El lunes no nos levantamos tan temprano como habíamos
planeado y perdimos la ocasión de viajar directamente en guagua hasta Sashemene, por lo que tuvimos que esperar a coger
otra que nos llevara a Sodo (45B.), una "ciudad cruce" a medio camino, y desde allí un MiniBus hasta Hawasa (50B.), nuestro siguiente destino. Algo más de 8h. en total que se nos hizo pesado, porque hasta ese momento nunca habíamos estado mucho tiempo en las estaciones esperando
transporte.
Al llegar a Hawassa no teníamos claro en que lugar hospedarnos así que Noelia se quedó en la estación con las mochilas mientras yo iba en busca de un hotel.
No fue complicado encontrar uno con disponibilidad de habitación, el hotel Hawasa Lewi (250B.), cerca de la estación de guaguas nos resultó bastante apropiado, así que dejamos las mochilas y salimos en busca de aventuras por sus calles.
La avenida principal está llena de puestos de frutas donde se puede tomar sabrosos zumos de fruta natural (el de aguacate es espectacular!, y no menos el de papaya) y la cantidad de terrazas que hay da una idea de lo vibrante a primera vista que puede ser esta ciudad.
Al llegar a Hawassa no teníamos claro en que lugar hospedarnos así que Noelia se quedó en la estación con las mochilas mientras yo iba en busca de un hotel.
No fue complicado encontrar uno con disponibilidad de habitación, el hotel Hawasa Lewi (250B.), cerca de la estación de guaguas nos resultó bastante apropiado, así que dejamos las mochilas y salimos en busca de aventuras por sus calles.
La avenida principal está llena de puestos de frutas donde se puede tomar sabrosos zumos de fruta natural (el de aguacate es espectacular!, y no menos el de papaya) y la cantidad de terrazas que hay da una idea de lo vibrante a primera vista que puede ser esta ciudad.
Pero antes de perdernos queríamos tener en mano los billetes de avión desde Harar hasta Aksum porque
queríamos estar unos días antes del 30 de
noviembre que es cuando se celebra la festividad de Sta. María de Zion, un acontecimiento que concentra a miles de
peregrinos de todo el país, y no queríamos perder la oportunidad de estar allí. Así pues nos dirigimos
a la oficina de Ethiopian Airlines
que se encuentra cerca del hotel. Como hemos entrado al país con esta compañía "lo gratifican" ofreciendo los vuelos internos más baratos ya que los extranjeros pagan el doble
que los locales por los mismos trayectos. Sin embargo, no tuvimos suerte de
poder cuadrar las fechas. Desde Dire Dawa, la ciudad más próxima con aeropuerto a Harar, hay que volar primeramente a Addis Abeba y desde allí a Aksum, pero llevaban semanas vendidos todos los del segundo trayecto, por lo que tuvimos que
comprar uno desde Addis Abeba a Mekele y desde
allí ir en guagua a Aksum. Bueno, por
lo menos podíamos estar a seguro que estaríamos en las fiestas aunque costando un poco más de esfuerzo y tiempo llegar.
Hawassa, también
conocida como Awasa o Awassa, es una ciudad a 275kms. al Sur de
Addis Abeba, a 1.665mts. sobre el
nivel del mar situada a orillas del lago Hawasa.
De clima agradable, comentan los vecinos que ha tenido un muy rápido
crecimiento. Lo que era hasta hace poco una pequeña ciudad agrícola, se ha
convertido en una potencia económica y turística –principalmente local- con
numerosos centros comerciales con pequeñas tiendas, enormes hoteles y restaurantes que
se esparcen por toda la ciudad. Tiene una población de aprox. 150.000 personas
de 50 diferentes grupos étnicos como Amhara, Gurge, Hadya, Kambata, Sidama, Oromo, Tigray y Wolayta.
En el centro de la ciudad destaca por su tamaño y por su
cúpula color oro la iglesia Ortodoxa San
Gabriel en cuyo interior se encuentran hermosos murales de colores.
Algunas otras confesiones cristianas están también representadas
en Hawassa como las iglesias
protestantes, católicas, evangélicas y pentecostales, mientras que hay muchos
musulmanes que se reúnen para orar en las diversas mezquitas.
Es la ciudad más grande del Rift etíope,
pero no es agobiante aunque durante el día haya bastante tráfico debido a los miles de Bajajis que circulan por estas calles. Sin embargo al atardecer se convierte en una ciudad agradable, animada y
colorida con mucha gente paseando. La avenida principal adornada con altas palmeras se llenan de estudiantes
de la universidad cercana, de vendedores callejeros y
limpiabotas a mansalva. Aquí muchos se dedican a hacer negocio con lo que
pueden.
La avenida que atraviesa el centro acaba en el dique del lago Hawassa, donde se puede alquilar
un bote de remos o lancha a motor para observar las puestas de sol o visitar
algunos hipopótamos que habitan no muy lejos de allí.
