jueves, 15 de diciembre de 2016

Conclusión


Y de esta manera concluye el viaje por Etiopía que nos llevó 39 días visitando los lugares más interesantes que mejor pudimos introducir en nuestro itinerario.
Lo que nos ha quedado en mente de este país ha sido:
su belleza natural, su enorme diversidad cultural y una rica y sorprendente historia de glorioso pasado, así como muchos restos arqueológico que pocos países en el mundo pueden ofrecer en uno solo, pues la serie de descubrimientos paleontológicos, sobre todo en la región de Afar, en el norte del Valle del Rift, hace que sea casi seguro que Etiopía fuera el principal crisol de la evolución humana.
Viajar hasta aquí nos ha hecho descubrir:
a su agitada capital que en el fondo hasta nos ha gustado en las dos ocasiones que estuvimos; algunas tribus del Sur del Valle del Omo en pleno apogeo en sus mercados semanales; la ciudad musulmana amurallada de Harar riquísima en historia; la antigua y muy religiosa ciudad de Axum; los volcanes en ebullición en medio del desierto de sal; el espectacular trabajo de las iglesias rupestres excavadas en Lalibela; los castillos medievales de Gondar o el lago Tana y sus monasterios. Y no ha habido más porque nos ha faltado algo más de tiempo. 

En torno al Lago Tana

A la mañana siguiente, antes que amaneciera, fuimos en bajaji (20B.) a la estación de guaguas. Aunque encontramos transporte con facilidad, una guagua y dos Minibuses salían casi a la misma hora (75B.), esta vez tuvimos la mala suerte de subir a uno, oh, sorpresa!, al que no le funcionaba la batería. Tras varios empujones intentando arrancarlo pudieron ponerlo en marcha casi una hora más tarde gracias a que le prestaron otra batería de otro MiniBus. Aunque una vez en marcha volvieron a ponerle la inservible!.
Esta vez tomamos la carretera que lleva a Gashena, atravesando varios poblados con secciones de pista en plena construcción que haría que nuestro itinerario se retrasara bastante en el tiempo. Desde allí otro Minibús nos llevó a Woreta (100B.) y luego otro (60B.) nos dejó cerca de Meskel Square, en la zona llamada Piazza, junto al recinto de los castillos de Gondar.
Nuevamente, mientras Noelia se quedaba con las mochilas en una terraza de una cafetería-restaurante di unas vueltas por la zona en busca de habitación de hotel.
Por la terraza apareció un joven que tras hablar con ella le recomendó por 180B. el hotel L-Shape que se encuentra cerca del lugar donde estaban situados. Casi una hora me costó visitar varios hoteles, la mayoría sin disposición de habitación económica. Aunque encontré uno bastante asequible, tras considerar el precio decidimos ir al que le recomendaron, pero al preguntar el importe éste no era el que le habían dicho a ella. Al final pagamos 250B., lo mismo que me pedían por el que visité anteriormente. Ya estábamos ahí y allí nos quedamos.
Nuevamente en la calle aprovechamos para comprar el billete de vuelta con Ethiopian Airlines desde Bahir Dar a Addis Abeba (1.360B.) un día antes de nuestra salida del país. Teníamos claro que no íbamos a poder navegar por el lago Tana por falta de tiempo, así que decidimos emplear los pocos días que nos quedaba en visitar los castillos de Gondar y el penúltimo día del viaje parar en Bahir Dar, pasear un poco por el lago y visitar algún que otro monasterio que Noelia no tuviera prohibida la entrada por ser mujer.
En este momento del viaje decidimos tomar diferentes rutas por la ciudad y ver cada uno lo que considerara destacado.
Bien equipado con hoteles, restaurantes y bares, el centro compacto y peatonal es la Piazza, un lugar agradable para relajarse e integrase con los habitantes de esta ciudad. Gondar es el habitual trampolín para caminatas en el Parque Nacional de las Montañas Simien, a 120kms., algo más al norte, muy demandado por los turistas que hasta aquí vienen, o también para dirigirse al Lago Tana donde se pueden visitar una series de templos y monasterios, así como para navegarlo en un barco de pasajeros que va y viene de Addis Abeba una vez a la semana (desde Gorgora, a 65kms. de aquí, sale los jueves).
