El trayecto desde Konso
hasta Jinka en MiniBus (3h./140B.) se nos hizo bastante ameno ya que el heterogéneo paisaje recreaba generosamente
la vista. En medio tanta belleza africana y su exotismo, nos recreábamos a cada paso por diferentes tipos de poblados, por como vive la gente con pocos recursos aquí, por sus viviendas hechas de multitud de ramas, tierra o estiércol con el techo cubierto con paja u hojas secas de bananos. En todas las aldeas son las mujeres las que mantienen el control del hogar ya que ellos consideran vergonzoso realizar esa acción así que los hombres sólo se dedican a la actividad ganadera. Para lavar la ropa y coger agua, la gente va al río más cercano. Es bueno que el río esté cerca. En él también se hace vida social. Se lavan de cuclillas, desnudos o escondidos detrás de una roca.
Pasamos plantaciones de bananos (ensete), gente trabajando en pequeñas parcelas, aventando el grano o desgranando el maíz, bueyes girando sobre montañas de teff separando el grano de la paja, colmenas colgando de los árboles… incluso algunas bandadas de primates. Parece que en esta región no hay concepto del tiempo, y nadie está apresurado por nada. Vale la pena quedarse en cualquier zona poblada y disfrutar del ambiente.
Pasamos plantaciones de bananos (ensete), gente trabajando en pequeñas parcelas, aventando el grano o desgranando el maíz, bueyes girando sobre montañas de teff separando el grano de la paja, colmenas colgando de los árboles… incluso algunas bandadas de primates. Parece que en esta región no hay concepto del tiempo, y nadie está apresurado por nada. Vale la pena quedarse en cualquier zona poblada y disfrutar del ambiente.
Las carreteras a menudo se bloquean por camiones accidentados, por rebaños
de vacas, cabras o mulas, por el lento tráfico de enormes camiones con
remolques… Los vendedores, a un lado de la vía, junto a su aldea
hacen señas para que los vehículos se detengan y compren sus productos. Se
acercan veloces a ofrecer sus existencias: bananas, coles, manices, hojas de teff…. En ocasiones, los más pequeños rodean inmediatamente el MiniBus pidiendo comida o dinero. Y tan pronto como se abre la puerta o alguna
ventanilla introducen el brazo diciendo «Por favor, dame comida. I love you! ».…
Los Ari es el
grupo étnico mas numeroso en el sur del
Omo (aprox. 100.000 miembros), habitan principalmente en la frontera norte del Parque Nacional Mago ocupando un amplio territorio entre Konso y la carretera que lleva a Jinka.
Poseen grandes cantidades de ganado y son recolectores de miel que, normalmente, usan como moneda de cambio, complementando así sus fuentes de ingresos. En tiempos de abundante lluvia cultivan cereales, sorgo, mijo, teff, café, khat, frutas y verduras.
Considerados trabajadores laboriosos y buenos comerciantes, son menos dado a los atributos decorativos tan popular entre los otros grupos étnicos, ya que lo consideran futiles, aunque algunos tengan la costumbre de pintar sus chozas. Como los Dorze, sacan mucho partido del falso banano “ensete” del cual, de entre otras cosas, elaboran las faldas que lucen las mujeres Ari.
Poseen grandes cantidades de ganado y son recolectores de miel que, normalmente, usan como moneda de cambio, complementando así sus fuentes de ingresos. En tiempos de abundante lluvia cultivan cereales, sorgo, mijo, teff, café, khat, frutas y verduras.
Considerados trabajadores laboriosos y buenos comerciantes, son menos dado a los atributos decorativos tan popular entre los otros grupos étnicos, ya que lo consideran futiles, aunque algunos tengan la costumbre de pintar sus chozas. Como los Dorze, sacan mucho partido del falso banano “ensete” del cual, de entre otras cosas, elaboran las faldas que lucen las mujeres Ari.
Cuando nos detuvimos unos instantes en Key
Afer, casi a mitad de camino, en seguida se acercaron varios jóvenes ofreciéndose como guías. Nos
decían que ese día había mercado pero sabíamos que no era su día grande, por lo tanto poca gente asistiría a él. Son
los habituales de la zona, los que se buscan la vida enseñando el mercado y los
alrededores a los extranjeros.
Los controles policiales al paso de cada pueblo grande hacían
detenernos e identificarnos. Aquí nadie pasa sin ser controlado. A veces todos tienen que salir y algún agente se introduce en el interior inspeccionando los bolsos.
Durante el viaje conocimos a Marta y Christian, una
pareja de polacos que prácticamente desde Arba
Minch llevaban realizando el mismo recorrido que nosotros. En ningún momento
nos habíamos cruzado con ellos, hasta este momento.
Continuamos la marcha y seguíamos viendo imágenes aún mas llamativas: los hamer (o hamar) caminando por el borde de la
carretera con sus ganados, vistiendo con sus tradicionales faldillas de rayas y
el pecho descubierto. En la cabeza una especie de diadema con bolitas de
colores, con aspecto
guerrero armados con Kalashnikov en
sustitución de la lanza tradicional, cuidando que sus rebaños no sean atacados
por las fieras hambrientas.
Esas armas, objetos
de un intenso tráfico desde el vecino Sudán,
se han extendido de manera alarmante en la región, y con ellos los conflictos
tribales. En ocasiones se convierten en actos sanguinarios y las tribus reviven
su instinto guerrero durante ciertas disputas debido a robo o ajustes de
cuentas.
Nada más llegar a la estación de guaguas, junto a la
abandonada pista de aterrizaje de Jinka,
nos esperaba una serie de pseudo-guías a la caza del turista y así obtener una esporádica remuneración. El trabajo en este
país está muy mal y el turista es la única posibilidad de ganar algo de dinero
para subsistir.
Uno de ellos nos acompañó, sin pedírselo, hasta el hotel Hiyoa (200B.), al otro lado de la pista. Se nos adelantó y habló
primeramente con el propietario y cuando le preguntamos el precio nos pidió una
cantidad mucho más alta que el precio que yo tenía de referencia. Nuestra reacción fue negarnos pero enseguida nos pidió el precio real.
Nos instalamos en habitaciones contiguas y pedimos no ser
molestado para descansar un poco del viaje y poder planear un programa a seguir al siguiente día. Por
ejemplo, pasar el día recorriendo el Parque
Nacional Mago.
En la aproximadamente media hora que estuvimos en la
habitación no dejaban de acercarse otros guías ofreciéndonos varios tours por
la zona. Como aún no teníamos claro cómo lo queríamos hacer quedamos
con los polacos en vernos por la noche e intentar durante la tarde contactar con algunos guías locales para comparar los precios.
Un paseo por
los alrededores en busca de un Cíber para ordenar las fotos tomadas hasta el
momento, y escribir algo en el blog (1h.=60B!!, mas de 2€!!) y reconocer un poco esta localidad.
Jinka, a 810kms. de Addis Abeba, con una elevación de 1.490mts. (situada en un acantilado
rocoso) y una población de más de 28.000 habitantes está considerada como
la capital administrativa del valle del río Omo. Más que ciudad podría llamarse perfectamente pueblo. La mayoría de los
edificios son de una sola planta, sin embargo, hay varios hoteles y
discotecas de aceptable nivel. La pista de aterrizaje en desuso ahora es prácticamente una zona de pastoreo frecuentado por
manadas de todo tipo de animales.