Debido a una inundación que tuvo lugar algunos años atrás
fue construido un dique para proteger de más daños a las edificaciones
cercanas y se creó un sendero de pocos kilómetros a lo largo del lago en el cual se puede observar las aves acuáticas que aquí habitan, como los Martines pescadores, los Marabús y los Pelícanos. Al atardecer es un lugar de
encuentro muy popular para la gente joven y siempre está animadísimo ya que vienen a ver las puestas
de sol que son sencillamente encomiables, como así nos sucedió.
En esta parte del lago se encuentran restaurantes tipo chozas donde se puede degustar pescado frito (>60B.), comida local y disfrutar de la música.
El lago Hawassa es el más pequeño de los lagos del Valle del Rift, con una superficie de 9.000 hectáreas, s e
ha formado en un antiguo cráter volcánico, rodeado por colinas, su agua es saludable y está llena de
peces, pero también es el hogar de varios grupos de hipopótamos tanto cerca del
Parque Amora Bedel donde se
encuentra el Mercado del Pescado (algo más al Sur-Oeste) y el Parque Tikur Woha (al Norte). Para la observación de las diferentes especies de aves es necesario el alquiler de embarcaciones que se lleva a cabo en el muelle del dique, en el hotel Lewi Resort, o en el Parque Amora Bedel.
La población local que no tiene agua en casa la utiliza para lavarse allí mismo.
La población local que no tiene agua en casa la utiliza para lavarse allí mismo.
Un poco más al Sur
del dique, se encuentra el Mercado del Pescado
(Asa Gebeya), un característico mercado con
chozas donde preparan principalmente pescado frito y sopa de pescado fresco. Todas
las mañanas llegan los pescadores con sus botes de madera repletos de tilapia, peces gato y otros peces que dan testimonio de la riqueza de estas
aguas. Los llevan a la lonja y ahí mismo lo cortan en filete para venderlo.
La larga fila de barcos apostados en la orilla llenas de redes
junto a la enorme cantidad de pelícanos que allí se apostan ofrece una hermosa
visión que choca con la suciedad que rodea todo el entorno. Las cabras y las
ovejas errantes pastando es también un fenómeno en el lugar. Los restos del
pescado son lanzados a la orilla y los pelícanos y otras aves se encargan de
alimentarse de ellos.
No es necesario pagar nada para visitar el mercado. Incluso se puede acceder atravesando por algunos agujeros de una barrera de maderos al parque adyacente,
bajo el monte Debre Tabor -desde su
cima hay hermosas vistas sobre el lago- para observar algunos hipopótamos que suelen estar dentro del agua por esa zona.
El siguiente día lo empleamos para visitar el mercado y la
ciudad de Sashemene, cuna del
rastafarismo etíope. Era martes y observamos algo de movimiento pero no tanto como
los lunes y jueves que dicen que el mercado
de Hawassa se transforma en un colorido pero polvoriento mercado. Aquí se
puede comprar casi cualquier cosa: muchas verduras y frutas variadas, especias, frijoles, diferentes tipos de granos, mantequilla, ropa nueva y usada, zapatos, ollas, sartenes, calderos y cachivaches chinos, carbón, leña y una zona para el ganado, destacando especialmente los puestos de cerámica, cestas y bolsas de mimbre, y vestidos tradicionales.
Tras la visita, por la tarde nos dirigimos en MiniBús a Shashemene (10B.), a 15kms. al Norte de Hawassa, un importante
cruce de carreteras, donde se encuentra esta desordenada y ruidosa ciudad, con una
elevación de 1.700mts. y una población de aprox. 125.000 habitantes. Nuestro
único interés aquí es visitar a la comunidad rastafari instalada en unos terrenos donados en 1948 por el emperador Haile Selasie I a toda la diáspora africana (antiguos esclavos y activistas de los derechos de los negros en las Américas) que quisiera volver a África, en agradecimiento al apoyo recibido por la lucha contra las tropas italianas (1935-41).
Aunque nos costó bastante hacernos entender con los conductores de bajajis al decirles que queríamos ir al
templo rastafari "Shashemene Nyabinghi", (al
igual que lo complicado que nos está costando hasta el momento hacernos
entender al decir los nombres de las comidas locales que queremos comer), pudimos subirnos a uno
que nos dejó en el Jamaican Safar (barrio jamaicano en Amharic), uno de los barrios de Shasha, como ellos lo llaman, justamente en el Museo
Black Lion -dedicado a la historia de los primeros pobladores jamaicanos
que se asentaron en esta parte del país, pero que se encuentra cerrado desde
2015 tras el fallecimiento del líder de la comunidad que lo estableció-. Nada más bajar se nos acercaron varios jóvenes para ofrecerse de guías pero le dijimos
que no era necesario. En seguida nos dejaron, y me extrañó mucho porque este
barrio y parte de su gente (los rastafaris) tienen muy malos comentarios entre los viajeros que
lo han visitado.
Nos sentamos en una cafetería para observar el movimiento de los habitantes de Shashamane pero no vimos nada diferente que no fuera la normal marcha de un pueblo etíope, nada de rastafaris, ni la vida en esta zona gira en torno al reggae, así que decidimos caminar por las callejuelas a ver si nos encontrábamos con algunas sorpresas.