En esta ciudad conocida como “el Camelot de África” gracias a la impresionante colección de Castillos de piedra construidos por el emperador Fasil (reinó entre 1632-67), es un ejemplo único de arquitectura llamada estilo de Gondar, en el que sobre una base local árabe se han integrado las influencias del estilo barroco europeo, introducido por los misioneros portugueses y las técnicas arquitectónicas indias de la cocción de la cal, aportadas por maestros constructores llegados desde Goa (India).
Los castillos son esencialmente mágicos en sí mismos, se encuentren donde se encuentren, pero se revelan como especiales si nos los encontramos en un lugar como África, pues sus gentes se caracterizan por ser nómadas y, por tanto, no tienen en general construcciones antiguas. Todavía más mágico resulta si no hay un castillo sino muchos de ellos, y todos concentrados en una misma ciudad como aquí sucede.
La parte baja de la ciudad muestra en su arquitectura la influencia de la ocupación italiana de finales de los años 30. Piazza, la plaza principal en la que hay tiendas, un cine y otras edificaciones públicas de un estilo simple italiano moderno es claramente distintiva pese a las construcciones posteriores y el abandono en el que han caído. Las villas y los edificios de apartamentos en un barrio adyacente, que en su día dieron cobijo a los oficiales italianos de la ocupación, también son otro punto de interés para visitarlo.
Pasear por las calles alrededor de la estación de guaguas donde circulan los garis (carros tirados por un caballo) que transportan pasajeros o mercancía y observar a muchos etíopes vistiendo sus ropas tradicionales con los castillos de fondo, cualquiera podría sentir como si estuviera incluso viviendo en la Edad Media.
Gondar a 2.133mts. sobre el nivel del mar y bordeada por los ríos Angereb y Magech fue fundada por el emperador Alam Sagad  (o Fasilidas) en 1635 desarrollándose como una ciudad-mercado y agrícola. Por su posición estratégica en la cima de una colina que separan el lago Tana de las montañas Simien más altas y encontrarse en la confluencia de tres de las principales rutas de caravanas, fue capital de Etiopía hasta que Tewodoros II trasladó la capital imperial a Magadala tras ser coronado en 1855 como  emperador; en 1864 la ciudad fue saqueada y quemada, y nuevamente devastada en diciembre de 1866. Invasores musulmanes nuevamente la saquearon al invadir  Etiopía en  1887.  Gondar fue devastada de nuevo en 1888 cuando invasores sudaneses incendiaron casi cada una de las iglesias de la ciudad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas italianas de Mussolini hicieron en noviembre de 1941 su última resistencia en Gondar, después que Addis Abeba cayera ante las fuerzas británicas seis meses antes. El área de Gondar fue uno de los principales centros de actividad de la guerrilla italiana contra las fuerzas británicas hasta el verano de 1943
Por la noche nos perdimos buscando el Belu Fish Cafe, un conocido restaurante especializado en cocinar el mejor pescado de la ciudad, cerca de la estación de guaguas, que parece ser ya han cerrado definitivamente, así que terminamos cenando en una de las tantas cafeterías que se encuentran por la zona.
El siguiente día, domingo, lo dedicamos a visitar temprano las iglesias más activas de la ciudad, empezando por Gemjabet Maryam, junto al muro oeste del recinto Real Fasil Ghebbi y la iglesia Yohanis, cerca de la nueva plaza de los Jardínes Publicos, pero al encontrarnos en ambas con pocas personas orando decidimos ir a la más insigne, a Debre Birhan Selassie, una peculiar iglesia circular construida por el emperador Eyasu II, nieto del gran emperador Fasilidas, con una fachada de piedra repleta de preciosos murales, a diez minutos del centro en Bajaji. Aunque la iglesia es de considerable interés para los estudiosos de la arquitectura aksumita, es más conocida por las excelentes pinturas del s.XVIII que adornan cada rincón del interior. La entrada que los turistas deben pagar por visitarla es de 100B..
