domingo, 20 de noviembre de 2016

Viajando hacia el Sur ( I )

A las 04:45 de la mañana tomamos uno de los taxis apostados cerca del hotel. A esa hora, con poca luz, aún se veía gente deambulando fuera de los bares de la zona. Tan sólo era cuestión de negociar el precio del trayecto con el taxista hasta la oficina de Selam Bus (150B. por ser de noche) y en diez minutos estábamos en la enorme explanada de guaguas de esta empresa. Nos encontramos con alrededor de diez o doce guaguas de muy buena presencia, alineadas con carteles informando el destino. Casi todas bastantes nuevas, modernas y cómodas para los recorridos largos. Los horarios de salidas de la mayoría se fueron cumpliendo correctamente, excepto la nuestra que se retrasó media hora.
El trayecto en guagua hasta Arba Minch, aproximadamente 450Kms, (7 horas) fue bastante cómodo. A mi se me pasó bastante rápido entre cabezadas y ojeadas a través de la gran ventana percibiendo hermosos mosaicos de contrastes. La reiteración creativa que a través del cristal se percibía se transformó en una metáfora de la vida: con más suerte y menos suerte se entremezclaban la abundancia con la aridez, lo fresco y húmedo con lo templado y seco, las montañas con las llanuras; y simples aldeanos que aún viven de forma arcaica en chozas de barro entre sus cultivos o sus animales.
A menudo nos cruzábamos con individuos recostados sin preocupación en las cunetas o con pastores acompañando a sus ganados, ya fueran de cabras, vacas o mulas, , o posicionados con elegantes poses sobre lomas, completamente absortos en sus pensamientos observando a sus animales, y que son partes inapelables del paisaje.
La variación de tanta heterogeneidad son pequeñas piezas de puzzle lanzadas contra mi cerebro que trata de concebirlo todo.
Otra de las atracciones del viaje consiste en el circuito de obstáculos que ofrece la carretera, que hay que recalcar, está muy bien conservada. A golpe de claxon, y sin apenas disminuir la velocidad, en pleno acto intuitivo entre conductor y cuadrúpedos, unos y otros se van sorteando por escasos centímetros, da igual si es en recta o por curvas peligrosas, porque todos saben que tienen que hacer: apartarse. Camellos o asnos separados de sus grupos, rebaños de ovejas y cabras, algún que otro socavón, guaguas que van sorteando por su carril prácticamente lo mismo…… Se aprende en seguida a perder la desconfianza, simplemente ¡¡no mirando más!!
A cada paso por un gran poblado o ciudad el ejército o la policía detienen los vehículos para realizar un control somero a quienes viajan por esta zona del país. En ocasiones, hay que descender y mostrar credenciales.
Aunque por todo esto, el viaje se retrasa en el tiempo, lejos de ser una molestia se convierte en un descanso más. Los baños públicos están en medio de los arbustos.
Entre los verdes que colorea el paisaje destaca uno por su frecuencia e intensidad: el brillante y fresco de las grandes hojas de un banano que en Etiopía se conoce como ensete. Del tronco de este banano rojo de Abisinia, como también se llama, se extrae una pasta rica en hidratos de carbono que es la base nutritiva para un tercio de la población etíope. 
Al llegar a destino, frente a la oficina de la compañía muy cerca de la estación de guaguas, esperaban una serie de pseudo-guías ofreciéndose para visitar las principales atracciones de la zona: el Parque Nacional Nech Sar, el cual puede explorarse por carretera, en embarcación o a pie, el llamativo poblado de Dorze, a media hora en guagua, notorio por su inusual arquitectura tradicional construida desde hace cientos de años aún por su gente y famoso por sus días de mercado los martes y sábados, visitar los dos lagos (Abaya y Chamo ) donde habitan hipopótamos y cocodrilos, o pasear por los montes cercanos (de uno a tres días). Les dijimos que queríamos descansar y que ya lo pensaríamos. No sirvió de nada.
Uno de ellos nos aconsejó y acompañó al hotel Teruye, muy cerca de la estación de guaguas que por 200B. dispone de cama doble con ducha y agua caliente. En la planta baja hay un excelente restaurante. Tomé nota de su teléfono  y le dije que ya lo llamaría… “si eso”. Teníamos claro que no queríamos intermediarios.