Lamentablemente no pudimos ver mucho porque todas las viviendas están detrás de altos muros, solo accesibles por una pequeña entrada. Visitamos su templo circular Shashemene Nyabinghi, aún en construcción, asociado con la comunidad Shashemene Nyabinghi pertenecientes a las sectas mas antiguas, llamada así después de que una reina y líder espiritual de Uganda incitara a la famosa rebelión contra los colonos británicos.
Nos sentamos en una cafetería para observar el movimiento de los habitantes de Shashamane pero no vimos nada diferente que no fuera la normal marcha de un pueblo etíope, nada de rastafaris, ni la vida en esta zona gira en torno al reggae, así que decidimos caminar por las callejuelas a ver si nos encontrábamos con algunas sorpresas.
Lamentablemente no pudimos ver mucho porque todas las viviendas están detrás de altos muros, solo accesibles por una pequeña entrada. Visitamos su templo circular Shashemene Nyabinghi, aún en construcción, asociado con la comunidad Shashemene Nyabinghi pertenecientes a las sectas mas antiguas, llamada así después de que una reina y líder espiritual de Uganda incitara a la famosa rebelión contra los colonos británicos.
Los Nyabinghis se
adhieren al pensamiento de la no-violencia y el vegetarianismo, incidiendo en
su creencia de que solo Jah
(dios-padre) tiene el derecho de quitar la vida o destruir, y ellos también
claman que Haile Selassie está aún
vivo en un lugar secreto de Etiopia.
En su pequeño museo donde se puede observar interesantes
artefactos, incluyendo unos tambores
nyabinghis, hay pinturas, fotos, escritos, frases y un sin fin de motivos
recordatorios del emperador al igual de pinturas y fotos de Bob Marley, líder también de los rastafaris del mundo. En 1978 Bob Marley también tuvo la oportunidad de visitar Shashamane pero el gobierno marxista de Mengistu Haile Mariam no le permitió estar más de una semana.
No se paga entrada pero piden una donación por la visita y otra por las explicaciones. Cuando le pregunté porque no se escucha música reggae, ni siquiera en el templo, nos respondieron que el reggae es parte de la cultura de "Babilonia" (se refería a cualquier forma de vida relacionada con la modernidad, al capitalismo y al comunismo, oponentes por antonomasia a la vida espiritual que promueven los rastafaris) y que sólo el Nyahbinghi es música.
No se paga entrada pero piden una donación por la visita y otra por las explicaciones. Cuando le pregunté porque no se escucha música reggae, ni siquiera en el templo, nos respondieron que el reggae es parte de la cultura de "Babilonia" (se refería a cualquier forma de vida relacionada con la modernidad, al capitalismo y al comunismo, oponentes por antonomasia a la vida espiritual que promueven los rastafaris) y que sólo el Nyahbinghi es música.
Las 500 hectáreas
iniciales cedidas por Haile Selassie I, el último emperador, fueron confiscadas y nacionalizadas cuando
el gobierno de Mengistu derrocó al emperador en 1974. Y a
pesar de que muchos decidieron volver a Jamaica o Estados Unidos,
otros repatriados se quedaron. Pero la vida ha resultado difícil en la tierra prometida y hoy en día muchos rastas conviven con el resto de etíopes con los pasaportes caducados sin ser reconocidos como etíopes (o Habesha), sin el derecho al trabajo o a tener una educación adecuada a pesar de hablar y escribir perfectamente el Amharic, la lengua nacional.
Quieren ser identificados no como jamaicanos, sino etíopes rastafaris. Los niños nacidos aquí están clasificados como apátridas, no les permiten su identificación ni de Etiopía ni de los países que vienen sus padres, así que se encuentran en un limbo. A pesar de los problemas de la comunidad algunos de rastafaris continúan siendo repatriados desde todo el mundo a este país. Aunque son optimistas sobre el futuro de la comunidad ellos dicen que “el reino de los rastafaris sobrevivirá para siempre, porque el futuro les pertenece solamente a ellos, y continuarán luchando por sus derechos”. Aquí se reúnen comunidades rastafaris locales y extranjeras, se estima que aproximadamente 1.000 viven en Etiopia, y dicen que están aquí para quedarse.
Al atardecer, de vuelta al lago Hawassa, apenas pudimos disfrutar nuevamente de la puesta de sol
porque comenzó a llover. Caminamos un poco por el sendero del lago y terminamos
cenando nuevamente en otra cabaña-restaurante “pescaito frito”.
De vuelta al hotel entramos en una terraza donde había
música y gente bailando. Estaba llena y nos tuvimos que situar en una de las
barras. Bailamos con ellos, bebimos cervezas y pasamos una agradable velada al
ritmo de la música etíope.
Al siguiente día temprano acudimos a la estación de guagua
para dirigirnos hasta Adama (80B.) otro importante cruce de
carreteras para continuar nuestra ruta hacia el Este, dirección Harar.