Tiene un
importante mercado diario, punto de encuentro de algunas de las etnias de esta
región, al que algunos
asisten ataviados con sus prendas tradicionales. Se pueden encontrar al mismo tiempo varias representaciones de las tribus cercanas, incluso si son hostiles entre
sí. En los mercados los conflictos están prohibidos. Ante todo convierten en un acto
social.
Como habíamos
previsto, no tardamos en encontrarnos con los primeros mursis fuera de su entorno comercial (su poblado): estaban de compras y muy a lo suyo. Era nuestro momento, así que nos
acercamos para interaccionar con ellos. Y fue muy divertido. Noelia fue la que más disfrutó, viéndose en ocasiones rodeada por cinco o seis de ellos, intentando comunicarse de alguna manera entre risas y bromas y, paradójicamente, siendo ella en este caso el centro de atención.
Son
una comunidad que se caracteriza porque muchas de sus mujeres llevan sus
lóbulos y su labio inferior colgando para colocarse un platillo de madera o cerámica que portan
en ocasiones especiales como demostración de elegancia y prestigio. Para ello se
extraen varios incisivos inferiores con un
rudimentario punzón. Los platos tienen un rebaje para que se inserten en
el labio, por lo que se los pueden quitar y poner con suma facilitad. Además del
estiramiento deforme de los labios provoca problemas en el habla y dificultades
para comer y beber. Pero no siempre
tienen puestos esos adornos, por ejemplo aquí, en el mercado, no los usan y se
las pueden ver con el labio inferior colgando. Lucen llamativas escarificaciones en forma de herradura en sus cuerpos, que no
son otra cosa que cicatrices producidas por cortes en la piel.
Ellos también se hacen cortes en diversas partes del cuerpo y que por si mismos transmiten un mensaje de valor y virilidad que les hacen más interesantes ante sus mujeres. Los hombres se tatúan en el brazo derecho mientras que las mujeres lo hacen en el brazo izquierdo. Los considerados buenos guerreros tienen también sus muslos marcados.
Sus miradas son firmes, penetrantes y retadoras. Les gusta ir adornados de collares, y vestir una larga tela que le tapa todo el cuerpo.
Es la manera que ellos tienen de preservar los valores sociales heredados de un pasado ancestral y constituyen sus símbolos de distinción respecto a otras etnias.
Ellos también se hacen cortes en diversas partes del cuerpo y que por si mismos transmiten un mensaje de valor y virilidad que les hacen más interesantes ante sus mujeres. Los hombres se tatúan en el brazo derecho mientras que las mujeres lo hacen en el brazo izquierdo. Los considerados buenos guerreros tienen también sus muslos marcados.
Sus miradas son firmes, penetrantes y retadoras. Les gusta ir adornados de collares, y vestir una larga tela que le tapa todo el cuerpo.
Es la manera que ellos tienen de preservar los valores sociales heredados de un pasado ancestral y constituyen sus símbolos de distinción respecto a otras etnias.
He leído que para
muchos turistas tener contacto con los mursis
puede ser una experiencia poco agradable debido a que muestran su carácter
hostil hacia todo lo que es extraño a su cultura, pero en esta ocasión, aunque no nos entendíamos con ellos, nos animaban a ser fotografiados (previo pago, evidentemente), pero nuestra negativa no los molestó. Al contrario,
se sintieron mas libres de miradas, aunque en alguna ocasión pudimos tomar
algunas fotos en plena acción mercantil. La mayoría iban
descalzos, sin importarles incluso pisar el fango y los otros con las habituales sandalias de caucho negro fabricada de viejas ruedas recicladas.
En una ocasión observé a varios jóvenes trasladarse de un puesto a otro
insistentemente, un hecho que me llamó mucho la atención. Parecía mentira pero estaban intentando despistar a los vendedores para no pagar lo que
cogían. Incluso en otro lado del mercado alguno llegó a enfrentarse a un vendedor tras ser pillado
infraganti robando botellas de plástico vacías. La policía tuvo
que hacer ato de presencia para calmar los ánimos y resolver el problema.
Están considerados como una de
las tribus más feroces que quedan en el continente africano. Viven con lo mínimo imprescindible para
subsistir, pero no quieren más, como lo demuestra el hecho que les gusta estar
aislados, incluso de sus vecinos más cercanos, moviéndose en grupo de un lado a otro. Entre tanto, seguimos paseando por el mercado observando la cantidad de puestos y la enorme variedad de frutas y hortalizas que aquí se vende.
Por la noche
fuimos a tomar unas cervezas al hotel
Orit antes de cenar y nos
encontramos con Marta y Christian que nos avisaron que ya habían contactado con
un guía de Lalo Tours, para visitar
el Parque Nacional Mago. Por 3.500B. (a dividir entre los
cuatro) teníamos 4x4 con conductor a
nuestra disposición por medio día (aprox. 8
horas), aparte, habría que pagar el derecho de acceso al Parque (200B. p.p) y a un agente, o Scout (240B). Quedamos en la puerta del hotel a las 4:30 de la mañana para comenzar la excursión.
Todos los días, a primera hora, el muezzin de la mezquita cercana marca el comienzo de la
mañana con su canto.
Por una
carretera de tierra, en plena noche, accedimos al interior del Parque. Su paisaje de sabana herbosa y bosque abierto
semi-árido con acacias, higueras sicomoros y tamarindos de la India tiene un clima
cálido y seco, con temperaturas entre 24 ºC - 38ºC . En sus extensas praderas se puede llegar a encontrar hasta 56 especies
de mamíferos: búfalos, jirafas, elefantes… y en ocasiones, con mucha suerte es posible toparse con algún león, leopardo, cebra o el
pecular topi, un antílope que tiene
las patas traseras más cortas que las delanteras y una cornamenta anillada en
forma de lira abierta que es su distintivo más característico. Se ha llegado a
controlar hasta 277 especies de aves. Todo esto en una superficie de 2.162km2.
Directamente
nos dirigimos a la dependencia del Parque para recoger al guarda (o Scout) y obtener el permiso de entrada al interior pero estaba cerrado al turista porque
hacía muy poco que había habido una trifulca entre varias etnias. Incluso un grupo de turista con varios 4x4 estaban acampados junto al rió esperando que amaneciera para abandonar el lugar.
En vista de la imposibilidad de continuar la visita, el guía pretendía concluir allí mismo la excursión. Nos extrañó muchísimo que no estuviese informado previamente por otros guías o turistas de lo sucedido y llegamos a pensar que fue su intención el hacer un perfecto negocio redondo con nosotros. Ante esta contrariedad nos preguntó que hacer. Le dije que siendo guía y conocedor de esta zona nos propusiera un plan alternativo. El individuo no proponía nada así que sugerí visitar algún poblado Mursi de la zona. Todos teníamos claro desde un principio que no queríamos visitar ninguna aldea porque por desgracia, ésta es la tribu más pervertida por el turismo. Pero en ese momento nos encontrábamos sin otra alternativa, así que decidimos visitarlos pero si tomar fotos. Hay miles y miles rulando por interné. Solamente queríamos interaccionar con ellos en su medio. Para poder visitar sus tribus es indispensable pagar un derecho de visita (200B. p.p.) y un precio por sacarles fotos (5B. por disparo) y se debe tener especial cuidado de no tratar de "robar" las imágenes porque si se es pillado podría surgir un gran problema!.