Con una elevación de 1.300mts. Arba Minch se divide en tres pequeños asentamientos. El más antiguo pero menos interesante es Limat un poco más al norte que Sikela, donde hemos decidido quedarnos, la zona comercial y residencial, también la más activa y cómoda para los desplazamientos pues ahí se encuentra la estación de guaguas, y  Shecha, a 4kms., y un desnivel de 200mts., dirección Sur, la más tranquila, la más bonita, tiene los mejores hoteles, algunos bancos y ofrece unas fantásticas vistas a los lagos.
Esta ciudad está situada en el corazón de un área agricultural conocida por su algodón, frutas y producción de vegetales gracias a un moderno esquema de irrigación.
Una vez dejadas las mochilas en la habitación, la primera misión fue buscar la Asociación de Guías en Sikela quienes organizan paseos en barca de pequeño motor fuera borda por el lago Chamo. Queríamos pasear al atardecer por el lago para ver a los guji, una pequeña comunidad que habita este entorno de montañas de origen volcánico y pescan sobre sus frágiles canoas hechas con delgados troncos, acercarnos hasta la orilla del Parque Nacional Nech Sar para observar los movimientos a esas horas de las aves, y si nos cuadraba poder ver a los mayores cocodrilos del mundo que habitan en este lago.
Los precios que nos indicaron nos pareció bastante caro (más de 1.500B.). Aparte hay que dirigirse a la entrada del Parque Nacional que se  encuentra en Sikela para pagar el derecho de entrada (200B./p.p.) y regresar nuevamente al embarcadero en Shecha, donde se subiría a la embarcación. En vista de nuestra negación, uno de los guías llamó a “sus contactos” para intentar juntarnos con otros turistas que parece ser estaban interesados en realizar algo parecido a lo nuestro pero que al final resultó imposible porque se echaron para atrás. Quizás a la vuelta lo volvamos a intentar.
Aunque se puede acceder al Parque a pie es necesario contratar un guarda forestal (scout) para que acompañe durante el paseo que no es más lejos que hasta unas fuentes de aguas termales (3kms. por una carretera de tierra), que dan nombre a la ciudad (Arba Minch significa cuarenta fuentes).
Introducirse más al interior es necesario hacerlo en 4X4 (alquilable en el hostal Paradise Lodge) con chófer y guía.

Las principales atracciones de Arba Minch son:
- el Parque Nacional Nechisar, con un área de más de 500Kms. cuadrados, que incluye el lago Abaya, de un peculiar color rojizo que le da el hidróxido suspendido en el agua, el lago Chamo  con importantes colonias de pájaros, cocodrilos e hipopótamos (especialmente en el Cocodrile Market) y praderas, dominado por un denso bosque y matorrales. El parque es una de las maravillas del continente, donde los visitantes pueden observar Gacelas, Cebras y Babuinos. El Parque es también el hogar de muchas aves endémicas, incluyendo el Martín pescador, Cigüeñas, Pelícanos, Flamencos y Águilas pescadoras;
- el Cocodrile Market, lugar llamado así por el gran número de ejemplares que se pueden ver, a media a hora en bote desde el embarcadero de Shecha, en el lago Chamo, donde habitan los cocodrilos más grandes de África, así como una cantidad de hipopótamos y pelícanos. La mejor hora para ir a verlos es antes del ocaso, hace más frío y es el momento que aprovechan para alimentarse;
- la Granja de Cocodrilos, a unos 10kms. donde cerca de supuestamente 9.000 cocodrilos están esperando llegar a los siete años para ser convertidos en bolsos y maletas para el mercado asiático (?).
En vista de nuestro fracaso, nos dirigimos al mercado de Shecha, donde apenas había gente porque no era su día principal. Entramos en uno de los habitáculos donde nos habían llamado para pasar un rato con sus ocupantes. Entre café tradicional y charla disfrutamos de un agradable recibimiento por parte de los residentes. Mas tarde continuamos paseando por las calles de la zona en busca de nuevas sorpresas regresamos en minibús a Sikela, nos tomamos algunas cervezas en uno de los bares locales y al anochecer nos dirigirnos a un peculiar mercado nocturno que se instala en medio de una barranquera en el extremo oeste de la ciudad. Las luces de las velas y las linternas ofrecen un bucólico ambiente al conjunto de puestos asentados en el suelo entre enormes piedras. Principalmente se vende frutas, unas pocas verduras, injeras, carbón…
Nos sentamos en un altillo para observar el movimiento de gente. No tardamos en ser acompañados por los más pequeños del lugar. Algunos paisanos se sorprendían por nuestra presencia y nos avisaban del riesgo de pasear por ese lugar. Agradecidos de los consejos, pero no percibimos en ningún momento que estuviésemos inseguros en ese lugar, así que continuamos disfrutando enormemente de nuestra “aventura”.