Esta vez tuvimos que esperar casi dos horas que se llenara.
La carretera dirección Norte que pasa entre los lagos Shalla, Langano, Abijata y Ziwai está en buenas condiciones hasta el pequeño poblado Mojo, importante bifurcación con la
carretera del Este que llega hasta
la frontera somalí. La guagua nos dejó junto a otra en Adama, pasamos rápidamente las mochilas y continuamos el trayecto hasta Awash Saba. Como aún quedaban siete horas de carretera para llegar a Harar, nuestro próximo destino, decidimos
quedarnos en este pueblo de carretera para hacer noche. Tras examinar varios hoteles nos hospedamos en el hotel Meridian (200B.), al borde de la carretera.
Con una elevación de 900mts. y una población aprox. de 18.000 habitantes, se encuentra a 215kms. de Addis Abeba. Se trata más bien de un polvoriento pueblo de carretera donde paran una gran cantidad de camiones para ser reparados pues allí hay muchos talleres instalados para tal efecto. Esta carretera bifurca con la que va dirección Noreste hacia el puerto de Djibouti, pulmón de la economía de Etiopía por tener acceso al mar. Todas las ciudades y pueblos a lo largo de esta ruta (Awash Arba, Gewane, Mille, Logia, Serbo…) son paso de enormes camiones de mercancías y están todas desprovistas de encanto.
Con una elevación de 900mts. y una población aprox. de 18.000 habitantes, se encuentra a 215kms. de Addis Abeba. Se trata más bien de un polvoriento pueblo de carretera donde paran una gran cantidad de camiones para ser reparados pues allí hay muchos talleres instalados para tal efecto. Esta carretera bifurca con la que va dirección Noreste hacia el puerto de Djibouti, pulmón de la economía de Etiopía por tener acceso al mar. Todas las ciudades y pueblos a lo largo de esta ruta (Awash Arba, Gewane, Mille, Logia, Serbo…) son paso de enormes camiones de mercancías y están todas desprovistas de encanto.
Turísticamente Awash
destaca por ser lugar cercano al primer parque legalmente abierto
en el país, el Parque Nacional Awash,
creado en 1966 con el asesoramiento de la UNESCO , que situado en el valle
Kudu, abarca 756km2 y atraviesa el territorio de tres principales grupos
étnicos nómadas: los Afar, Itou y Kereyou. Allí se encuentra el volcán Fantalle que se eleva a más de 2.000mts.. Destaca un gran número y
variedad de especies salvajes, como de aves endémicas.
El hotel tiene una terraza frente al restaurante muy
apropiada para tomarse unas cervezas alejado del bullicio que se monta en la
carretera, porque la mayoría de los locales de comida y cafeterías al anochecer
se vuelve un sutil putiferio. Luces rojas, música de ambiente y chicas
sentadas esperando negociar. Hicimos un breve paseo tras la cena por la
carretera hasta que se acabaron las casas y regresamos al hotel. Nada que ver y mucho frío. Al día siguiente nos esperaba otro largo recorrido en guagua.
Por la mañana temprano nada más salir del hotel coincidimos
con un Minibus que decía dirigirse directamente a Harar.
Solo faltaban dos pasajeros para partir y parecía que estaba predestinado para
nosotros. Vaya suerte, pensamos. Sin dudarlo pusimos nuestras mochilas en la
vaca y subimos. La primera vez que me tocaba un asiento delantero!. Y la
primera vez que nos gozamos una velocidad tan endiablada. Cada
curva que cogíamos, una gota de sudor que me caía!. Sin duda alguna el chófer estaba "colocado", posiblemente de Khat, la planta narcótica preferida por los etíopes.
A pocos kilómetros cruzamos el río Awash, todavía visible a la derecha del puente viejo ferroviario
que cruza magníficas gargantas. Un nuevo puente es parte de la construcción
del proyecto de la nueva línea ferrocarril entre Addis Abeba y Djibuti que
entrará en funcionamiento posiblemente el próximo año.
La carretera sigue el antiguo trazado del ferrocarril a su
derecha, pasamos los pueblos de carretera
Asebot y Mieso, -a 20 kilómetros de este
último hay un famoso enclave monástico que alberga las iglesias de San Samuel y la Trinidad , sobre la
cumbre de la montaña con vistas a la depresión
de Afar- y los bosques de la Reserva Forestal Dindin.
Esta carretera que continúa dirección Este conduce a los límites de las fronteras de Somalia y Djibouti.
Cerca del cruce con Abse
Teferi, a mitad de camino nos hacen bajar para que subamos a otro Minibus
que también dicen van a Harar. ¿Entonces?, al que subimos primeramente… ¿donde iba? Pues hasta donde los
pasajeros lleguen. Continuar con el vehículo con pocos pasajeros no es negocio
para el chófer, así que traspasa los pocos que quedan a otro vehículo que vaya en esa dirección. Cuando esto sucedió el nuevo transporte estaba vacío así que
durante más de treinta minutos estuvimos esperando que fueran apareciendo.