En vista de la imposibilidad de continuar la visita, el guía pretendía concluir allí mismo la excursión. Nos extrañó muchísimo que no estuviese informado previamente por otros guías o turistas de lo sucedido y llegamos a pensar que fue su intención el hacer un perfecto negocio redondo con nosotros. Ante esta contrariedad nos preguntó que hacer. Le dije que siendo guía y conocedor de esta zona nos propusiera un plan alternativo. El individuo no proponía nada así que sugerí visitar algún poblado Mursi de la zona. Todos teníamos claro desde un principio que no queríamos visitar ninguna aldea porque por desgracia, ésta es la tribu más pervertida por el turismo. Pero en ese momento nos encontrábamos sin otra alternativa, así que decidimos visitarlos pero si tomar fotos. Hay miles y miles rulando por interné. Solamente queríamos interaccionar con ellos en su medio. Para poder visitar sus tribus es indispensable pagar un derecho de visita (200B. p.p.) y un precio por sacarles fotos (5B. por disparo) y se debe tener especial cuidado de no tratar de "robar" las imágenes porque si se es pillado podría surgir un gran problema!.
Al final, tras
recorrer durante más de tres horas (90 kilómetros) por pistas de tierra, que
puede resultar impracticable durante la época de lluvias, nos acercamos a uno
de sus poblados asentado cerca de la carretera, lo que me dio a pensar que están ahí porque saben que
los turista pasan en esa dirección.
En una distancia de entre 60 y 100 kilómetros de la base del Parque Nacional, sobreviven como pueden buscando terrenos fértiles para cultivar unos pocos acres de tierra. La sequía extrema ha hecho que les sea difícil alimentarse por medio de cultivo tradicional y el pastoreo. Aunque estacionalmente se dedican a la agricultura -sus principales cultivos son el sorgo, el maíz, las judías, los garbanzos y la miel salvaje-, ocupan gran parte de su vida cotidiana al cuidado del ganado y la caza, que también es una actividad importante. El establecimiento de parques nacionales ha restringido su acceso y ha amenazados sus recursos naturales. En el pasado, la economía de la comunidad se concentraba en el trueque y el intercambio de bienes, pero cambió cuando llegaron los turistas, ofreciendo dinero a cambio de fotografías.
Al bajar del todo-terreno nos sentimos observamos con miradas de desconfianza por un grupo de hombres con aspecto guerrero, armados con kalashnikovs, que parece haber sustituido a la lanza tradicional. Algunos llevaban colgados amuletos como colmillos de hipopótamo o de jabalí.
Al fondo contemplamos como las mujeres del pueblo al percatarse de nuestra llegada corrían a engalanarse y pintar sus rostros, a adornar sus cabezas con cascadas de bucles metálicos, bolas de colores, caracolas, algún caldero de fibra, tapones de botellas..., sus muñecas con pulseras metálicas y su brazos con todo tipo de adornos junto con el plato labial, quizás con la intención de mostrar la teatralidad ante los recién llegados.
El guía nos hizo una primera presentación de los componentes del poblado y explicó someramente los aspectos más interesantes de la comunidad.En una distancia de entre 60 y 100 kilómetros de la base del Parque Nacional, sobreviven como pueden buscando terrenos fértiles para cultivar unos pocos acres de tierra. La sequía extrema ha hecho que les sea difícil alimentarse por medio de cultivo tradicional y el pastoreo. Aunque estacionalmente se dedican a la agricultura -sus principales cultivos son el sorgo, el maíz, las judías, los garbanzos y la miel salvaje-, ocupan gran parte de su vida cotidiana al cuidado del ganado y la caza, que también es una actividad importante. El establecimiento de parques nacionales ha restringido su acceso y ha amenazados sus recursos naturales. En el pasado, la economía de la comunidad se concentraba en el trueque y el intercambio de bienes, pero cambió cuando llegaron los turistas, ofreciendo dinero a cambio de fotografías.
Hoy en día tienen serias dificultades para hacer frente a la nueva forma de economía, lo que resulta que muchos hombres consuman más y más alcohol.
Suelen cambiar regularmente de ubicación en muchas ocasiones por la proliferación de moscas tsé-tsé que constituye una gran amenaza para su ganado. Durante la migración, a veces dejan las chozas y a
veces las llevan consigo, siendo el trabajo de las mujeres el construir y
desmantelarlas.
Diezmados por la sequía, se
enfrentan a la hambruna y las guerras con comunidades vecinas, que consideran sus enemigos. Su existencia ha estado marcada por la constante vigilancia de su territorio contra los ataques de otros pueblos ganaderos, especialmente los Bodi y los Nyangatom. Estos enfrentamientos por la ocupación de tierras se ha vuelto más dramática desde la introducción de las armas automáticas en la región, que han sustituido a la lanza tradicional.
Los mursis son una de las tribus más feroces que quedan en el continente africano y lo pretenden expresar a sus visitantes a través de las pinturas faciales, los fusiles y su expresión desafiante y amenazadora. Solo se tratan con los suyos, no se mezclan con otras etnias, y siguen manteniendo conflictos con los pueblos vecinos, registrándose cada año numerosas víctimas mortales por disparos de sus AK-47, que cada vez más proliferan en la región.
El territorio Mursi se ha convertido en la principal atracción
turística de entre todos los grupos étnicos del Sur del país y esta tribu es sin duda la más carismática de
todo el Valle del río Omo, y hasta
hace unos años era imposible visitarles, dado que nada querían saber con el
mundo exterior. En la actualidad apenas superan en número las 4.000 individuos.
El poblado estaba formado con no más de diez cabañas construidas de materiales tales como paja, caña de río y ramas sobre un suelo de tierra mezclada con excrementos del ganado, su principal posesión material del que obtienen leche para alimentar a los niños y sirve de moneda de cambio los días de mercado. El ganado marca prácticamente todas las relaciones sociales significativas, especialmente el matrimonio, que se consolida y valida por el intercambio de animales. Los tienen acorralados entre ramas de arbustos a pocos metros de las viviendas. Hay que controlarlos bien no vaya a ser robado.
El poblado estaba formado con no más de diez cabañas construidas de materiales tales como paja, caña de río y ramas sobre un suelo de tierra mezclada con excrementos del ganado, su principal posesión material del que obtienen leche para alimentar a los niños y sirve de moneda de cambio los días de mercado. El ganado marca prácticamente todas las relaciones sociales significativas, especialmente el matrimonio, que se consolida y valida por el intercambio de animales. Los tienen acorralados entre ramas de arbustos a pocos metros de las viviendas. Hay que controlarlos bien no vaya a ser robado.
Al principio se nos
acercaban todas ella acicaladas porque querían ser fotografiadas: foto, foto!!, decían mientra
con sus dedos hacían el gesto de apretar el disparador. «Fai Birr, Fai Birr!!» (5 Birr). Los más
pequeños también reclamaban dinero: «birr, birr!!»…., o vendiendo los platillos labiales de
barro o los de madera de las orejas.