El siguiente día fue para visitar su mercado que, aunque no era su día principal, tenía bastante asistencia. El acceso al mercado al principio resulta vistoso aunque sucio, con su travesía principal de ladrillos y los establecimientos, al igual que cualquier mercado africano, ordenados por habitáculos pero el resto, situados en la parte trasera, son casetas de maderos con plásticos para proteger del sol con todo tipo de verduras y frutas, condimentos, tubérculos…, los inevitables productos chinos…, ropa de todo tipo, tejidos tradicionales
Los vendedores menos afortunados, en pleno desorden, colocan por el suelo sus mercaderías sobre un trozo mugriento de tela o sacos.
Las mujeres, sentadas en el suelo exponen sus heterogéneas mercancías sobre telas, sacos de arpilleras trenzadas, alguna mesa improvisada. Otras, tan sólo con unas desojadas lechuguillas, un puñadito de tomates o algunos pocos pimientos secos, colocados simétricamente pues creen que de esa manera "le puede dar suerte", ya que es lo único que habrán podido cosechar en ese momento esperan impasiblemente poder venderlos y ganar unas pocas monedas con la que poder comprar otra cosa que le haga falta para llevar a casa.
Llamativo es observar a muchas mujeres mayores con una enorme fuerza de voluntad cargando sus cosechas a la espalda de un lado a otro del mercado.
Nuestro siguiente destino fue Dorze, a 25kms. de Arba en su día de mercado (jueves), una pequeña población (dorzes) de agricultores y pastores de cabras, vacas y toros con un tipo de vivienda tradicional muy particular en forma de colmena de hasta 6mts. de altura con techo cónico construida enteramente de material orgánico, como el bambú.
La guagua, que seguía hasta Chencha, nos dejó en el pueblo y nada más descender ya habían varios jóvenes esperándonos para ofrecerse de guía por la zona. Éstos actúan de guías para la Asociación de guías de Dorze que, aunque no son muy persistentes, insisten en acompañar al turista para explicarle tanto el mercado como la forma de vida en varias aldeas cercanas. Antes debíamos pagar el derecho de visita por lo que nos llevaron hasta una oficina que hay cerca del mercado.
Los extranjeros (farangis) estamos obligados al pago de un impuesto de 100B. por visitar el mercado en uno de sus días principales.
Como aún estábamos con las mochilas les dijimos que íbamos a dejarlo todo en el lugar donde nos queríamos hospedar, así que nos dejaron un rato en paz para poder acercarnos hasta el Family Lodge (300B./desayuno y baño exterior), a unos 1.000mts. del pueblo, donde nos hemos quedado varios días en una de las cinco chozas que disponen, construidas de forma tradicional como lo realiza esta comunidad, construidas enteramente de material orgánico, como el bambú y hojas de banano. Una cama es el único enser que se encuentra en su interior.
De vuelta al pueblo nos dirigimos al mercado para observar cómo se desenvuelven los habitantes de esta parte del país. El mercado, aunque pequeño, concentra desde el medio día a vecinos venidos desde hasta 30kms. para vender sus productos: modestos comerciantes con productos agrícolas de temporada como chiles o pimientos secos, un largo etcétera de hortalizas cuidadosamente dispuestas en telas mugrientas sobre el suelo, vendedores de pieles de vaca, sacos de carbón….  Aunque es poco lo que tienen para vender, toda la mercadería la arreglan como si fuera la mejor, en montoncitos, en pirámide, cuadrados o filas… para hacerlo atractivo al comprador. El marketing existe desde hace mucho tiempo y en todos los mercados africanos. O varios puestos donde se comercia con los «shama», los tejidos más representativos de los Dorze, algodón puro, hilados teñidos ya en madejas de colores, telares, sacos de carbón, porque los Dorze son reconocidos como expertos tejedores.
