparar los precios.
Un paseo por los alrededores en busca de un Cíber para ordenar las fotos tomadas hasta el momento, y escribir algo en el blog (1h.=60B!!, mas de 2€!!) y reconocer un poco esta localidad.
Jinka, a 810kms. de Addis Abeba, con una elevación de 1.490mts. (situada en un acantilado rocoso) y una población de más de  28.000 habitantes está considerada como la capital administrativa del valle del río Omo. Más que ciudad podría llamarse perfectamente pueblo. La mayoría de los edificios son de una sola planta, sin embargo, hay varios hoteles y discotecas de aceptable nivel. La pista de aterrizaje en desuso ahora es prácticamente una zona de pastoreo frecuentado por manadas de todo tipo de animales.
Tiene un importante mercado diario, punto de encuentro de algunas de las etnias de esta regiónal que algunos asisten ataviados con sus prendas tradicionales. Se pueden encontrar al mismo tiempo varias representaciones de las tribus cercanas, incluso si son hostiles entre sí. En los mercados los conflictos están prohibidos. Ante todo convierten en un acto social.
Como habíamos previsto, no tardamos en encontrarnos con los primeros mursis fuera de su entorno comercial (su poblado): estaban de compras y muy a lo suyo. Era nuestro momento, así que nos acercamos para interaccionar con ellos. Y fue muy divertido. Noelia fue la que más disfrutó, viéndose en ocasiones rodeada por cinco o seis de ellos, intentando comunicarse de alguna manera entre risas y bromas y, paradójicamente, siendo ella en este caso el centro de atención.
Son una comunidad que se caracteriza porque muchas de sus mujeres llevan sus lóbulos y su labio inferior colgando para colocarse un platillo de madera o cerámica que portan en ocasiones especiales como demostración de elegancia y prestigio. Para ello se extraen varios incisivos inferiores con un  rudimentario punzón. Los platos tienen un rebaje para que se inserten en el labio, por lo que se los pueden quitar y poner con suma facilitad. Además del estiramiento deforme de los labios provoca problemas en el habla y dificultades para comer y beber. Pero no siempre tienen puestos esos adornos, por ejemplo aquí, en el mercado, no los usan y se las pueden ver con el labio inferior colgando. Lucen llamativas escarificaciones en forma de herradura en sus cuerpos, que no son otra cosa que cicatrices producidas por cortes en la piel. 
Ellos también se hacen cortes en diversas partes del cuerpo y que por si mismos transmiten un mensaje de valor y virilidad que les hacen más interesantes ante sus mujeres. Los hombres se tatúan en el brazo derecho mientras que las mujeres lo hacen en el brazo izquierdo. Los considerados buenos guerreros tienen también sus muslos marcados.
Sus miradas son firmes, penetrantes y retadoras. Les gusta ir adornados de collares, y vestir una larga tela que le tapa todo el cuerpo. 
Es la manera que ellos tienen de preservar los valores sociales heredados de un pasado ancestral y constituyen sus símbolos de distinción respecto a otras etnias.
He leído que para muchos turistas tener contacto con los mursis puede ser una experiencia poco agradable debido a que muestran su carácter hostil hacia todo lo que es extraño a su cultura, pero en esta ocasión, aunque no nos entendíamos con ellos, nos animaban a ser fotografiados (previo pago, evidentemente), pero nuestra negativa no los molestó. Al contrario, se sintieron mas libres de miradas, aunque en alguna ocasión pudimos tomar algunas fotos en plena acción mercantil. La mayoría iban descalzos, sin importarles incluso pisar el fango y los otros con las habituales sandalias de caucho negro fabricada de viejas ruedas recicladas.
En una ocasión observé a varios jóvenes trasladarse de un puesto a otro insistentemente, un hecho que me llamó mucho la atención. Parecía mentira pero estaban intentando despistar a los vendedores para no pagar lo que cogían. Incluso en otro lado del mercado alguno llegó a enfrentarse a un vendedor tras ser pillado infraganti robando botellas de plástico vacías. La policía tuvo que hacer ato de presencia para calmar los ánimos y resolver el problema.
Están considerados como una de las tribus más feroces que quedan en el continente africano. Viven con lo mínimo imprescindible para subsistir, pero no quieren más, como lo demuestra el hecho que les gusta estar aislados, incluso de sus vecinos más cercanos, moviéndose en grupo de un lado a otro. Entre tanto, seguimos paseando por el mercado observando la cantidad de puestos y la enorme variedad de frutas y hortalizas que aquí se vende. 
Por la noche fuimos a tomar unas cervezas al hotel Orit  antes de cenar y nos encontramos con Marta y Christian que nos avisaron que ya habían contactado con un guía de Lalo Tours, para visitar el Parque Nacional Mago. Por 3.500B. (a dividir entre los cuatro) teníamos 4x4 con conductor a nuestra disposición por medio día (aprox. 8 horas), aparte, habría que pagar el derecho de acceso al Parque (200B. p.p) y a un agente, o Scout (240B). Quedamos en la puerta del hotel a las 4:30 de la mañana para comenzar la excursión.
Todos los días, a primera hora, el muezzin de la mezquita cercana marca el comienzo de la mañana con su canto. 