El orificio labial
se lo hacen con la punta al rojo vivo de un cuchillo y lo van agrandando
mediante la introducción progresiva de platillos desde 8 a incluso 20 centímetros de
diámetro en un proceso que dura años.
Para estas
mujeres sus pesados adornos de hierro y el gran plato labial que deforman su
aspecto natural son testimonios visibles de elegancia y prestigio. Dicen que estos
adornos se comenzó a utilizar para afear a la mujer y así evitar que los
negreros se las llevaran como esclavas, aunque está versión parece estar
desechada hoy en día. Parece ser que el plato labial es indicativo del estatus
social, siendo un orgullo mostrarlo en público, y en ocasiones especiales no se lo
suelen quitar si están cerca de un hombre. El tamaño del plato determina la
dote de la novia. Llevar un plato muy grande condicionaría que se pueda llegar a pagar hasta con
cincuenta cabezas de ganado!.
Me comentó el
guía que si a una mujer se le rompe el labio, difícilmente podrá casarse y quedaría
marginada para siempre. Parece ser que son las normas que ellos mismos se
imponen y acatan sin oposición.
No habían
transcurrido ni 15 minutos desde nuestra llegada y descubríamos que un pueblo
tradicionalmente guerrero y muy agresivo con las tribus rivales, tampoco era capaz
de ser amable con unos visitantes que solo querían conocerlos. Estaban todas sentadas en el suelo, en línea, esperando ser llamadas para la foto. Me pareció un espectáculo bochornoso.
Sabedores que la intención de los turistas es fotografiarles y que recibirán por ello una compensación económica que cada día les resulta más imprescindible para su subsistencia, y que nosotros no teníamos intención de sacar ni una sola foto, comenzaron las miradas de antipatía y malos gestos. Algunas de las más mayores hacían gestos con sus brazos como para que nos fuéramos. Les pareció poco recibir 800B. (más de 30€!!) en una visita que no duró ni media hora. Definitivamente estábamos ante personas ariscas, distantes, agresivas y poco hospitalarias.
Sabedores que la intención de los turistas es fotografiarles y que recibirán por ello una compensación económica que cada día les resulta más imprescindible para su subsistencia, y que nosotros no teníamos intención de sacar ni una sola foto, comenzaron las miradas de antipatía y malos gestos. Algunas de las más mayores hacían gestos con sus brazos como para que nos fuéramos. Les pareció poco recibir 800B. (más de 30€!!) en una visita que no duró ni media hora.
De vuelta a Jinka en ocasiones observamos al borde de la
carretera algunos jóvenes de la comunidad Karo, que destacan
por la caliza blanca que en ocasiones especiales lucen en sus cuerpos, bailando o en posiciones
llamativas para que nos detuviéramos y les sacásemos fotos. Esta comunidad habita principalmente en un extraordinario
paraje sobre la desembocadura del río
Omo, donde se encuentra construidos sus asentamientos.
Por la noche
fuimos a cenar al hotel Orit, en su jardín bajo enormes mangos. Luego planeamos la siguiente ruta: toca esta vez retroceder hacia Key Afer y visitar su día principal de mercado.El jueves por la mañana nos dirigimos en Minibús hacia Key Afer un pueblo de pequeñas edificaciones, no más de una planta, en la carretera principal, situada a 1.800mts. de altura, cruce de carreteras entre Jinka, Konso y Turmi (2h.) vía Dimeka (1h.30min.).
Pasaría desapercibido si no fuera por ser punto de encuentro de uno de los mercados multiculturales más
importantes de esta región, que se celebra a partir del medio día de todos los
jueves, a donde acuden semanalmente diferentes grupos tribales (Hamer, Banna, Ari, Arbore y Karo) para realizar sus transacciones y, de paso, reencontrarse
con sus familias y amistades.
Nos quedamos en la Pensión
Sami (250B.)
al borde de la carretera principal.
Tras desayunar acudimos al amplio
descampado donde se realiza el mercado para observar su apogeo pero aún era un
algo temprano. Los puestos fijos de madera y toldos de plásticos comenzaban a
montarse. Algunos preparaban las comidas que iban a servir durante el día. Por
el suelo, sobre trozos de plásticos o telas algunos depositaban grandes
bolsos con sus artículos en el interior, como diferentes tipos de
cereales y legumbres, y otros de ropa. Como el movimiento de gente era pausado decidimos
desplazarnos a otro lugar algo apartado donde se desarrollaba el mercado de
animales. La mayoría hombres, acuden a vender o comprar desde cabras, corderos,
vacas y toros. Es uno de los más animados de los que hemos visitado
hasta el momento. Las negociaciones se realizan con lentitud ya que llegar a un
acuerdo que les interese a las dos partes no suele ser sencillo. Cara a cara, y
animal de por medio, el cruce de precios es casi constante. Hasta que al final
acuerdan, se dan la mano, el comprador amarra su animal y se lo lleva. Así toda
la jornada.
Más tarde, volviendo nuevamente al
mercado, nos encontramos con Maite y
Christian saliendo de una de las cantinas.
Nos sentamos juntos en una de las mesas y decidimos beber Tejj, la cerveza local, con los paisanos, principalmente bannas y hamers. Momentos de plena diversión y
muchas risas con los diferentes miembros de las tribus en el interior del local.
No paraban de pedir y pedir botellas de tejj
(20B.).
Resulta llamativo
cómo los jóvenes, hombres y mujeres, asisten al
mercado con todo lujo de detalles decorativos, cargados de bisutería de vivos colores
en cuello y orejas, gruesos brazaletes de metal y todo tipo de adornos inimaginables en el pelo presumiendo
de sus encantos personales. Dedican esta jornada practicamente a coquetear, ya que es su día,
el día semanal en el que pueden lucirse, o conocer a posibles novios/as (o tener encuentros sexuales, que para eso son bastante liberales).
Aquí se evidencia plenamente que las
relaciones sociales en los mercados, como en todos, se alternan con la compra y
venta de todo tipo de productos.
Es habitual que los hombres lleven al
mercado un pequeño asiento de madera, llamado karaballe, que también les sirve como reposa-cabezas para descansar.
Concluimos el guateque acudimos nuevamente a su gran
mercado. El trasiego de gente era ya mas intenso. Mezclados entre la multitud,
algunos nos miraban hasta asombrados quizás por su recelo ante lo desconocido.
Una vez alcanzado el terreno pudimos observar que todos los puestos fijos de
madera con sus toldos de plásticos que cubren del incómodo sol estaban montados
y abarrotados de gentío.
Aquí también se exponen las más variadas
mercancías, desde verduras, hortalizas, sacos con diferentes tipos de cereales,
legumbres, frutas, hasta todo tipo de ropa, collares y figuras animistas de maderas,
incluyendo cantidad de artilugios chinos de plástico y aluminio, en un amplio espacio impregnado de
variados aromas destacando el olor a humo y mantequilla: son los puestos de
polvo rojo arcillosos que los Hamar, los Bannas y los Erboré compran para
dar color a sus peinados.