En otro lugar, unas ancianas matronas parloteaban de sus cosas mientras bebían el licor de la zona en unas calabazas o fumaban en pipa una especie de boñiga oscura de aspecto raro y olor extraño. Al fondo, un poco apartado de los puestos un enmarañado grupo, en su mayoría de mujeres, estaban reunidas en torno a sacos de cereales, en el lugar donde se reparte la Ayuda Humanitaria entre las familias con menos recursos. Son sacos que vienen de USA!!
Nos llamó la atención los "fumaderos" o puestos para fumar estiércol o algo parecido porque el tufo que hecha ese mejunje negro se le parece mucho. Nuestra cara de extrañeza les hacía mucha gracia a todos. Una especie de cachimbas con un tubo sirve para inhalar la extraña humareda. Se suele fumar acompañado, así que catadita a catadita la boquilla va rulando de boca en boca. Al menos en este mercado todos los fumadores eran gente muy mayor. O "muy quemados de la vida", por sus “arrugas”!.
El momento más simpático nos sucedió una vez concluido el mercado cuando los hombres se concentran en los Tej bet (o casas de Tej) para beber una bebida local fermentada de la miel (Tej) muy típico del país, que se sirve con un recipiente con forma de probeta (berele). Originalmente era un recipiente de barro pero ahora son de vidrio. Está buenísimo!  
Su composición en un recipiente es 1/4 parte de miel por 3 partes de agua, se mezcla bien y se le añade ramas de gesho (unas hojas que ayudará a fermentar la mezcla). Dos semanas después se retira el gesho, se deja el fermento en reposo durante otras tres semanas y el tej está listo para ser bebido.
Las mesas son bajas y compartidas, las botellitas en forma de probeta se rellenan de este licor de color amarillo y se venden a 10B., y vuelan!!. Es lo único que se allí se bebía. La música sonaba muy fuerte (como les encanta a ellos) aunque no baile nadie en ese momento, pero que lo hacen cuando tienen ese puntito simpático tras beber varios litros!!. Unas horas de bailes y brindis y mas y mas botellas. Lo bueno de todo es que al final no hay borrachera.

Al siguiente día los propios familiares de la pensión nos organizaron una visita por los campung (o grupo familiar) cercanos para observar como habitan y trabajan. La familia, cercana a los guías, invitan a entrar al interior de las viviendas y explican las funciones de cada habitáculo.
Una de las principales razones de visitar Dorze son sus chozas ahuevadas únicas, las cuales son levantadas hasta 6mts. de altura (casi como un edificio de dos plantas), construidas enteramente de material orgánico, como el bambú y hojas de banano (ensete), sin un pilar central que lo soporte, pudiéndose incluso trasladar de posición o lugar.
Grandes y majestuosas, cuentan con larguísimas paredes en las que se abren ventanas en la parte alta para que penetre la luz. El interior está conformado con una entrada que hace de pequeña sala de recepción, habitáculos para dormir, el ganado doméstico convive con la familia (mantiene por la noche el calor) que duerme en una especie de altillo, aunque ello conlleva compartir olores, pulgas y enfermedades. El mobiliario consiste en un fogón, utensilios de barro, alguna esterilla y pieles de animales en medio de la misma, aprovechando el humo para conseguir evitar las termitas, mantener el lugar seco y prevenir la putrefacción. Aunque es inevitable que las termitas se coman lentamente las maderas desde la base, ocasiona que la parte inferior se vaya recortando, resultando una choza cada vez más menguada durante los años. Varias chozas adjuntas, cuando las hay, son utilizadas de granero.
La principal ocupación, además de plantaciones de subsistencia: verduras, tabaco, especias...., es la manipulación del algodón. Los Dorze son reconocidos expertos tejedores: el grupo familiar tiene al menos un telar de algodón donde confeccionan el paño shama, una especie de túnica en la que se envuelven hombres y mujeres a la manera tradicional, con dibujos geométricos (primando el negro y el rojo); el gabbi (bufanda blanca de cuatro capas con ribetes (tibeb) que se lleva entre los hombros y la parte superior del cuerpo al igual que una manta ligera, siendo más cálido y más pesada, muy coloridas y en cada extremo tiene dos variaciones, una de sólo un color y la segunda puede tener muchos colores y dibujos); y la netela, una especie de bufanda de algodón muy fina y delicada, con la textura de una tela metálica, usada por todas las mujeres en Etiopía.  