Por una carretera de tierra, en plena noche, accedimos al interior del Parque. Su paisaje de sabana herbosa y bosque abierto semi-árido con acacias, higueras sicomoros y tamarindos de la India tiene un clima cálido y seco, con temperaturas entre 24 ºC - 38ºCEn sus extensas praderas se puede llegar a encontrar hasta 56 especies de mamíferos: búfalos, jirafas, elefantes… y en ocasiones, con mucha suerte es posible toparse con algún león, leopardo, cebra o el pecular topi, un antílope que tiene las patas traseras más cortas que las delanteras y una cornamenta anillada en forma de lira abierta que es su distintivo más característico. Se ha llegado a controlar hasta 277 especies de aves. Todo esto en una superficie de 2.162km2.
Directamente nos dirigimos a la dependencia del Parque para recoger al guarda (o Scout) y obtener el permiso de entrada al interior pero estaba cerrado al turista porque hacía muy poco que había habido una trifulca entre varias etnias. Incluso un grupo de turista con varios 4x4 estaban acampados junto al rió esperando que amaneciera para abandonar el lugar.
En vista de la imposibilidad de continuar la visita, el guía pretendía concluir allí mismo la excursión. Nos extrañó muchísimo que no estuviese informado previamente por otros guías o turistas de lo sucedido y llegamos a pensar que fue su intención el hacer un perfecto negocio redondo con nosotros. Ante esta contrariedad nos preguntó que hacer. Le dije que siendo guía y conocedor de esta zona nos propusiera un plan alternativo. El individuo no proponía nada así que sugerí visitar algún poblado Mursi de la zona. Todos teníamos claro desde un principio que no queríamos visitar ninguna aldea porque por desgracia, ésta es la tribu más pervertida por el turismo. Pero en ese momento nos encontrábamos sin otra alternativa, así que decidimos visitarlos pero si tomar fotos. Hay miles y miles rulando por interné. Solamente queríamos interaccionar con ellos en su medio. Para poder visitar sus tribus es indispensable pagar un derecho de visita (200B. p.p.) y un precio por sacarles fotos (5B. por disparo) y se debe tener especial cuidado de no tratar de "robar" las imágenes porque si se es pillado podría surgir un gran problema!.
Al final, tras recorrer durante más de tres horas (90 kilómetros) por pistas de tierra, que puede resultar impracticable durante la época de lluvias, nos acercamos a uno de sus poblados asentado cerca de la carretera, lo que me dio a pensar que están ahí porque saben que los turista pasan en esa dirección.
Al bajar del todo-terreno nos sentimos observamos con miradas de desconfianza por un grupo de hombres con aspecto guerrero, armados con kalashnikovs, que parece haber sustituido a la lanza tradicional. Algunos llevaban colgados amuletos como colmillos de hipopótamo o de jabalí.
Al fondo contemplamos como las mujeres del pueblo al percatarse de nuestra llegada corrían a engalanarse y pintar sus rostros, a adornar sus cabezas con cascadas de bucles metálicos, bolas de colores, caracolas, algún caldero de fibra, tapones de botellas..., sus muñecas con pulseras metálicas y su brazos con todo tipo de adornos junto con el plato labial, quizás con la intención de mostrar la teatralidad ante los recién llegados.
El guía nos hizo una primera presentación de los componentes del poblado y explicó someramente los aspectos más interesantes de la comunidad.
En una distancia de entre 60 y 100 kilómetros de la base del Parque Nacional, sobreviven como pueden buscando terrenos fértiles para cultivar unos pocos acres de tierra. La sequía extrema ha hecho que les sea difícil alimentarse por medio de cultivo tradicional y el pastoreo. Aunque estacionalmente se dedican a la agricultura -sus principales cultivos son el sorgo, el maíz, las judías, los garbanzos y la miel salvaje-, ocupan gran parte de su vida cotidiana al cuidado del ganado y la caza, que también es una actividad importante. El establecimiento de parques nacionales ha restringido su acceso y ha amenazados sus recursos naturales. En el pasado, la economía de la comunidad se concentraba en el trueque y el intercambio de bienes, pero cambió cuando llegaron los turistas, ofreciendo dinero a cambio de fotografías.
Hoy en día tienen serias dificultades para hacer frente a la nueva forma de economía, lo que resulta que muchos hombres consuman más y más alcohol.
Suelen cambiar regularmente de ubicación en muchas ocasiones por la proliferación de moscas tsé-tsé que constituye una gran amenaza para su ganado. Durante la migración, a veces dejan las chozas y a veces las llevan consigo, siendo el trabajo de las mujeres el construir y desmantelarlas.
Diezmados por la sequía, se enfrentan a la hambruna y las guerras con comunidades vecinas, que consideran sus enemigos. Su existencia ha estado marcada por la constante vigilancia de su territorio contra los ataques de otros pueblos ganaderos, especialmente los Bodi y los Nyangatom. Estos enfrentamientos por la ocupación de tierras se ha vuelto más dramática desde la introducción de las armas automáticas en la región, que han sustituido a la lanza tradicional.
Los mursis son una de las tribus más feroces que quedan en el continente  africano y lo pretenden expresar a sus visitantes a través de las pinturas faciales, los fusiles y su expresión desafiante y amenazadora. Solo se tratan con los suyos, no se mezclan con otras etnias, y siguen manteniendo conflictos con los pueblos vecinos, registrándose cada año numerosas víctimas mortales por disparos de sus AK-47, que cada vez más proliferan en la región. 
El territorio Mursi se ha convertido en la principal atracción turística de entre todos los grupos étnicos del Sur del país y esta tribu es sin duda la más carismática de todo el Valle del río Omo, y hasta hace unos años era imposible visitarles, dado que nada querían saber con el mundo exterior. En la actualidad apenas superan en número las 4.000 individuos.