Aprovechamos para desayunar en uno de los puestos instalados al borde de la
carretera. Alguien nos invitó, no sabemos si por buen rollo o porque comprendió
nuestra situación. Concluido, tan sólo éramos 8 por lo que subimos al vehículo y comenzamos a dar varias vueltas en busca de más pasajeros, para continuar la ruta prevista.
Mientras avanzábamos poco a poco nos aparecía un paisaje desierto donde la vegetación va decrececiendo
hasta convertirse casi inexistente, con la excepción de unos pocos oasis verdes.
Se ven pasar constantemente camiones cargados de mercancías que
vienen de la frontera de Djibouti.
La carretera avanza entre curvas y crestas, a través de montañas de magníficos contornos, pequeños pueblos de casas de adobe y alguna de piedra con techos corrugados y de apacible actividad, mercados vacíos porque no era su día principal y algún que otro con bastante actividad, y la oportunidad de gozarnos hermosos paisajes sobre la pendiente del valle del Rift, donde aparecen rebaños de camellos y alguna que otra caravana de burros cargados a tope. Atravesamos los lagos Adele y Alemaya, contemplamos las fértiles tierras donde se cultiva uno de los mejores granos de café del mundo y las laderas circundantes con enormes plantaciones de khat, las famosas hojas narcóticas que tanto mastican los etíopes.
Dejamos el cruce de Dire
Dawa a la izquierda y nos adentramos en la parte más musulmana del Etiopía, entrecortada por profundas
gargantas y una gran meseta rodeada por desierto y sabana, hasta llegar definitivamente a Harar, la ciudad amurallada (Harrar Jugal), o ciudad independiente.
Concluimos en su convulsiva estación de guaguas, a pocos
metros entre la Puerta de Harar y la Puerta Shewa , donde un
tumulto de gente se movía buscando el transporte correspondiente.
Nos encontramos a 526kms. de Addis Abeba, con una elevación de 1.856mts. y una población de aprox. 160.000 habitantes. Esta ciudad es conocida como la cuarta ciudad más santa del Islam y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hospedarse en una casa
tradicional harari en el corazón de la ciudad vieja entre muros es casi un
deber para los foráneos. Nuevamente, para facilitarme la búsqueda entre el
enjambre de callejuelas, Noelia se
quedó con las mochilas.
No fue sencillo al principio, pero gracias a los vecinos que
me vieron algo perdido me indicaron la dirección exacta del hostal Zubayda Waber (400B.) donde nos queríamos quedar estos tres días que hemos pasado aquí.
Esta "casa de
huéspedes", a pocos metros de la Puerta de Shewa lo lleva tres ancianas de muy poca amabilidad, tiene un patio interior con
cinco habitaciones, un baño-ducha, un lavabo y una solana. En el piso alto, al
menos, otra habitación. Tres de ellas se alquila al turista por 400B. y otra por 500B. por ser la única que tiene baño interior (precios exorbitantes
para lo que realmente son). Me ofrecieron la última habitación
rústica que tenían libre con dos camas pero sin baño.
Sólo una de las tres habitaciones
tiene acceso directo a un cuarto de baño con bañera. Tienen una habitación completamente decoradas con alfombras, cojines, cestos y cuadros de
pinturas tradicionales, donde preparan todos los días el desayuno, que está
incluido en el precio de la habitación, de té o café, miel local, mermelada, empanada
tradicional Harare y tortilla, para
el primero que se levante.
En esta ciudad también se puede encontrar otro tipo de casa tradicional,
la llamada “casa india” construidas
por los mercaderes venidos a Harar
después de 1887, una construcción rectangular simple con dos plantas y una
veranda con vista a la calle o al patio. Esta forma arquitectónica única en Etiopía es típica, característica y
original, y su disposición doméstica es diferente a la que generalmente se
pueden encontrar en los países musulmanes.
De los tres días que nos quedamos, dos llovió. Lo primero que hicimos una vez instalados fue dar un primer
paseo por ciudad vieja, observando las disposiciones de las calles y los puntos
de interés. No nos ha hecho falta ningún guía, con un mapa en condiciones todo
es muy sencillo de encontrar. Perderse no es un problema ya que todas las
calles van a dar a los muros que la rodean, o hacia el centro.
El laberinto de callejuelas empedradas (368 para ser más exacto), casas pintadas de
llamativos colores -aprox. 2.000 casas tradicionales harari-, cerca de 90 mezquitas -dos de ellas levantadas en el siglo X-, minaretes, más de un centenar de santuarios y tumbas, animados mercados al aire libre donde acuden las mujeres luciendo sus coloridos trajes y una fascinante arquitectura que recuerdan su pasado histórico es una muy diferente manera de vivir en sociedad hasta lo que ahora hemos visto. Aquí el Islam se entremezcla con el cristianismo sin problema alguno.