Se puede usar de diferentes maneras. Para el uso general cubre espalda y hombros y el borde se dobla sobre el hombro derecho, pero para las actividades de la iglesia las dos capas de la netela se abren y el ribete pasa por ambos hombros. Cuando el ribete se usa alrededor de la cara o los hombros, es un signo de duelo, pero para la recreación o descanso el ribete se coloca sobre el hombro izquierdo. 
Cada familia tiene un acre de tierra, donde plantan el ensete, una especie de banano con una raíz comestible. La pulpa extraída del tronco de este banano la utilizan para la producción de kocho, una especie de pizza o pan tradicional, rico en hidratos de carbono.

Muestran la manera realizarlo: una vez extraída con un palo, la cortan y hacen trocitos hasta triturarla, la colocan entre dos hojas muy grandes de palmera y la introducen en un agujero para que macere varios meses. Cuando toca sacarlo la extienden en forma de torta (similar al maíz), al fuego sobre una plancha, y que servirá para acompañar a sus comidas. La probamos y no encontramos nada extraño en su sabor aún sabiendo cuál era su procedencia. Nos la sirvieron junto a un poco de miel local y una salsa picante, acompañada de un licor de alta graduación fermentado por ellos mismos (Araw). Ése es el momento que aprovechan para vender figuras y collares hechos por ellos.
 Por la tarde paseamos por la cima de varios montes hasta llegar a un punto de preciosas vistas sobre Arba Minch y las montañas cercanas. Pasamos también por diversas viviendas tradicionales de forma redonda (tukul) de barro y maderas con techo de rafia o metal corrugado. Muchos se alegraban de nuestro paso y los niños corrían hacia nosotros para pedirnos insistentemente lápices o dinero... Birr!! Birr!!.

El tercer día, sábado, asistimos en bus local desde el hostal donde la esperábamos al mercado semanal de Chencha, una población muy característica de la zona, a 8kms.
Chencha es la capital provincial y por ende mucho más grande, aunque bien podría calificarse como un pueblo grande. El mercado se encuentra cerca de la estación de guaguas en un amplio descampado. No deja de ser otro de esos característicos mercados africanos con puestos de estacas de madera y cubiertas de plásticos.
Éste es bastante más grande que los vistos anteriormente, nos pareció incluso hasta más colorido y con mucha más variedad de productos de la tierra. Congrega igualmente a la comunidad dorze.
La mayoría de los vendedores se encuentran por los suelos. Verduras, bananas, frutas tropicales, papas... y la zona de animales como cabras, algunas mulas, gallinas...
Cerca, una fila de sillas con su peluquero detrás, llamando a gritos, esperaban a los posibles clientes. Una hojilla partida a la mitad es suficiente para afeitar "a pelo". Que ruinada!! Por solo 10B. se puede experimentar el peligro!
Varios kilómetros antes de Chencha se encuentra la cascada Toro (30mts.) y aunque sabíamos que no ha llovido estos días quisimos acercarnos para verla y caminar un poco entre su espléndida vegetación.

La vuelta a Dorze la hicimos a última hora de la tarde. Al principio nadie nos daba información fiable de como regresar. No había guaguas con destino a Arba ni a Dorze. Todos nos ofrecían la opción de alquilar un mini-bus para salir de allí. Pero no me lo terminaba de creer, así que sólo era cuestión de esperar un poco, y a afortunadamente un busca-vidas" oliendo a alcohol, nos guió hasta la calle principal para indicarnos uno medio lleno que estaba a punto de regresar a Dorze. Sin duda alguna tuvimos suerte.

El siguiente día, tras el desayuno, regresamos a Arba Minch en guagua local para conectar más tarde con transporte hacia Karat Konso, nuestro siguiente destino dirección SurEn la estación de guaguas estuvimos cerca de hora y media esperando que el vehículo se llenara para poder salir, pues ya era algo mas tarde de lo normal para viajar.