El poblado estaba formado con no más de diez cabañas construidas de materiales tales como paja, caña de río y ramas sobre un suelo de tierra mezclada con excrementos del ganado, su principal posesión material del que obtienen leche para alimentar a los niños y sirve de moneda de cambio los días de mercado. El ganado marca prácticamente todas las relaciones sociales significativas, especialmente el matrimonio, que se consolida y valida por el intercambio de animales. Los tienen acorralados entre ramas de arbustos a pocos metros de las viviendas. Hay que controlarlos bien no vaya a ser robado.
Al principio se nos acercaban todas ella acicaladas porque querían ser fotografiadas: foto, foto!!, decían mientra con sus dedos hacían el gesto de apretar el disparador. «Fai Birr, Fai Birr!!» (5 Birr). Los más pequeños también reclamaban dinero: «birr, birr!!»…., o vendiendo los platillos labiales de barro o los de madera de las orejas.
El orificio labial se lo hacen con la punta al rojo vivo de un cuchillo y lo van agrandando mediante la introducción progresiva de platillos desde 8 a incluso 20 centímetros de diámetro en un proceso que dura años.
Para estas mujeres sus pesados adornos de hierro y el gran plato labial que deforman su aspecto natural son testimonios visibles de elegancia y prestigio. Dicen que estos adornos se comenzó a utilizar para afear a la mujer y así evitar que los negreros se las llevaran como esclavas, aunque está versión parece estar desechada hoy en día. Parece ser que el plato labial es indicativo del estatus social, siendo un orgullo mostrarlo en público, y en ocasiones especiales no se lo suelen quitar si están cerca de un hombre. El tamaño del plato determina la dote de la novia. Llevar un plato muy grande condicionaría que se pueda llegar a pagar hasta con cincuenta cabezas de ganado!.
Me comentó el guía que si a una mujer se le rompe el labio, difícilmente podrá casarse y quedaría marginada para siempre. Parece ser que son las normas que ellos mismos se imponen y acatan sin oposición. 
No habían transcurrido ni 15 minutos desde nuestra llegada y descubríamos que un pueblo tradicionalmente guerrero y muy agresivo con las tribus rivales, tampoco era capaz de ser amable con unos visitantes que solo querían conocerlos. Estaban todas sentadas en el suelo, en línea, esperando ser llamadas para la foto. Me pareció un espectáculo bochornoso.
Sabedores que la intención de los turistas es fotografiarles y que recibirán por ello una compensación económica que cada día les resulta más imprescindible para su subsistencia, y que nosotros no teníamos intención de sacar ni una sola foto, comenzaron las miradas de antipatía y malos gestos. Algunas de las más mayores hacían gestos con sus brazos como para que nos fuéramos. Les pareció poco recibir 800B. (más de 30€!!) en una visita que no duró ni media hora. Definitivamente estábamos ante personas ariscas, distantes, agresivas y poco hospitalarias. 
De vuelta a Jinka en ocasiones observamos al borde de la carretera algunos jóvenes de la comunidad Karo, que destacan por la caliza blanca que en ocasiones especiales lucen en sus cuerpos, bailando o en posiciones llamativas para que nos detuviéramos y les sacásemos fotos. Esta comunidad habita principalmente en un extraordinario paraje sobre la desembocadura del o Omo, donde se encuentra construidos sus asentamientos.
Por la noche fuimos a cenar al hotel Orit, en su jardín bajo enormes mangos. Luego planeamos la siguiente ruta: toca esta vez retroceder hacia Key Afer y visitar su día principal de mercado.
El jueves por la mañana nos dirigimos en Minibús hacia Key Afer un pueblo de pequeñas edificaciones, no más de una planta, en la carretera principal, situada a 1.800mts. de altura, cruce de carreteras entre Jinka, Konso y Turmi (2h.) vía Dimeka (1h.30min.).
Pasaría desapercibido si no fuera por ser punto de encuentro de uno de los mercados multiculturales más importantes de esta región, que se celebra a partir del medio día de todos los jueves, a donde acuden semanalmente diferentes grupos tribales (Hamer, Banna, Ari, Arbore y Karo) para realizar sus transacciones y, de paso, reencontrarse con sus familias y amistades.
Nos quedamos en la Pensión Sami (250B.) al borde de la carretera principal.
Tras desayunar acudimos al amplio descampado donde se realiza el mercado para observar su apogeo pero aún era un algo temprano. Los puestos fijos de madera y toldos de plásticos comenzaban a montarse. Algunos preparaban las comidas que iban a servir durante el día. Por el suelo, sobre trozos de plásticos o telas algunos depositaban grandes bolsos con sus artículos en el interior, como diferentes tipos de cereales y legumbres, y otros de ropa. Como el movimiento de gente era pausado decidimos desplazarnos a otro lugar algo apartado donde se desarrollaba el mercado de animales. La mayoría hombres, acuden a vender o comprar desde cabras, corderos, vacas y toros. Es uno de los más animados de los que hemos visitado hasta el momento. Las negociaciones se realizan con lentitud ya que llegar a un acuerdo que les interese a las dos partes no suele ser sencillo. Cara a cara, y animal de por medio, el cruce de precios es casi constante. Hasta que al final acuerdan, se dan la mano, el comprador amarra su animal y se lo lleva. Así toda la jornada.
Más tarde, volviendo nuevamente al mercado, nos encontramos con Maite y Christian saliendo de una de las cantinas. Nos sentamos juntos en una de las mesas y decidimos beber Tejj, la cerveza local, con los paisanos, principalmente bannas y hamers. Momentos de plena diversión y muchas risas con los diferentes miembros de las tribus en el interior del local. No paraban de pedir y pedir botellas de tejj (20B.).