Estos grupos indígenas desde siempre han
intercambiado entre sí los granos de cereales, los alimentos (entre ellos el injera), el ganado o su telas, incluso
comercian con balas y en ocasiones con armas que utilizan principalmente para
cuidar de su ganado. Inevitablemente, al haber mejorado las carreteras a través
de toda esta parte del país, otros productos como la cerveza y el alcohol han encontrado su
emplazamiento en aldeas que antes eran lejanas o muy difícil de llegar.
El mercado es tremendamente colorido y
muy activo ya que se juntan varias comunidades diferentes a la vez. Para
nosotros se hace muy difícil distinguirlas (así como sus lenguas, que también
son diferentes!).
Acicalados con sus
prendas tradicionales y con la cabeza rapada desde la frente hasta la
mitad del cráneo, los banna lucen orgullosos
sus torsos desnudos. Algunos con cachivaches varios sujetos a sus rizos. Las féminas destacan por sus peinados de finos
bucles rizados, que consiguen una gran consistencia al ser cubierto con barro
de color ocre y rojizo, mezclado con grasas animales. Por el contrario muchas usan camisetas de
algodón muy sucias o rotas.
Los banna,
situados un poco más al sur, entre la frontera keniata, Key Afer y las orillas del río
Weyto, también practican la agricultura, aunque en un terreno menos
favorable, y la caza suple sus necesidades alimentarias. Se cree que puedan
habitar más de 40.000. Están estrechamente relacionados con sus vecinos, los Hamar, tanto en el lenguaje y la
cultura.
Una de sus ceremonias familiares más
importante es la llamada Dimi, para
celebrar la llegada de una hija a la fertilidad y el posterior matrimonio. El
padre de familia que ha pasado esta celebración se convierte automáticamente en
un "anciano". Cerca de 10 bovinos y más de 30 pequeños animales llegan a ser
sacrificados. También lo negocian con café. Los hombres y las mujeres se visten con
capas de piel de animales en la fiesta y el baile, y los líderes de la aldea
bendicen a la chica.
El ganado vacuno y cabras le dan leche y
carne, así como los cueros para ropa, refugio y esterillas para acostarse. También
muestran riqueza y prestigio: sin ellos, un hombre se considera pobre, y como en la mayoría de estas culturas indígenas no podrían casarse porque no tiene nada
que ofrecer como regalo de bodas.
Su duro entorno les obliga a ser semi-nómada, recolectan miel silvestre y durante
la estación seca, los hombres llegan acaminar largas distancias con sus rebaños en
busca de agua y pasto.
Agrupadas en otros lugares del
mercado encontramos a las mujeres arboré
las cuales se reconocen porque llevan medias calabazas secas en la cabeza que
le sirve para cuidarse del sol, pero que realmente usan para beber. También se
diferencian por cosas tan sutiles como unos pendientes de determinada forma, la
manera de llevar el cinturón de caracoles couris en forma de bandolera y la piel que
llevan de falda, por sus peinados con una belleza muy especial y la pintura
corporal usando colorantes naturales hechos de tierra. Se pueden confundir fácilmente con los Hamer, de costumbres muy similares.
Son animistas que creen en un Ser Supremo
creador al que denominan Waq, y que
su canto y sus bailes eliminan la energía negativa, y cuando esa mala energía se ha ido, los Arboré
prosperarán. Construyen sus chozas ligeramente ovalada.
Otra etnia con las que nos topamos aquí
fueron los Karo aunque en menor
cantidad.
Las mujeres por lo general, de pelo
rizado más corto, untado también con tierra roja y grasa animal, llevan una
gran cantidad de collares de colores alrededor de sus cuellos, usan un taparrabos
de piel de animal, se hacen cortes con cuchillos, principalmente alrededor de
sus pechos, estómagos y espaldas que luego frotan con pólvora para producir
cicatrices más protuberantes. Ellas aseguran que la piel escarificada de una
mujer tiene un atractivo sensual a los hombres, que la considerarán maduras.
Los hombres que en ocasiones se pintan de
blanco y también se infligen cortes a sí mismos para producir cicatrices tienen marcas pronunciadas que representan acciones valientes. Las cicatrices en el pecho indica que ha
matado con valor algún enemigo de las tribus rivales o dado muerte a un animal
salvaje. Cada cicatriz representa una sola
matanza. La escarificación, ya sea auto-infligido o natural simboliza el coraje o una citación al sexo opuesto.
Otro mérito otorgado a los valientes guerreros Karo es el derecho a llevar un moño de pelo gris y rojo de arcilla ocre y se insertan en él plumas de avestruz para completar la elegante apariencia. Ese codiciado moño con arcilla se renovará cada tres o seis meses, aunque lo pueden llegar a usar por un período de hasta un año.
Otro mérito otorgado a los valientes guerreros Karo es el derecho a llevar un moño de pelo gris y rojo de arcilla ocre y se insertan en él plumas de avestruz para completar la elegante apariencia. Ese codiciado moño con arcilla se renovará cada tres o seis meses, aunque lo pueden llegar a usar por un período de hasta un año.
Son conocidos por su intrincada y sorprendente pintura
corporal y facial. Se decoran sus cuerpos con polvo de tiza blanca encontrado
localmente, tierra de color amarillo, carbón y mineral de hierro. Un proceso
elaborado con diseños que van desde simples puntos y líneas finas a toscas pero relevantes, trazos con las palmas o los dedos o motivos de animales tales
como el plumaje punteado de la gallina de Guinea son algunos de los diseños que
hacen. Los niños también usan pinturas corporal cuando toman parte en las festividades y como un medio para identificarse como parte del clan. Tanto hombres como mujeres practican esta expresión simbólica y
ornamental, en un intento de parecer más atractivo para el sexo
opuesto. También se realiza en las ocasiones especiales.
Habitan principalmente a lo largo de las
orillas del río Omo (según la
tradición oral se instalaron allí después de seguir un toro rojo hace casi dos
siglos) y en gran medida dependen de las inundaciones anuales del río para su
sustento -al igual que los antiguos egipcios hace miles de años por
el Nilo-. Practican
predominantemente los cultivos tras las inundaciones, cultivando sorgo, maíz, frijoles,
cereales, algodón y caña de azúcar. También crían reses y completan su dieta con la caza y la pesca.
Todos los días desde el amanecer hasta la puesta del sol, ellas se dirigen a pie a los montes y a los campos circundantes a trabajar para mantener a sus familias, mientras los hombres del grupo protegen el pueblo de los animales salvajes como cocodrilos y otros depredadores, o simplemente se sientan bajo una cabaña y mastican tabaco.
Todos los días desde el amanecer hasta la puesta del sol, ellas se dirigen a pie a los montes y a los campos circundantes a trabajar para mantener a sus familias, mientras los hombres del grupo protegen el pueblo de los animales salvajes como cocodrilos y otros depredadores, o simplemente se sientan bajo una cabaña y mastican tabaco.
La mayoría de los hombres portan armas, necesario para proteger su ganado de los animales salvajes, aunque también simboliza su orgullo, ya que las armas permiten la protección no sólo de los individuos, sino también de su tribu.
Cuando son ricos (en ganado) y tienen poder fabrican opulentas cabañas pero los más pobres (tras perder sus riquezas) viven en chozas cónicas mucho más pequeñas. Cada familia posee dos chozas: una llamada Ono, la principal de la familia, y otra que llaman Gappa, que es el centro de las actividades del hogar.