Los muros de hasta 5mts. de altura que circundan los 3,5kms. de perímetro de esta ciudad sagrada musulmana fueron
construidos entre los s.XIII y XVI como medida defensiva. Dispone de 6 puertas de entrada (beri), de las cuales cinco son originales del s.XVI. Por ellas entraban las caravanas venidas de infinidad de
lugares trayendo oro, marfil, tabaco, mijo, café, azafrán, miel y otros
productos, incluso esclavos capturados.
Varios mercados dan una imponente vida a Harar. Las culturas árabe y asiática se han unido desde siempre en este punto de África en sus bulliciosos mercados donde se ha negociado desde hace más de 1.000 años con ganado, incienso (etan), café, albahaca, todo tipo de cestas, cazuelas de barro y el Khat, las hojas estimulantes preferidas de los etíopes que aquí está considerada de las mejores del país aunque es muy adictiva. Esta es una ciudad entregada a la hoja narcótica. Originalmente consumido por musulmanes, que vieron en esta eufórica planta un apoyo para la oración, está generalizada en todos los estratos de población, desde los vendedores, sastres, joyeros, herreros, taxistas, policías..., todos trabajan con un montoncito de hojas que guardan en una bolsa de plástico, que van consumiendo poco a poco. Masticar sus tallos es legal en la mayor parte de África oriental y en la península arábiga. Exportan una gran parte de la producción a Djibouti, Somalia, Yemen e incluso a algunos países europeos donde la demanda está en crecimiento (Gran Bretaña y País de Gales). Sólo regiones muy ortodoxas como Tigri y Gondar, han prohibido el uso de esta planta considerada perturbadora.
Su cultivo y el comercio, ha suplantando poco a poco al del café. Los estudiantes lo mascan en tiempos de exámenes, los chóferes para conducir -muchos de ellos a velocidades como poseídos- y una gran cantidad de trabajadores para disminuir el dolor del esfuerzo. También es utilizada como entretenimiento.
Los hararis son conocidos también por la calidad de su artesanía, especialmente el tejido, la cestería y la encuadernación. A diario llegan a la ciudad campesinos de la etnia oromo con sus asnos cargados de maderos, caña de azúcar, tubérculos y todo tipos de bienes traídos de contrabando desde la vecina Somalia.
Varios mercados dan una imponente vida a Harar. Las culturas árabe y asiática se han unido desde siempre en este punto de África en sus bulliciosos mercados donde se ha negociado desde hace más de 1.000 años con ganado, incienso (etan), café, albahaca, todo tipo de cestas, cazuelas de barro y el Khat, las hojas estimulantes preferidas de los etíopes que aquí está considerada de las mejores del país aunque es muy adictiva. Esta es una ciudad entregada a la hoja narcótica. Originalmente consumido por musulmanes, que vieron en esta eufórica planta un apoyo para la oración, está generalizada en todos los estratos de población, desde los vendedores, sastres, joyeros, herreros, taxistas, policías..., todos trabajan con un montoncito de hojas que guardan en una bolsa de plástico, que van consumiendo poco a poco. Masticar sus tallos es legal en la mayor parte de África oriental y en la península arábiga. Exportan una gran parte de la producción a Djibouti, Somalia, Yemen e incluso a algunos países europeos donde la demanda está en crecimiento (Gran Bretaña y País de Gales). Sólo regiones muy ortodoxas como Tigri y Gondar, han prohibido el uso de esta planta considerada perturbadora.
Su cultivo y el comercio, ha suplantando poco a poco al del café. Los estudiantes lo mascan en tiempos de exámenes, los chóferes para conducir -muchos de ellos a velocidades como poseídos- y una gran cantidad de trabajadores para disminuir el dolor del esfuerzo. También es utilizada como entretenimiento.
Los hararis son conocidos también por la calidad de su artesanía, especialmente el tejido, la cestería y la encuadernación. A diario llegan a la ciudad campesinos de la etnia oromo con sus asnos cargados de maderos, caña de azúcar, tubérculos y todo tipos de bienes traídos de contrabando desde la vecina Somalia.
Paseamos por el exterior de los
muros que rodean la ciudad, una buena oportunidad de observar algunos aspectos
interesantes de esta ciudad. Fuera se encuentran
algunas tumbas de santos sufíes calificados como bellos edificios de
sencilla de construcción. Entre las más de cien tumbas destacan la del
emir Nur, que tiene una preciosa
cúpula pintada de color verde turquesa y un espacio para compartir el chat;
la de Said Ali Hamdogn, un
santo sufí del s.XII y la del jeque
Abadir, uno de los predicadores del Islam
más importantes de la región.
Estos santuarios reciben
visitantes de todos los lugares buscando soluciones para sus problemas y
enfermedades. Traen alfombras y madera de sándalo como regalos. Las tumbas son
centros de peregrinaje para aquellos que no se pueden permitir viajar a La Meca
al menos una vez en su vida..
El viejo mercado cristiano situado junto a la Puerta Shewa discurre desordenado entre intensos olores y puestos de incienso, especies, raíces, trozos leña..., es usado también para tomar café en su forma más ceremonial. Cerca, se recicla los trastos inservibles y la chatarra en mil utensilios útiles: barbacoas, cofres, baúles, muebles....