Resulta llamativo cómo los jóvenes, hombres y mujeres, asisten al mercado con todo lujo de detalles decorativos, cargados de bisutería de vivos colores en cuello y orejas, gruesos brazaletes de metal y todo tipo de adornos inimaginables en el pelo presumiendo de sus encantos personales. Dedican esta jornada practicamente a coquetear, ya que es su día, el día semanal en el que pueden lucirse, o conocer a posibles novios/as (o tener encuentros sexuales, que para eso son bastante liberales).
Aquí se evidencia plenamente que las relaciones sociales en los mercados, como en todos, se alternan con la compra y venta de todo tipo de productos.
Es habitual que los hombres lleven al mercado un pequeño asiento de madera, llamado karaballe, que también les sirve como reposa-cabezas para descansar.
Concluimos el guateque acudimos nuevamente a su gran mercado. El trasiego de gente era ya mas intenso. Mezclados entre la multitud, algunos nos miraban hasta asombrados quizás por su recelo ante lo desconocido. Una vez alcanzado el terreno pudimos observar que todos los puestos fijos de madera con sus toldos de plásticos que cubren del incómodo sol estaban montados y abarrotados de gentío.
Aquí también se exponen las más variadas mercancías, desde verduras, hortalizas, sacos con diferentes tipos de cereales, legumbres, frutas, hasta todo tipo de ropa, collares y figuras animistas de maderas, incluyendo cantidad de artilugios chinos de plástico y aluminio, en un amplio espacio impregnado de variados aromas destacando el olor a humo y mantequilla: son los puestos de polvo rojo arcillosos que los Hamar, los Bannas y los Erboré compran para dar color a sus peinados.
Estos grupos indígenas desde siempre han intercambiado entre sí los granos de cereales, los alimentos (entre ellos el injera), el ganado o su telas, incluso comercian con balas y en ocasiones con armas que utilizan principalmente para cuidar de su ganado. Inevitablemente, al haber mejorado las carreteras a través de toda esta parte del país, otros productos como la cerveza y el alcohol han encontrado su emplazamiento en aldeas que antes eran lejanas o muy difícil de llegar.
El mercado es tremendamente colorido y muy activo ya que se juntan varias comunidades diferentes a la vez. Para nosotros se hace muy difícil distinguirlas (así como sus lenguas, que también son diferentes!).
Acicalados con sus prendas tradicionales y con la cabeza rapada desde la frente hasta la mitad del cráneo, los banna lucen orgullosos sus torsos desnudos. Algunos con cachivaches varios sujetos a sus rizos. Las féminas destacan por sus peinados de finos bucles rizados, que consiguen una gran consistencia al ser cubierto con barro de color ocre y rojizo, mezclado con grasas animales. Por el contrario muchas usan camisetas de algodón muy sucias o rotas.
Los banna, situados un poco más al sur, entre la frontera keniata, Key Afer y las orillas del río Weyto, también practican la agricultura, aunque en un terreno menos favorable, y la caza suple sus necesidades alimentarias. Se cree que puedan habitar más de 40.000. Están estrechamente relacionados con sus vecinos, los Hamar, tanto en el lenguaje y la cultura.
Una de sus ceremonias familiares más importante es la llamada Dimi, para celebrar la llegada de una hija a la fertilidad y el posterior matrimonio. El padre de familia que ha pasado esta celebración se convierte automáticamente en un "anciano". Cerca de 10 bovinos y más de 30 pequeños animales llegan a ser sacrificados. También lo negocian con café. Los hombres y las mujeres se visten con capas de piel de animales en la fiesta y el baile, y los líderes de la aldea bendicen a la chica.
El ganado vacuno y cabras le dan leche y carne, así como los cueros para ropa, refugio y esterillas para acostarse. También muestran riqueza y prestigio: sin ellos, un hombre se considera pobre, y como en la mayoría de estas culturas indígenas no podrían casarse porque no tiene nada que ofrecer como regalo de bodas.
Su duro entorno les obliga a ser semi-nómada, recolectan miel silvestre y durante la estación seca, los hombres llegan acaminar largas distancias con sus rebaños en busca de agua y pasto.
Agrupadas en otros lugares del mercado encontramos a las mujeres arboré las cuales se reconocen porque llevan medias calabazas secas en la cabeza que le sirve para cuidarse del sol, pero que realmente usan para beber. También se diferencian por cosas tan sutiles como unos pendientes de determinada forma, la manera de llevar el cinturón de caracoles couris en forma de bandolera y la piel que llevan de falda, por sus peinados con una belleza muy especial y la pintura corporal usando colorantes naturales hechos de tierra. Se pueden confundir fácilmente con los Hamer, de costumbres muy similares.
Son animistas que creen en un Ser Supremo creador al que denominan Waq, y que su canto y sus bailes eliminan la energía negativa, y cuando esa mala energía se ha ido, los Arboré prosperarán. Construyen sus chozas ligeramente ovalada.
Otra etnia con las que nos topamos aquí fueron los Karo aunque en menor cantidad.
Las mujeres por lo general, de pelo rizado más corto, untado también con tierra roja y grasa animal, llevan una gran cantidad de collares de colores alrededor de sus cuellos, usan un taparrabos de piel de animal, se hacen cortes con cuchillos, principalmente alrededor de sus pechos, estómagos y espaldas que luego frotan con pólvora para producir cicatrices más protuberantes. Ellas aseguran que la piel escarificada de una mujer tiene un atractivo sensual a los hombres, que la considerarán maduras.