En la actualidad, con una población
estimada en unos 1.500 individuos, la supervivencia
Karo está altamente amenazada. Sus costumbres sociales son similares a
los de Hamer y, como en el pasado, el control de la natalidad ha sido practicada durante mucho tiempo por los
ancianos en función de los recursos para la supervivencia del grupo. Aunque en
la mayoría de las tribus sólo se puede contraer matrimonio entre miembros de la
misma, existe una excepción: los hombres Karo pueden casarse con mujeres Hamar, esto es gracias a la gran relación que existe, desde años
atrás, entre ambas tribus, ya que hablan idiomas omóticos prácticamente
idénticos. Ambas son de la misma ascendencia y algunas de sus ceremonias y prácticas culturales sugieren una rica historia cultural juntas. Al igual que los Hamar,
practican el Salto del Toro, que
significa la mayoría de edad para los hombres jóvenes.
Un iniciado tiene que demostrar su
preparación para la edad adulta saltando con éxito las fila del ganado en seis ocasiones
seguidas. Los jóvenes exitosos que reúnan los requisitos para casarse se
ganan también el derecho a aparecer en lugares sagrados con los ancianos del
clan. Pero, un joven sólo podrá casarse si sus hermanos
mayores lo han hecho.
Al siguiente día se acercaron a la pensión varios jóvenes avisando que esa misma tarde se iba a celebrar un Ukuli Bula (o Salto de los Bueyes), un ritual que todo varón de la tribu Hamer debe realizar para pasar de la niñez a la edad adulta y así optar a poder casarse con una mujer en el futuro. Por 100€ nos conseguían transporte en dos motos con guías, derecho de entrada al poblado para observar la manifestación y fotografiar con el permiso de sus moradores. No lo pensamos muchos. Aprovechamos esa ocasión.
A medio día montamos en sedas motos de los guías y cogimos la carretera que va hacia Turmi y a los 10kms. aproximadamente la abandonamos por una carretera de tierra dirección Sur. Atravesamos montículos y ríos secos hasta alcanzar la zona habitada por una pequeña aldea.
Este tipo de ceremonia dura tres días, aunque fuimos principalmente a ver el salto, estuvimos algo más de cuatro horas: desde el recibimiento de los invitados de otros poblados, el convite a bebida local, cantos y bailes y finalizar al anochecer con el salto.
Aunque esta aldea era muy pequeña, apenas
cuatro chozas, los poblados Hamer
son muy extensos, y cada familia posee una cabaña y un corral para el ganado. Como
siempre se mueven en busca de zonas fértiles, sólo cargan pocas cosas
materiales y prefieren expresar su sentido estético en galas y decoraciones
corporales.
Cuando llegamos todos se estaban engalanando junto a unas pequeñas chozas de ramas preparadas para recibir a los invitados. Un lugar donde cobijarse del sol, comer
o beber, y por la noche poder dormir. Faltaba unas horas aún para el comienzo de la ceremonia y nos avisan que serán dos jóvenes los que quieren pasar la prueba. Vaya sorpresa.
Pudimos pasear tranquilamente por los alrededores y ver como se organizaban. Las mujeres con insólitos peinados sentadas a un lado en el suelo, además de destacar por su belleza se untaban el pelo con capas de polvos color ocre con un olor bastante fuerte a mantequilla, se ajustaban las faldas de piel con conchas de caracoles couris y una docena (o más) de brazaletes ajustados a los brazos.
Pudimos pasear tranquilamente por los alrededores y ver como se organizaban. Las mujeres con insólitos peinados sentadas a un lado en el suelo, además de destacar por su belleza se untaban el pelo con capas de polvos color ocre con un olor bastante fuerte a mantequilla, se ajustaban las faldas de piel con conchas de caracoles couris y una docena (o más) de brazaletes ajustados a los brazos.
En un momento apareció un pequeño grupo
de muchachas cargando viejos Kalashnikov
con los tobillos llenos de cencerros
comenzando unos bailes alrededor del perímetro de la reunión, saltando en una cadencia marcada por el ruido constante
de los choques de piernas. Al soplo de cornetillas avisaban que se está
celebrando el acontecimiento.
A lo lejos se observaba cómo llegaban otros componentes que venían de otras aldeas cercanas.
Durante mas de media hora los hombres se
pintaban unos a otros o incluso ellos mismos con bonitas figuras geométricas. Luego llegó
la parte secreta de la ceremonia. Teóricamente nadie que no sea miembro de la
tribu puede observar la escena. Los hamer
hacen un coro y en medio se colocan los casorios para un proceso secreto. Luego,
los jóvenes se reúnen y hacen sonar sus varas al unísono. La tensión ascendió cuando varias mujeres cercanas a los iniciados que van a realizar el salto se ponen delante de hombres miembros de la familia (maza) armados
con finas varas flexibles. Inmóviles y con los brazos en alto frentes al
"verdugo" esperan sin retroceder el azote en la espalda que les abren heridas sangrientas.
El hecho de ser golpeadas denota respeto
hacía el saltador y las cicatrices un mayor o menor estatus dentro de la tribu. Reunidas a corta distancia, las mujeres del clan seguirán sometidas a una sesión de flagelación voluntaria, una señal de apoyo para el
futuro iniciado. Frente a los maza gritan, y
si se niegan a golpearles, las chicas los insultan y los provocan como adición a su sufrimiento con el fin de mostrar a los
ojos del clan su lacerada espalda como prueba de su valor, y orgullosas de sus grandes cicatrices.
El Gobierno ha intentado erradicar esta práctica
sin éxito debido a la oposición de las mismas mujeres de terminar con esta
tradición. El espectáculo es duro, difícil de comprender y de soportar para
nuestras costumbres
Poco a poco, la
tensión descendía dentro del grupo, y pronto sería el momento de unirse a los
hombres. Mientras tanto, ya habían preparado a
los iniciados.
Cayendo la tarde comenzó el ajetreo. Trajeron
el rebaño de reses para el acontecimiento. Lo reunieron para escoger
las que van a ser saltadas. Una vez seleccionado el ganado es separado uno a
uno, hasta juntar unos 7 animales como parte de la ceremonia.
En la cultura de los hombres Hamer el “Ukulí Kulá” (Salto del Toro) es uno de los eventos más importantes
de su vida: consiste en la celebración del paso de la niñez a la fase adulta,
en la que el varón se convierte en guerrero y adquiere el derecho a casarse y
formar su propia estirpe después de pasar un periodo de adaptación. El muchacho debe conseguir saltarlos en
tres ocasiones, lo que significa que ya se encuentra preparado para elegir una
mujer y contraer matrimonio, de lo contrario jamás será un miembro
aceptado con todos los derechos en la tribu, ante las burlas del resto de mujeres. Esta ceremonia de paso de la
pubertad, es vital, pues la desgracia no solo recaerá sobre el miembro que no
consiga superarla, sino también sobre su familia.
Mientras, los varones se colocan en fila
frente al ganado, cantando y saltando, las chicas se ponen en frente como si de una
manera de enfrentar las miradas se tratase. A la señal saltan acercándose al grupo de los
chicos para luego retroceder. Es obvio que es un momento de interacción social
y todos están dispuestos a ampliar sus amistades.