Los puestos abiertos a la calle principal ofrecen desde aparatos eléctricos y musicales (la mayoría traídos de contrabando desde Somalia) hasta trajes tradicionales. Y varios pequeños centros comerciales desde una amplia gama de móviles a restauración. Por las calles que discurren junto a los muros se encuentran numerosas tiendas con un gran ajetreo diario de compradores venidos de todas partes.
La puerta principal de entrada Puerta Harar (o Duke Beri) da acceso de Oeste a Este hasta la Puerta Erer (Argob Beri), es junto a la Puerta Shewa (o Asmaddin Beri) las principales calles con posibilidad de circulación de vehículos. Las tiendas, cafeterías y los edificios importantes, se encuentran en la calle que atraviesa la Puerta Harar.
El gran mercado o Gidir Megala , a veces referido como mercado islámico se encuentra en el cruce de los principales callejones del interior, y es quizás uno de los mercados más animados del país. Pero su característica más conocida es la manera que las águilas allí esperan ser alimentadas. Los carniceros se ahorran tirar los restos a la basura. Los lanzan a la calle y estas aves como locas saltan a pillarlos. Incluso se puede ofrecer con la mano, que con perfecta habilidad lo cogen al vuelo.
Junto a la gran mezquita al-Jami, en el corazón de la ciudad vieja se puede comprar el famoso café Harar (150B. el kilo). Este café de fuerte sabor es mundialmente conocido por ser uno de los mejores.
Los puestos abiertos a la calle principal ofrecen desde aparatos eléctricos y musicales (la mayoría traídos de contrabando desde Somalia) hasta trajes tradicionales. Y varios pequeños centros comerciales desde una amplia gama de móviles a restauración. Por las calles que discurren junto a los muros se encuentran numerosas tiendas con un gran ajetreo diario de compradores venidos de todas partes.
La puerta principal de entrada Puerta Harar (o Duke Beri) da acceso de Oeste a Este hasta la Puerta Erer (Argob Beri), es junto a la Puerta Shewa (o Asmaddin Beri) las principales calles con posibilidad de circulación de vehículos. Las tiendas, cafeterías y los edificios importantes, se encuentran en la calle que atraviesa la Puerta Harar.
El gran mercado o Gidir Megala , a veces referido como mercado islámico se encuentra en el cruce de los principales callejones del interior, y es quizás uno de los mercados más animados del país. Pero su característica más conocida es la manera que las águilas allí esperan ser alimentadas. Los carniceros se ahorran tirar los restos a la basura. Los lanzan a la calle y estas aves como locas saltan a pillarlos. Incluso se puede ofrecer con la mano, que con perfecta habilidad lo cogen al vuelo.
Junto a la gran mezquita al-Jami, en el corazón de la ciudad vieja se puede comprar el famoso café Harar (150B. el kilo). Este café de fuerte sabor es mundialmente conocido por ser uno de los mejores.
El siguiente día amaneció
lloviendo por lo que apenas pudimos hacer nada por lo que lo dedicamos a lavar
la ropa. Sorprendentemente apenas quedaba agua en la vivienda. Para el precio
que pagan los turistas por estas habitaciones todo deja mucho que desear.
A diario los mendigos se acercan a la casa
a pedir limosnas. Como es preceptivo en el Islam, a los desfavorecidos hay que ayudarlos cuando lo piden. Y
más sorpresa, apenas les daban a cada uno una moneda casi sin valor. Con lo que
ganan las viejas estas!!
A media mañana, poco antes de salir a pasear, nos pidieron que
cambiáramos de habitación por la de al lado, con baño pero más pequeña y con una cama, por el
mismo precio que habíamos pagado, porque llegó una pareja con un niño chico y les interesaba hospedarlos en nuestra habitación que tiene dos camas.
No nos importó pero tuvimos que pasar todo de una a otra.
En ese momento la lluvia era
mas suave por lo que decidimos salir a pasear bajo el paraguas. Incluso muy mojada esta ciudad es extraordinaria. Perderse
por sus callejuelas entre tantas casas que derrochan vivos colores,
sus antiguas edificaciones, su mercado que desprende mil aromas, su gente… es la razón de venir hasta aquí.
Sin embargo, la ciudad nueva que se encuentra fuera de la
muralla no tiene nada de especial. Las calles son anchas, hay muchos edificios
“de cristal” que desvirtúan el encanto de Harar. La avenida principal, que la están ampliando en la
distancia, conduce a la plaza Feres
Magala donde se encuentra la iglesia ortodoxa Medhane Alem (Salvador del Mundo),
construida en tiempos del emperador Menelik
en el lugar que ocupaba la antigua mezquita de los egipcios. Poco hay que ver
ahí fuera.
La segunda mañana nuevamente nos sorprenden las rancias diciéndonos
que debíamos abandonar la habitación porque venían otros clientes que se iban a
quedar varios días porque tenían reserva desde hacía un mes (?). No lo podíamos
creer. Ni la creímos, pero prefería otros turistas que venían por unos días más!!.