Los hombres que en ocasiones se pintan de blanco y también se infligen cortes a sí mismos para producir cicatrices tienen marcas pronunciadas que representan acciones valientes. Las cicatrices en el pecho indica que ha matado con valor algún enemigo de las tribus rivales o dado muerte a un animal salvaje. Cada cicatriz representa una sola matanza. La escarificación, ya sea auto-infligido o natural simboliza el coraje o una citación al sexo opuesto.
Otro mérito otorgado a los valientes guerreros Karo es el derecho a llevar un moño de pelo gris y rojo de arcilla ocre y se insertan en él plumas de avestruz para completar la elegante apariencia. Ese codiciado moño con arcilla se renovará cada tres o seis meses, aunque lo pueden llegar a usar por un período de hasta un año.
Son  conocidos por su intrincada y sorprendente pintura corporal y facial. Se decoran sus cuerpos con polvo de tiza blanca encontrado localmente, tierra de color amarillo, carbón y mineral de hierro. Un proceso elaborado con diseños que van desde simples puntos y líneas finas a toscas pero relevantes, trazos con las palmas o los dedos o motivos de animales tales como el plumaje punteado de la gallina de Guinea son algunos de los diseños que hacen. Los niños también usan pinturas corporal cuando toman parte en las festividades y como un medio para identificarse como parte del clan. Tanto hombres como mujeres practican esta expresión simbólica y ornamental, en un intento de parecer más atractivo para el sexo opuesto. También se realiza en las ocasiones especiales.
Habitan principalmente a lo largo de las orillas del río Omo (según la tradición oral se instalaron allí después de seguir un toro rojo hace casi dos siglos) y en gran medida dependen de las inundaciones anuales del río para su sustento -al igual que los antiguos egipcios hace miles de años por el Nilo-. Practican predominantemente los cultivos tras las inundaciones, cultivando sorgo, maíz, frijoles, cereales, algodón y caña de azúcar. También crían reses  y completan su dieta con la caza y la pesca.
Todos los días desde el amanecer hasta la puesta del sol, ellas se dirigen a pie a los montes y a los campos circundantes a trabajar para mantener a sus familias, mientras los hombres del grupo protegen el pueblo de los animales salvajes como cocodrilos y otros depredadores, o simplemente se sientan bajo una cabaña y mastican tabaco. 
La mayoría de los hombres portan armas, necesario para proteger su ganado de los animales salvajes, aunque también simboliza su orgullo, ya que las armas permiten la protección no sólo de los individuos, sino también de su tribu.
Cuando son ricos (en ganado) y tienen poder fabrican opulentas cabañas pero los más pobres (tras perder sus riquezas) viven en chozas cónicas mucho más pequeñas. Cada familia posee dos chozas: una llamada Ono, la principal de la familia, y otra que llaman Gappa, que es el centro de las actividades del hogar.
En la actualidad, con una población estimada en unos 1.500 individuos, la supervivencia
Karo está altamente amenazada. Sus costumbres sociales son similares a los de Hamer y, como en el pasado, el control de la natalidad ha sido practicada durante mucho tiempo por los ancianos en función de los recursos para la supervivencia del grupo. Aunque en la mayoría de las tribus sólo se puede contraer matrimonio entre miembros de la misma, existe una excepción: los hombres Karo pueden casarse con mujeres Hamar, esto es gracias a la gran relación que existe, desde años atrás, entre ambas tribus, ya que hablan idiomas omóticos prácticamente idénticos. Ambas son de la misma ascendencia y algunas de sus ceremonias y prácticas culturales sugieren una rica historia cultural juntas. Al igual que los Hamar, practican el Salto del Toro, que significa la mayoría de edad para los hombres jóvenes. 
Un iniciado tiene que demostrar su preparación para la edad adulta saltando con éxito las fila del ganado en seis ocasiones seguidas. Los jóvenes exitosos que reúnan los requisitos para casarse se ganan también el derecho a aparecer en lugares sagrados con los ancianos del clan. Pero, un joven sólo podrá casarse si sus hermanos mayores lo han hecho.

Al siguiente día se acercaron a la pensión varios jóvenes avisando que esa misma tarde se iba a celebrar un Ukuli Bula (o Salto de los Bueyes), un ritual que todo varón de la tribu Hamer debe realizar para pasar de la niñez a la edad adulta y así optar a poder casarse con una mujer en el futuro. Por 100€ nos conseguían transporte en dos motos con guías, derecho de entrada al poblado para observar la manifestación y fotografiar con el permiso de sus moradores. No lo pensamos muchos. Aprovechamos esa ocasión.
A medio día montamos en sedas motos de los guías y cogimos la carretera que va hacia Turmi y a los 10kms. aproximadamente la abandonamos por una carretera de tierra dirección Sur. Atravesamos montículos y ríos secos hasta alcanzar la zona habitada por una pequeña aldea.
Este tipo de ceremonia dura tres días, aunque fuimos principalmente a ver el salto, estuvimos algo más de cuatro horas: desde el recibimiento de los invitados de otros poblados, el convite a bebida local, cantos y bailes y finalizar al anochecer con el salto.
Aunque esta aldea era muy pequeña, apenas cuatro chozas, los poblados Hamer son muy extensos, y cada familia posee una cabaña y un corral para el ganado. Como siempre se mueven en busca de zonas fértiles, sólo cargan pocas cosas materiales y prefieren expresar su sentido estético en galas y decoraciones corporales.