De pronto, los dos
jóvenes aparecen desnudos ante su pueblo. En el centro del círculo en el que tiene reunido al rebaño inquieto e intentando separarse, las mujeres mayores como histéricas, friccionan a las
bestias, empujándolas para centrarlas. Algunos hombres entran en la escena y sujetan fuertemente a los animales por
cuernos y cola.
Es el momento que los
iniciados deben demostrar su valía bajo la atenta mirada de los mayores, y tomando carrerilla el primero saltó con ímpetu y caminó sobre las espaldas de
los animales. Éstos, inquietos, comenzaban a huir. La carrera de obstáculos
se repitió cuatro veces mientras una enorme polvareda se levantaba con la
agitación de los animales. Me comentaban el guía que sólo le sería perdonado una caída.
De la misma manera
saltó el otro joven, pero esta vez con menos animales porque ya habían escapado la mitad, alguno fue contra los curiosos, haciendo ademán de cornear a los
presentes.
Ya de noche concluyó la ceremonia del
salto. Los que se quedaban a dormir en las cabañas hechas de ramas comenzarían
a beber y a comer invitados por las familias. Al día siguiente seguiría la fiesta con mas bebidas y comida.
Fuimos invitados a regresar nuevamente el
día siguiente, que es cuando más asistencia hay pero pagando solamente el
transporte, pero ya no nos interesaba volver a verlo. Habíamos experimentado de
primera mano una tradición tan espectacular como ésta.
El territorio
Hamer, que se extiende al este del Parque
de Mago a las orillas del lago de
Stephanie, está delimitada al norte por territorio bana y al sur por la frontera con Kenia.
Los hamer
son el resultado de la unión de poblaciones de diferentes orígenes
étnicos, provenientes del norte, este y oeste de su actual territorio de
residencia. Existen datos comprobados de que a mediados del s.XIX ocupaban los montes del norte del
Lago Turkana, y que en ese tiempo ya
vivían de la agricultura, cultivando sorgo, mijo, alubias, calabazas, verduras
y tabaco, y de la ganadería como vacas, ovejas, cabras, asnos, y de la apicultura,
la caza y la recolección de frutos.
El atuendo femenino es espectacular.
Visten con vestidos o faldones de piel de vaca con incrustaciones de conchas, cuentas de vidrio de colores, con bandoleras de conchas de couri, y filas de
brazaletes en sus brazos. Las casadas
llevan en el cuello tres collares anchos, dos de metal y otro de cuero. Si el collar metálico tiene un resalte pronunciado
en la parte delantera indica que está casada y es la primera mujer (el
hombre Hamer es polígamo), lo
que le permite gozar de un estatus social muy respetado, y tiene el privilegio
de llevar el peso de la familia, su economía, la educación de sus hijos, y
participar de forma activa en la toma de las decisiones importantes. La
ausencia de ese tercer anillo indica que es una segunda esposa. Se untan el pelo también con una mezcla de barro
de color ocre y mantequilla -que les dan una consistencia característica-, y la
mayoría llevan cicatrices en la espalda y el vientre producidas por golpes de varas.
Los hombres al igual que las mujeres
practican la escarificación corporal, llevan un atuendo más sencillo (a
excepción del que usan para las ceremonias) y también lucen elementos
decorativos, como elegantes plumas de avestruz sujetas a un casquetes de barro -su rasgo más característico-, que suelen indicar un cierto estatus social -cazadores, guerreros…-. Son los hombres valientes que en su momento mataron a un animal
salvaje o a un enemigo, y se les concede el privilegio de llevar durante un año
esos complejos peinados. Rodeado de un corto taparrabos, algunos llevan
los muslos o las pantorrillas recubiertas de pintura de tiza blanca natural.
La abundancia de ganado determina su riqueza y por lo tanto el rango social que le permitirá extender
sus objetivos a varias esposas. Si antes del matrimonio, la libertad
sexual es total, el adulterio femenino es reprimido severamente
mientras que los hombres se dan regularmente relaciones extramaritales bastante
aceptadas.
Al nacer, cada niño recibe, además de su nombre, el nombre de una vaca -de los cuales hay más de veinticinco términos diferentes para describir el color del vestido-. Los padres tienen un gran control sobre sus hijos, que conducen el ganado vacuno y las cabras de la familia, y dan el permiso para que los hombres se casen, aunque muchos no lo hagan hasta que los treinta y tantos años. Las niñas, por el contrario, tienden a casarse a aproximadamente a los 17. El matrimonio requiere "el precio de la novia ', un pago realizado a la familia de la mujer, por norma general, compuesto de cabras, ganado vacuno y armas de fuego. En ocasiones el pago es tan alto como 30 cabras y 20 cabezas de ganado que podría no llegar a ser pagado en la vida. Uno de los efectos es que cada vez que una familia tiene una gran cantidad de ganado, los hermanos de la madre de la esposa reclamarán las deudas pendientes de la riqueza de la novia. Esto significa que los hombres no pueden permanecer ricos y hacer crecer su ganado ya que sería reclamado por otros. Si un hombre puede permitirse el precio de las novias, podría llegar a tener hasta tres o cuatro esposas. Las mujeres, sin embargo, sólo se casan con solo un hombre.
Aprovechando que el sábado es el día más importante de mercado (los martes acuden menos gente) en Dimeka, un pueblo a 28kms. de Turmi, y 50kms. de Key Afer, frecuentado en su mayoría por Hamer, montamos en un MiniBus que nos llevó hasta allí para visitarlo.
Al nacer, cada niño recibe, además de su nombre, el nombre de una vaca -de los cuales hay más de veinticinco términos diferentes para describir el color del vestido-. Los padres tienen un gran control sobre sus hijos, que conducen el ganado vacuno y las cabras de la familia, y dan el permiso para que los hombres se casen, aunque muchos no lo hagan hasta que los treinta y tantos años. Las niñas, por el contrario, tienden a casarse a aproximadamente a los 17. El matrimonio requiere "el precio de la novia ', un pago realizado a la familia de la mujer, por norma general, compuesto de cabras, ganado vacuno y armas de fuego. En ocasiones el pago es tan alto como 30 cabras y 20 cabezas de ganado que podría no llegar a ser pagado en la vida. Uno de los efectos es que cada vez que una familia tiene una gran cantidad de ganado, los hermanos de la madre de la esposa reclamarán las deudas pendientes de la riqueza de la novia. Esto significa que los hombres no pueden permanecer ricos y hacer crecer su ganado ya que sería reclamado por otros. Si un hombre puede permitirse el precio de las novias, podría llegar a tener hasta tres o cuatro esposas. Las mujeres, sin embargo, sólo se casan con solo un hombre.
Aprovechando que el sábado es el día más importante de mercado (los martes acuden menos gente) en Dimeka, un pueblo a 28kms. de Turmi, y 50kms. de Key Afer, frecuentado en su mayoría por Hamer, montamos en un MiniBus que nos llevó hasta allí para visitarlo.
Tanto vendedores, como compradores, son
miembros de las tribus Hamer,
Karo y Bana, aunque son los hamer
los que adquieren un especial protagonismo.