El recorrido se nos hizo rápido a pesar que era constante encontrar rebaños de ganado por la carretera que esquivar. Ni se nos hizo aburrido ya que estamos descendiendo hacia el valle del río Omo mientras observamos zonas con numerosas plantaciones de maíz, sorgo…., aparecen viviendas tradicionales de adobe y ramas (excelente condiciones de aislamiento acústico y térmico debido a las características del material) con techos de paja y pequeñas construcciones de barro que se utilizan para guardar el grano (es el “hórreo” etíope).
Atravesamos una serie de pequeños ríos sin apenas agua, pero en los que corre se pueden ver a mujeres y niños aprovisionándose para beber y cocinar. En ocasiones hacen pequeños pozos cerca de la orilla para recoger el agua filtrada y más limpia. 
Otros aprovechan para enjabonarse y lavarse pero hombres y mujeres en lugares diferentes.
Karat Konso (Konso), puerta de entrada al Valle Bajo del Omo, se encuentra a 90kms. de Arba. Queríamos visitar algunos poblados tradicionales protegidos por elaboradas murallas de piedra, sus terrazas de cultivos sobre las laderas de las colinas, unos peculiares tótems de madera tallados que decoran algunas de sus tumbas y su mercado tradicional (lunes y jueves).
El pueblo Konso, una fascinante y peculiar comunidad que no destaca por una indumentaria colorida ni llamativa como sus vecinos más al sur, goza del privilegio de haber sido reconocido, junto a su territorio y sus particulares tradiciones, como Patrimonio Cultural de la Humanidad desde el año 2011.
Nos hospedamos en el hotel Family, justo en frente de la estación de guaguas (120B./ducha pero sin retrete, que se encuentra en un habitáculo, en la parte trasera del edificio).
Como llegamos algo más del medio día, nuestra primera misión fue buscar un guía local que al día siguiente nos enseñase los alrededores para luego asistir al mercado que comienza su fervorosa actividad a las 12.
Nos dirigimos al Centro de Información Turística para informarnos sobre las posibilidades que teníamos para hacer las visitas planeadas. A la entrada hay un cartel que indica los kilómetros y los precios de los diferentes tours por la zona.
Aunque estaba cerrado por ser domingo, en la puerta se encontraba casualmente un guía que nos dijo que trabajaba en el Centro como guía local. Vaya casualidad!.
Tras explicarle que queríamos hacer llegamos a lo que nosotros consideramos un buen precio:
por 800B. incluía su honorario, el obligatorio pago de la visita y nos conseguía un Bajaji (Triciclo de motor) que nos llevara hasta Gesergiyo (a 17kms. por una carretera sin asfaltar) para visitar primeramente los pináculos de tierra que tanto caracteriza a esta zona del país y de vuelta detenernos en algunos poblados como Mechelo y Dokatu, para observar la arquitectura de los diferentes conjuntos de viviendas.
El resto del día estuvimos paseando por el pueblo, poco atractivo, nos echamos unas cervezas en el hotel Konso Edge que tiene una amplia zona de terrazas y es lugar de encuentro de los guías que acompañan a los turistas. También se puede comer. Dispone de un menú bastante apetecible.

Al día siguiente, a las 8 de la mañana, volvimos al C.I.T. donde habíamos quedado con el guía y el Bajaji. Nos dirigimos primeramente, como habíamos quedado, hacia Gesergiyo. A pocos kilómetros de comenzar nos encontramos con el "mercado Chino" de Dokatu, donde los vendedores exponen a precios muy económicos toda una amplísima gama de productos chinos, lo que hace que se desplacen cantidad de gente en su día principal de mercado, que era ese mismo día. No nos detuvimos, ni falta hacía, continuando por una carretera de tierra que se desvía dirección Sur.
Pasamos por el poblado donde se encuentra el Bosque Sagrado de Kala y el lugar de residencia de un importante jefe, dentro de un recinto amurallado, y  la nueva Cooperativa del Café de Konso, que utiliza un método tradicional de secado para procesar los granos de café. 
Mientras continuamos el trayecto, el paisaje de tierra roja intensa se hace cada vez más espectacular y continuamente van apareciendo por los montes que vamos atravesando una serie de terrazas perfectamente trazadas y dispuestas para el cultivo. No estamos en época de cosechas, así que todo se encuentra en estado semi-árido.
Hasta aproximadamente mediados de 1960, las comunicaciones por carretera eran muy pobres, lo que contribuyó a que el pueblo Konso permaneciera aislado de la evolución social de otras partes de Etiopía.