Cuando llegamos todos se estaban engalanando junto a unas pequeñas chozas de ramas preparadas para recibir a los invitados. Un lugar donde cobijarse del sol, comer o beber, y por la noche poder dormir. Faltaba unas horas aún para el comienzo de la ceremonia y nos avisan que serán dos jóvenes los que quieren pasar la prueba. Vaya sorpresa.
Pudimos pasear tranquilamente por los alrededores y ver como se organizaban. Las mujeres con insólitos peinados sentadas a un lado en el suelo, además de destacar por su belleza se untaban el pelo con capas de polvos color ocre con un olor bastante fuerte a mantequilla, se ajustaban las faldas de piel con conchas de caracoles couris y una docena (o más) de brazaletes ajustados a los brazos.
En un momento apareció un pequeño grupo de muchachas cargando viejos Kalashnikov con los tobillos llenos de cencerros comenzando unos bailes alrededor del perímetro de la reunión, saltando en una cadencia marcada por el ruido constante de los choques de piernas. Al soplo de cornetillas avisaban que se está celebrando el acontecimiento.
A lo lejos se observaba cómo llegaban otros componentes que venían de otras aldeas cercanas.
Durante mas de media hora los hombres se pintaban unos a otros o incluso ellos mismos con bonitas figuras geométricas. Luego llegó la parte secreta de la ceremonia. Teóricamente nadie que no sea miembro de la tribu puede observar la escena. Los hamer hacen un coro y en medio se colocan los casorios para un proceso secreto. Luego, los jóvenes se reúnen y hacen sonar sus varas al unísono. La tensión ascendió cuando varias mujeres cercanas a los iniciados que van a realizar el salto se ponen delante de hombres miembros de la familia (maza) armados con finas varas flexibles. Inmóviles y con los brazos en alto frentes al "verdugo" esperan sin retroceder el azote en la espalda que les abren heridas sangrientas.
El hecho de ser golpeadas denota respeto hacía el saltador y las cicatrices un mayor o menor estatus dentro de la tribu. Reunidas a corta distancia, las mujeres del clan seguirán sometidas a una sesión de flagelación voluntaria, una señal de apoyo para el futuro iniciado. Frente a los maza gritan, y si se niegan a golpearles, las chicas los insultan y los provocan como adición a su sufrimiento con el fin de mostrar a los ojos del clan su lacerada espalda como prueba de su valor, y orgullosas de sus grandes cicatrices.
El Gobierno ha intentado erradicar esta práctica sin éxito debido a la oposición de las mismas mujeres de terminar con esta tradición. El espectáculo es duro, difícil de comprender y de soportar para nuestras costumbres
Poco a poco, la tensión descendía dentro del grupo, y pronto sería el momento de unirse a los hombres. Mientras tanto, ya habían preparado a los iniciados.
Cayendo la tarde comenzó el ajetreo. Trajeron el rebaño de reses para el acontecimiento. Lo reunieron para escoger las que van a ser saltadas. Una vez seleccionado el ganado es separado uno a uno, hasta juntar unos 7 animales como parte de la ceremonia.
En la cultura de los hombres Hamer el “Ukulí Kulá” (Salto del Toro) es uno de los eventos más importantes de su vida: consiste en la celebración del paso de la niñez a la fase adulta, en la que el varón se convierte en guerrero y adquiere el derecho a casarse y formar su propia estirpe después de pasar un periodo de adaptación. El muchacho debe conseguir saltarlos en tres ocasiones, lo que significa que ya se encuentra preparado para elegir una mujer y contraer matrimonio, de lo contrario jamás será un miembro aceptado con todos los derechos en la tribu, ante las burlas del resto de mujeres. Esta ceremonia de paso de la pubertad, es vital, pues la desgracia no solo recaerá sobre el miembro que no consiga superarla, sino también sobre su familia.
Mientras, los varones se colocan en fila frente al ganado, cantando y saltando, las chicas se ponen en frente como si de una manera de enfrentar las miradas se tratase. A la señal saltan acercándose al grupo de los chicos para luego retroceder. Es obvio que es un momento de interacción social y todos están dispuestos a ampliar sus amistades.
De pronto, los dos jóvenes aparecen desnudos ante su pueblo. En el centro del círculo en el que tiene reunido al rebaño inquieto e intentando separarse, las mujeres mayores como histéricas, friccionan a las bestias, empujándolas para centrarlas. Algunos hombres entran en la escena y sujetan fuertemente a los animales por cuernos y cola.
Es el momento que los iniciados deben demostrar su valía bajo la atenta mirada de los mayores, y tomando carrerilla el primero saltó con ímpetu y caminó sobre las espaldas de los animales. Éstos, inquietos, comenzaban a huir. La carrera de obstáculos se repitió cuatro veces mientras una enorme polvareda se levantaba con la agitación de los animales. Me comentaban el guía que sólo le sería perdonado una caída.
De la misma manera saltó el otro joven, pero esta vez con menos animales porque ya habían escapado la mitad, alguno fue contra los curiosos, haciendo ademán de cornear a los presentes.
Ya de noche concluyó la ceremonia del salto. Los que se quedaban a dormir en las cabañas hechas de ramas comenzarían a beber y a comer invitados por las familias. Al día siguiente seguiría la fiesta con mas bebidas y comida.
Fuimos invitados a regresar nuevamente el día siguiente, que es cuando más asistencia hay pero pagando solamente el transporte, pero ya no nos interesaba volver a verlo. Habíamos experimentado de primera mano una tradición tan espectacular como ésta.

El territorio Hamer, que se extiende al este del Parque de Mago a las orillas del lago de Stephanie, está delimitada al norte por territorio bana y al sur por la frontera con Kenia.