Los visitantes del
mercado proceden en muchos casos de aldeas alejadas más de 20kms., que recorren
a pie, y en algunos casos descalzos y con sus medias calabazas que les sirven de
casco para soportar el fuerte sol reinante.
Las mujeres, en su
mayoría hamer, venden por el suelo
todo tipo de pulseras y colgantes que sirven para exaltar su belleza y al
mismo tiempo coquetear con los jóvenes, disfrutando de un ambiente bastante distendido. No
en vano es el día en el que se comunican entre sí y mantienen sus relaciones
sociales. Los mercados del valle del Omo se convierten en un acto social al que todos asisten ataviados con sus prendas tradicionales.
También hay puestos de polvos ocres para el pelo, otros con vasijas de
barro, utensilios de cocina, figuras de madera hechas a mano propios de su etnia, sacos de cereales, sorgo, maíz, frijoles, caña de azúcar....
Desafortunadamente a
las pocas horas la lluvia truncó la parte final de la visita. Tuvimos que resguardarnos
y muchos puestos fueron recogidos casi al instante. Aunque más tarde saliera el
sol, ya no volvería a ser lo mismo pues volvió a llover hasta el anochecer.
En tiempos de lluvia
aconsejan acercarse a la orilla del río
Keske Grande -un afluente del río
Omo- dado que por allí pasan numerosos caminos y llegan la
mayor parte de los vendedores y compradores. Muchos de ellos viven en poblados donde escasea el agua, por lo que
aprovechan la visita semanal al mercado para lavarse en los charcos existentes
en el cauce del río. Sin complejos alguno se desnudan, en muchos casos de cuerpo
entero, realizan su aseo y de paso aprovechan para refrescar sus cuerpos después de un
largo camino y luego, debidamente acicalados, se dirigen posteriormente al mercado.
Aprovechamos antes
que anocheciera para volver al hotel en Key
Afer. Mientras cenábamos analizamos
los días que nos quedaban y hasta qué posibles destinos podíamos llegar. Tenía
en plan llegar hasta Omorate y
pasear por el río Omo para visitar
algunas aldeas cercanas pero nos aconsejaron desistir porque habría que
alquilar un 4x4 porque es difícil moverse y no hay
donde quedarse a dormir a no ser que se vaya con tienda de campaña y
provisiones.
Así pues, decidimos abandonar el Sur del país y comenzar y dirigirnos nuevamente a Arba Minch.
Se
nos acaba el viaje por el Sur de Etiopía. Llevamos 12 días y apenas
hemos podido ver mucho de esta parte del país. No podemos dedicarle más tiempo
si queremos estar el 30 de noviembre
en Aksun para ver una de las fiestas
religiosa mas importante de Etiopía.
Sin
duda alguna, si se quiere viajar por el Sur
de una forma económica, es decir el transporte público, hay que estar al menos
tres semanas para poder acceder con suma tranquilidad a los poblados que
habitan esta zona. De lo contrario, bastaría solamente con alquilar un 4x4 con
chofer y guía para hacerlo todo en 10 días como hacen la mayoría de los
turistas que hasta aquí se acercan. Y pagar muchísimo dinero, claro!!
El
Valle del Omo permanecía hasta hace
muy poco fuera de los lugares de acceso sencillo en Etiopia, porque sus carretera de piedra y tierra no era fácil de
atravesar, por lo que era obligatorio acudir a las agencias turísticas para
poder llegar hasta allí.
El
número de turistas está aumentando muy rápidamente y esta tendencia
probablemente continuará desde que las carreteras de todo el valle están siendo
pavimentadas, y es más accesible también durante la época de lluvias.
Sin
embargo, el turismo aquí es más evidente que en otras partes del mundo y sin
duda alguna el impacto se ha sentido con mucha fuerza en sus gentes que aún
detentan unas singulares tradiciones ancestrales. Es por eso que todo el
mundo quiere visitar esta parte del país.
En
su mayoría son turistas adinerados, de edad avanzada, que viajan en modernos
4x4 climatizados. Vienen por una semana y apuntan sus cámaras sin decoro alguno
directamente a las caras de esas personas que siguen viviendo como en tiempos
prehistóricos.
Y
todo lo que quieren el uno del otro es una foto a cambio de 5 Birr / 50cts.. Esto ha llevado a un agobio sin precedentes. El
"One foto, Five Birrs"
omnipresente es hoy día un negocio sin miramiento. Ambos se benefician a
su manera.
No
se puede pasear sin que alguien se acerque pidiendo ser fotografiado por dinero.
Desgraciadamente es la única interacción con algunos pueblos (Mursi, Dasanech, Arbore…) y las
visitas se puede convertir en un exasperante agobio.
Nunca
antes se había estado tan preocupado por la huella que dejan los turistas en
una región tan lejana. Es el choque completo de culturas. Es la vorágine fotográfica,
de presumir de viaje enseñando sus “trofeos”: ¡¡fotos, fotos fotos!!
El
circuito clásico fotográfico del Valle
Bajo del Omo que vienen realizando desde hace tiempo las agencias casi
siempre comienzan desde Addis Abeba
hacia Arba Minch (comunidad Dorze, Chencha y Lago Chamo) continúan hacia Karat-Konso (comunidad Konso),
Arbore (comunidad Arbore), Turmi (comunidad Hamer y
sus ceremonias del Salto de los toros), Dimeka
(comunidad Banna), Key
Afer (comunidades Banna y Hammer) y Jinka (comunidades Ari, Mursi, el Parque Nacional de Mago) y Omorate (comunidad Dasanech),
Muchas
veces las largas jornadas de 6 - 7 horas por día en el vehículo son
soportadas por turistas dispuestos a disparar sin ton ni son cientos y cientos
de instantáneas. De colocarlos en muchas ocasiones en línea como si de un
zoológico se tratara.
Al
pensar en el valle del Omo siempre
permanecerá en nuestra memoria:
Carreteras
de tierra y cientos de kilómetros de otras en construcción,
Grandes
rebaños de ganado omnipresentes en todas las carreteras,
La
enorme variedad de pueblos, culturas y formas de vida tradicionales,
Los
vecinos que recorren larguísimas distancias al siguiente pueblo o al mercado
semanal,
Mujeres
que llevan pesadas cargas a sus espadas durante horas y horas,
Los
Mursis fuera de sus aldeas comprando
y relacionándose apaciblemente en los mercados,
“Disfraces” para sacar
dinero a los turistas, y que para algunas etnias se ha convertido en una fuente
de ingresos como complemento para sobrevivir.
El mercado banna en Key Afer, donde a los
grupos étnicos le importaba poco nuestra presencia,
La
ceremonia del Salto de los Bueyes,
una atrayente experiencia, pero también dura,
La
falta de tiempo para continuar viajando más al Sur y navegar por el río Omo.
Nuevamente
en Arba Minch, haremos noche y
continuaremos el viaje esta vez hacia el Este,
con destino Harar. Intentaremos
llegar en guagua haciendo los transbordos necesarios y si que hay que hacer
noche en algún lugar estar preparado para ello. Las carreteras son un cúmulo de
sorpresas y por allí debemos pasar para llegar a nuestro próximo destino.
Mientras,
ordenamos las fotografías en un Cíber. Y las ideas.