Hicimos varias paradas para observar unas estructuras ceremoniales únicas: las tumbas de algunos vecinos que plantan al borde de la carretera (también en caminos o en los campos que cultivó el difunto). Sobre ella colocan imágenes algo abstractas de madera en un estilo sombrío y rígido, de enebro  o acacia, talladas de forma curvada (konso Waga).
Tradicionalmente son erigidas bajo una marquesina que proporciona sombra sobre la lápida de un hombre o un guerrero konso importante, rodeado en ocasiones de pequeñas estatuas de sus esposas, los enemigos derrotados en alguna batalla, incluyendo leones o leopardos, artículos que habían usado durante su vida. Son veneradas por su relevancia social o por el animal salvaje cazado.  Según nos contó el guía, una vez que la figura cae por cualquier motivo, no se vuelven a poner de pie, pues los Konso creen que un hombre sólo puede ser enterrado una vez. 
Su presencia, hoy día, es importante porque muchas de estas figuras han sido robadas para ser vendidas a coleccionistas sin escrúpulos. Sin embargo, la erección de nuevas wagas estás siendo también complicada debido a la influencia de los misioneros que se oponen a estas tradiciones ancestrales.
De creencias animistas, difieren de los pueblos que los rodean en muchos aspectos, algunos debidos a su aislamiento. Veneran la amistad, la solidaridad y la virilidad y aunque en otras épocas eran muy guerreros, actualmente aborrecen las reyertas y el derramamiento de sangre.
Los rituales asociados al culto de los difuntos tienen un papel fundamental en esta comunidad. La manifestación más visible de culto a sus antepasados con cierta relevancia o valentía, y al que veneran, son esas estatuillas.
Mientras asistíamos a las explicaciones se acercaron corriendo al lugar varios vecinos para pedir dinero si estábamos fotografiando la tumba. Aquí cualquier motivo vale para hacer negocio.
Los konso componen una población en toda Etiopía de unos 250.000 individuos, de los cuales un 87% viven en la región que estamos visitamos. Presentan unas singularidades que la hacen excepcional: sus aldeas están muy bien cuidadas, ordenadas y dotadas de fortificaciones defensivas de 3 o 4 metros de altura, en torno a las cuales se encuentran sus campos de cultivo en características terrazas (sorgo, trigo, cebada, algodón, maíz, girasol….), lo que garantiza su supervivencia. Son unos excelentes artesanos que dominan la carpintería, la herrería, la alfarería y la elaboración de tejidos. También son unos excelentes apicultores y su miel es apreciada internacionalmente. La recolectan en unas especies de nidos alargados hechos de hojas secas de banano Cada familia suele tener algo de ganado (bueyes, cabras y ovejas).
Nada más llegar a Gesergiyo se acercaron una retahíla de jóvenes ofreciendo con aburrida insistencia artilugios fabricados por ellos: collares, pulseras, piedras raras..., ya no sólo vendiendo sino también pidiendo lápices, monedas... Incluso se enfrentaron al guía pidiendo una cuota por acercarnos al lugar.
Este poblado es de interés sobre todo por la formación de pináculos de arena esculpidos por el flujo ocasional de agua  por una garganta normalmente seca. Se trata de un fenómeno natural magnífico e inusual. Dicen que una vez un turista americano comentó que se parecía a una hilera de rascacielos neoyorquino, y a partir de ahí han bautizado a este lugar como el “Nueva York” de Etiopía.
Concluida la visita retrocedemos y comenzamos a visitar diversas aldeas konso
Según nos adentrábamos en los poblados observamos una gran reiteración en las estructuras defensivas, único atributo para cada lugar y cultura. Por norma general, sus habitantes viven en el interior de murallas situadas en posiciones estratégicamente elevadas. Están rodeados por entre una y seis rondas de muros de protección, construidos con piedras de basalto local de diverso tamaño que llegan alcanzar alturas de hasta 4 metros y una anchura de entre 1-2 metros.
El guía nos fue explicando detalladamente cómo se las apañan:
Las aldeas se dividen por demarcación en las que se halla una casa comunitaria (mora): una edificación enorme con una planta baja abierta que se usa como lugar de reunión de hombres y niños, y un entrepiso cubierto. También hay lugares públicos donde se celebran reuniones y ceremonias.