Los hamer son el resultado de la unión de poblaciones de diferentes orígenes étnicos, provenientes del norte, este y oeste de su actual territorio de residencia. Existen datos comprobados de que a mediados del s.XIX ocupaban los montes del norte del Lago Turkana, y que en ese tiempo ya vivían de la agricultura, cultivando sorgo, mijo, alubias, calabazas, verduras y tabaco, y de la ganadería como vacas, ovejas, cabras, asnos, y de la apicultura, la caza y la recolección de frutos.
El atuendo femenino es espectacular. Visten con vestidos o faldones de piel de vaca con incrustaciones de conchas, cuentas de vidrio de colores, con bandoleras de conchas de couri, y filas de brazaletes en sus brazos.  Las casadas llevan en el cuello tres collares anchos, dos de metal y otro de cuero.  Si el collar metálico tiene un resalte pronunciado en la parte delantera indica que está casada y es la primera mujer (el hombre Hamer es polígamo), lo que le permite gozar de un estatus social muy respetado, y tiene el privilegio de llevar el peso de la familia, su economía, la educación de sus hijos, y participar de forma activa en la toma de las decisiones importantes. La ausencia de ese tercer anillo indica que es una segunda esposa. Se untan el pelo también con una mezcla de barro de color ocre y mantequilla -que les dan una consistencia característica-, y la mayoría llevan cicatrices en la espalda y el vientre producidas por golpes de varas.
Los hombres al igual que las mujeres practican la escarificación corporal, llevan un atuendo más sencillo (a excepción del que usan para las ceremonias) y también lucen elementos decorativos, como elegantes plumas de avestruz sujetas a un casquetes de barro -su rasgo más característico-, que suelen indicar un cierto estatus social -cazadores, guerreros…-. Son los hombres valientes que en su momento mataron a un animal salvaje o a un enemigo, y se les concede el privilegio de llevar durante un año esos complejos peinados. Rodeado de un corto taparrabos, algunos llevan los muslos o las pantorrillas recubiertas de pintura de tiza blanca natural.
La abundancia de ganado determina su riqueza y por lo tanto el rango social que le permitirá extender sus objetivos a varias esposas. Si antes del matrimonio, la libertad sexual es total, el adulterio femenino es reprimido severamente mientras que los hombres se dan regularmente relaciones extramaritales bastante aceptadas. 
Al nacer, cada niño recibe, además de su nombre, el nombre de una vaca -de los cuales hay más de veinticinco términos diferentes para describir el color del vestido-. Los padres tienen un gran control sobre sus hijos, que conducen el ganado vacuno y las cabras de la familia, y dan el permiso para que los hombres se casen, aunque muchos no lo hagan hasta que los treinta y tantos años. Las niñas, por el contrario, tienden a casarse a aproximadamente a los 17. El matrimonio requiere "el precio de la novia ', un pago realizado a la familia de la mujer, por norma general, compuesto de cabras, ganado vacuno y armas de fuego. En ocasiones el pago es tan alto como 30 cabras y 20 cabezas de ganado que podría no llegar a ser pagado en la vida. Uno de los efectos es que cada vez que una familia tiene una gran cantidad de ganado, los hermanos de la madre de la esposa reclamarán las deudas pendientes de la riqueza de la novia. Esto significa que los hombres no pueden permanecer ricos y hacer crecer su ganado ya que sería reclamado por otros. Si un hombre puede permitirse el precio de las novias, podría llegar a tener hasta tres o cuatro esposas. Las mujeres, sin embargo, sólo se casan con solo un hombre. 

Aprovechando que el sábado es el día más importante de mercado (los martes acuden menos gente) en Dimeka, un pueblo a 28kms. de Turmi, y 50kms. de Key Afer, frecuentado en su mayoría por Hamer, montamos en un MiniBus que nos llevó hasta allí para visitarlo.
Tanto vendedores, como compradores, son miembros de las tribus Hamer, Karo y Bana, aunque son  los hamer los que adquieren un especial protagonismo.
Los visitantes del mercado proceden en muchos casos de aldeas alejadas más de 20kms., que recorren a pie, y en algunos casos descalzos y con sus medias calabazas que les sirven de casco  para soportar el fuerte sol reinante.
Las mujeres, en su mayoría hamer, venden por el suelo todo tipo de pulseras y colgantes que sirven para exaltar su belleza y al mismo tiempo coquetear con los jóvenes, disfrutando de un ambiente bastante distendido. No en vano es el día en el que se comunican entre sí y mantienen sus relaciones sociales. Los mercados del valle del Omo se convierten en un acto social al que todos asisten ataviados con sus prendas tradicionales.
También hay puestos de polvos ocres para el pelo, otros con vasijas de barro, utensilios de cocina, figuras de madera hechas a mano propios de su etnia, sacos de cereales, sorgo, maíz, frijoles, caña de azúcar....
Desafortunadamente a las pocas horas la lluvia truncó la parte final de la visita. Tuvimos que resguardarnos y muchos puestos fueron recogidos casi al instante. Aunque más tarde saliera el sol, ya no volvería a ser lo mismo pues volvió a llover hasta el anochecer.
En tiempos de lluvia aconsejan acercarse a la orilla del río Keske Grande -un afluente del río Omo- dado que por allí pasan numerosos caminos y llegan la mayor parte de los vendedores y compradores. Muchos de ellos viven en poblados donde escasea el agua, por lo que aprovechan la visita semanal al mercado para lavarse en los charcos existentes en el cauce del río. Sin complejos alguno se desnudan, en muchos casos de cuerpo entero, realizan su aseo y de paso aprovechan para refrescar sus cuerpos después de un largo camino y luego, debidamente acicalados, se dirigen posteriormente al mercado.