Pues éste es el negocio que hacen estas mujeres. Además de unos precios por
habitación impropios, tienen muy poca consideración y mucho desprecio a los clientes. Bisnosas!!
El cabreo no nos lo quitaba nadie. Ni los turistas que se
quedaban en las otras habitaciones entendían la situación. Tuvimos que
abandonar el hostal y buscar otro, bajo la lluvia, para esa última noche que
íbamos a pasar en Harar.
Noelia fue más audaz
y en vez de pagar 800B. por las dos noches
como habíamos acordado le dio 600B. por
su falta de palabra, muy a pesar de la vieja que la dejó hablando sola.
Por medio de un familiar conseguimos habitación en el hostal
Zahida, cerca de la Puerta Erer, justo en el otro
extremo de la ciudad. Evidentemente con el cabreo que teníamos ofrecimos 300B. (sin desayuno) si les interesaban que nos quedásemos
esa noche. Aceptaron.
Aún así 300B. por
dormir en esas casas seguimos pensando que es un disparate pues no los valen. Si
ese dinero fuera a la comunidad no nos importaría, pero es que se lo queda la
familia. Las habitaciones son viejas, están muy deterioradas y el servicio que dan a cambio
es mísero. De cualquier manera los hoteles económicos fuera de la vieja ciudad
tampoco son atrayentes.
Lo simpático fue oír a nuestros vecinos cuando los encontramos
en el mercado que los turistas que se iban a quedar en nuestra habitación al
final no quisieron quedarse y se marcharon a otro hostal!!. Sacamos cuentas y
por egoístas dejaron de ganar en un solo día 700B.!! (los 500B. de la habitación y los 200B. que no le dimos).
En los muros que rodean la ciudad aún quedan algunos agujeros en la parte baja lo suficientemente grande para que pasaran hace años las hienas que han habitado desde siempre por los alrededores, consideradas durante mucho tiempo los verdaderos carroñeros nocturnos de la ciudad. Dicen que era una invitación que les hacían para que pasaran a la ciudad a alimentarse y no atacasen el ganado. Pero desde 1950 las están alimentando en el exterior de la ciudad vieja en varios puntos diferentes.
Al atardecer, junto a otra viajera fuimos a ver ese acontecimiento tan característico de Harar, cuando la noche comienza a caer -después de la última llamada a la oración-. Alquilamos entre los tres un bajaji (200B.) y acudimos a un punto no identificado saliendo por la puerta norte (Puerta Felana). No muy alejado, en uno de los tantos barrios, un grupo de vecinos apostados en un muro esperaban la aparición de los turistas para ofrecer el negocio al que se dedican: dar de comer a las hienas los desperdicios de las carnicerías con un palo. Por 100B. por curioso ofrecen incluso la oportunidad de darles personalmente de comer.
Al atardecer, junto a otra viajera fuimos a ver ese acontecimiento tan característico de Harar, cuando la noche comienza a caer -después de la última llamada a la oración-. Alquilamos entre los tres un bajaji (200B.) y acudimos a un punto no identificado saliendo por la puerta norte (Puerta Felana). No muy alejado, en uno de los tantos barrios, un grupo de vecinos apostados en un muro esperaban la aparición de los turistas para ofrecer el negocio al que se dedican: dar de comer a las hienas los desperdicios de las carnicerías con un palo. Por 100B. por curioso ofrecen incluso la oportunidad de darles personalmente de comer.
Ante la llamada del hombre, el animal en cuestión se acerca con prudencia y coge el trozo de carne que le entrega enganchado en un palo o, a veces, hasta de su propia boca. Otras hienas
vienen a tomar parte en el festín, en un concierto de huesos rotos!. Este espectáculo es sin duda alguna intimidante pues se puede apreciar el poder de la potente mandíbula de estos depredadores que pueden llegar a pesar hasta80kgs .. Las linternas o las luces del bajaji ilumina tenuemente la continua interacción bestia y hombre.
Esta costumbre ha sido parte de las tantas supersticiones de esta ciudad. Una leyenda relata que durante una hambruna particularmente tenaz que afligía a la ciudad los habitantes temían que sus animales fueran presas de las hienas. Para conservar la armonía un hombre, inspirado por dios, hizo un pacto para mantenerlas fuera de la ciudad: ellos las alimentan y ellas nos atacan. Pero hoy día es un espectáculo rancio más para los turistas.
vienen a tomar parte en el festín, en un concierto de huesos rotos!. Este espectáculo es sin duda alguna intimidante pues se puede apreciar el poder de la potente mandíbula de estos depredadores que pueden llegar a pesar hasta
Esta costumbre ha sido parte de las tantas supersticiones de esta ciudad. Una leyenda relata que durante una hambruna particularmente tenaz que afligía a la ciudad los habitantes temían que sus animales fueran presas de las hienas. Para conservar la armonía un hombre, inspirado por dios, hizo un pacto para mantenerlas fuera de la ciudad: ellos las alimentan y ellas nos atacan. Pero hoy día es un espectáculo rancio más para los turistas.