Las viviendas unifamiliares construidas de madera y piedras están separadas entre ellas por estrechas callejuelas. A ellas se accede a través de una pequeña apertura que obliga prácticamente al visitante a entrar a gatas, lo que permite a su dueño saber si es un amigo o un enemigo.
Son cabañas circulares con techo de paja donde residen el cabeza de familia, el primogénito y la mujer más anciana. Tienen un pequeño huerto, un granero, un establo y pequeños habitáculos para las gallinas. 
Las terrazas de piedra que marcan las colinas del territorio Konso son el resultado de cientos de años de duro trabajo en la lucha por sobrevivir en este difícil entorno. Por lo general, en la mayoría de las aldeas, las paredes tienen dos o más puertas. Además de su función de puerta normal, cada una tiene un propósito específico para las ceremonias rituales. En algunas área se divide en dos sistemas de terrazas adyacentes, donde normalmente el primer piso está reservado para el ganado y el almacenamiento, y el segundo piso es ocupado por el pueblo.
Los habitantes no destacan por una indumentaria colorida ni llamativa.
Su estructura social se basa en la pertenencia a uno de los nueve clanes (Gada), en que se encuadra la sociedad Konso. Cada Gada cuenta con una autoridad religiosa que recibe el título de Pokwalla.
La niñez se puede extender según la fecha de nacimiento hasta las edades comprendidas entre los 8 y 25 años. Esto se debe a que la ceremonia de iniciación tiene lugar cada 18 años, es muy ritualizada y alcanza su máximo apogeo con la erección de un poste generacional instalado en un emplazamiento central (Olahita).  Contando la cantidad de celebraciones y multiplicando por 18 se puede calcular la antigüedad del poblado. 

Por la tarde nos acercamos al mercado, que comienza su fervorosa actividad a las 12, para ver la cantidad de gente congregada venida de muchísimos lugares cercanos para comerciar con los productos de la zona. Sin dejar de fluir gente de todas partes durante todo el día las calles estaban abarrotadas y no paraban el fluir de guaguas y mini-buses con enormes cargas en sus techos. Hasta cabras amarradas por sus patas.
La procesión de vecinos por las callejuelas que llevan hacia el mercado bloqueaban en ocasiones los accesos, entre ellas grupos de mujeres bastante mayores vistiendo sus exclusivas enaguas plegadas y coloridas, muchas de ellas con los colores de la bandera etíope (amarillo, verde y rojo) típicas de la zona, sepultadas bajo tremendas cargas de hojas o pastos agarradas con correas a base de plantas o cordajes que cortan profundamente la carne, sin  fijaciones amortiguadas como nuestras mochilas. ¿Cuánto tiempo podrían haber estado caminando por la carretera bajo este sol hasta llegar hasta aqui? 
El mercado de Konso ocurre siempre los lunes y jueves,  y en él se puede observar el comercio de bienes como los coloridos tejidos de algodón y mantas, así como té, mijo, tabaco, algodón, batata, aguacates, tomates, coles, tubérculos, incienso, sal, carbón.... También se encuentran figuras de madera y wagas en miniatura, pequeñas sillas y almohadas típicas de madera. 
La zona reservada a la carne cuenta con un gran habitáculo para matar y trocear los animales. Luego son expuestos sobre mesas hechas de listones de madera, bajo el sol y manoseadas sin cesar. Las moscas campan a sus anchas.
Los mercados de las aldeas Konso son una característica indeleble de su sociedad ancestral, y durante mucho tiempo han estado familiarizados con el uso de la barra de sal como moneda. La sal era la importación más importante en tiempos anteriores a la colonia, la cual luego fue cambiada por el café y productos artesanales.
Sin olvidar que los mercados son algo más que un lugar en donde se compran y se venden productos de todo tipo, es el centro de reunión social de los habitantes de las zonas más cercanas. Y me llamó la atención que, en su mayoría, aquí también son las mujeres las que alternan las labores comerciales, aprovechando también para ponerse al día con sus amistades más cercanas.
Mientras, los hombres se reúnen para beber en las barracas tradicionales que cuentan con solo con la luz natural que entra por sus ventanas o puertas. La oscuridad no importa en estos locales. Lo importante es beber e interaccionar con el vecino. La música también suena a muy alta resonancia. Aquí nadie bailaba. Solo bebían.