Aprovechamos antes que anocheciera para volver al hotel en Key Afer.  Mientras cenábamos analizamos los días que nos quedaban y hasta qué posibles destinos podíamos llegar. Tenía en plan llegar hasta Omorate y pasear por el río Omo para visitar algunas aldeas cercanas pero nos aconsejaron desistir porque habría que alquilar un 4x4 porque es difícil moverse y no hay donde quedarse a dormir a no ser que se vaya con tienda de campaña y provisiones.
Así pues, decidimos abandonar el Sur del país y comenzar y dirigirnos nuevamente a Arba Minch.

Se nos acaba el viaje por el Sur de Etiopía. Llevamos 12 días y apenas hemos podido ver mucho de esta parte del país. No podemos dedicarle más tiempo si queremos estar el 30 de noviembre en Aksun para ver una de las fiestas religiosa mas importante de Etiopía.
Sin duda alguna, si se quiere viajar por el Sur de una forma económica, es decir el transporte público, hay que estar al menos tres semanas para poder acceder con suma tranquilidad a los poblados que habitan esta zona. De lo contrario, bastaría solamente con alquilar un 4x4 con chofer y guía para hacerlo todo en 10 días como hacen la mayoría de los turistas que hasta aquí se acercan. Y pagar muchísimo dinero, claro!!
El Valle del Omo permanecía hasta hace muy poco fuera de los lugares de acceso sencillo en Etiopia, porque sus carretera de piedra y tierra no era fácil de atravesar, por lo que era obligatorio acudir a las agencias turísticas para poder llegar hasta allí.
El número de turistas está aumentando muy rápidamente y esta tendencia probablemente continuará desde que las carreteras de todo el valle están siendo pavimentadas, y es más accesible también durante la época de lluvias.
Sin embargo, el turismo aquí es más evidente que en otras partes del mundo y sin duda alguna el impacto se ha sentido con mucha fuerza en sus gentes que aún detentan unas singulares tradiciones ancestrales. Es por eso que todo el mundo quiere visitar esta parte del país. 
En su mayoría son turistas adinerados, de edad avanzada, que viajan en modernos 4x4 climatizados. Vienen por una semana y apuntan sus cámaras sin decoro alguno directamente a las caras de esas personas que siguen viviendo como en tiempos prehistóricos. 
Y todo lo que quieren el uno del otro es una foto a cambio de 5 Birr / 50cts.. Esto ha llevado a un agobio sin precedentes. El "One foto, Five Birrs" omnipresente es hoy día un negocio sin miramiento. Ambos se benefician a su manera.
No se puede pasear sin que alguien se acerque pidiendo ser fotografiado por dinero. Desgraciadamente es la única interacción con algunos pueblos (Mursi, Dasanech, Arbore…) y las visitas se puede convertir en un exasperante agobio.
Nunca antes se había estado tan preocupado por la huella que dejan los turistas en una región tan lejana. Es el choque completo de culturas. Es la vorágine fotográfica, de presumir de viaje enseñando sus “trofeos”: ¡¡fotos, fotos fotos!!
El circuito clásico fotográfico del Valle Bajo del Omo que vienen realizando desde hace tiempo las agencias casi siempre comienzan desde Addis Abeba hacia Arba Minch (comunidad Dorze, Chencha y Lago Chamo) continúan hacia Karat-Konso (comunidad Konso), Arbore (comunidad Arbore), Turmi (comunidad Hamer y sus ceremonias del Salto de los toros), Dimeka (comunidad Banna),  Key Afer (comunidades Banna y Hammer) y Jinka (comunidades Ari, Mursi, el Parque Nacional de Mago) y Omorate (comunidad Dasanech),
Muchas veces las largas jornadas de 6 - 7 horas por día en el vehículo son soportadas por turistas dispuestos a disparar sin ton ni son cientos y cientos de instantáneas. De colocarlos en muchas ocasiones en línea como si de un zoológico se tratara.

Al pensar en el valle del Omo siempre permanecerá en nuestra memoria:
Carreteras de tierra y cientos de kilómetros de otras en construcción,
Grandes rebaños de ganado omnipresentes en todas las carreteras,
La enorme variedad de pueblos, culturas y formas de vida tradicionales,
Los vecinos que recorren larguísimas distancias al siguiente pueblo o al mercado semanal,
Mujeres que llevan pesadas cargas a sus espadas durante horas y horas,
Los Mursis fuera de sus aldeas comprando y relacionándose apaciblemente en los mercados,
“Disfraces” para sacar dinero a los turistas, y que para algunas etnias se ha convertido en una fuente de ingresos como complemento para sobrevivir.
El mercado banna en Key Afer, donde a los grupos étnicos le importaba poco nuestra presencia,
La ceremonia del Salto de los Bueyes, una atrayente experiencia, pero también dura,
La falta de tiempo para continuar viajando más al Sur y navegar por el río Omo.

Nuevamente en Arba Minch, haremos noche y continuaremos el viaje esta vez hacia el Este, con destino Harar. Intentaremos llegar en guagua haciendo los transbordos necesarios y si que hay que hacer noche en algún lugar estar preparado para ello. Las carreteras son un cúmulo de sorpresas y por allí debemos pasar para llegar a nuestro próximo destino.
Mientras, ordenamos las fotografías en un Cíber. Y las ideas.