Un gran muro de piedra con 12 torres redondeadas que representan a los 12 apóstoles confina el inmueble. La torre 13, más grande (puerta de entrada), simboliza a Cristo y representa al León de Judá. En el interior, encima de una puerta, en el oeste de la pared de la iglesia, se puede observar la representación de la cola del león. Dentro, cada centímetro de espacio de paredes y techo está cubierto con imágenes pintadas y llama poderosamente la atención  las filas y filas de 80 caras de querubines alados en el techo mirando en todas las direcciones, que representan la omnipresencia de Dios, mientras que las paredes incorporan un conjunto de paneles que muestran escenas bíblicas y santos que celebran la vida de Cristo, la representación diabólica del infierno y las horribles muertes de mártires cristianos, Iconos de la Santa Trinidad  (tres hombres idénticos con halos), y la Crucifixión que tienen un lugar de honor por encima de las dos puertas, cubiertas con cortinas, de entrada a la capilla o Sacntasantorum, donde se encuentra una copia del Arca de la Alianza. Sobrevivió entera a la destrucción generalizada de los derviches sudaneses pero fue destruida mas tarde por un rayo. La iglesia actual fue reconstruida en la década de 1880.
Cuando los Derviches mahdistas del Sudán saquearon la ciudad de Gondar en 1888, quemaron todas las iglesias de la ciudad, excepto Debre Birhan Selassie. Según la leyenda local, cuando los soldados mahdistas se acercaron a la iglesia, un enjambre de abejas aparecieron de repente en el recinto obligándoles a huir del lugar, encontrándose el arcángel Miguel ante las grandes puertas de madera con una espada de fuego dibujado.
Asistimos al culto dominical junto a cientos de feligreses y una vez concluido descendimos a pie para conocer un poco esta parte de la ciudad que tanto nos había gustado yendo en bajaji, dirigiéndonos hacia el recinto real (Fasil Ghebbi), que se encuentra en el centro de la ciudad rodeado por una alta muralla de piedras de casi novecientos metros de longitud con doce puertas y dos puentes de entradas. Declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1979 junto con otros monumentos de la ciudad y sus alrededores, ha estado sujeto a considerables restauraciones desde finales de los años noventa. En su interior se agrupan varios edificios históricos -seis de ellos son fortificaciones-, construidos por varios emperadores entre los años 1640 - 1740, y entre los que destaca el castillo de Fasilades obra cumbre del estilo de Gondar.
Entramos por la puerta sur, pagamos el derecho de visita (200B.), ni siquiera dan un plano del recinto, y comenzamos a caminar a través de las ruinas: primeramente por la Cisterna de Agua, Baños de vapor y lo que fue una Cocina con techo abovedado, situados detrás del Palacio de Fasilades y del Palacio de Iyasu I donde poca cosa se puede apreciar por su estado decadente, seguimos hacia las residuos del Hall de los Banquetes, y las instalaciones de Almacenamiento y a la derecha la iglesia Alfin Giyorgis también en estado ruinoso.
Al fondo, el castillo Metenwab, el más impresionante y mejor conservado, su exterior decorado con cruces Gondarine es el último palacio que se construyó (ordenado por la consorte del emperador Bakaffa). Se trata de una estructura de dos pisos, que ahora se encuentra apuntalada, que realza principalmente su belleza como atracción decorativa del recinto y en el que no está permitida la entrada. En frente, lo poquísimo que queda de la escuela vocacional femenina construida por el emperador Mentewab que reinó entre 1730-1755, donde las clases incluían el tatuaje facial y el troceamiento de pollos.
A la izquierda se encuentra el Palacio de Bakaffa, construido por el emperador del mismo nombre durante su reinado (1721-1730) con una enorme Sala de Banquetes (el techo actual fue agregado por los italianos) e incluso unos establos; enfrente los Baños turcos (wessheba) construido por el emprador Iyasu I aconsejado por un médico francés para hacer frente a su afección de piel; en frente el Hall Dawit conocido también como “Casa de Canto”, en la que se llevaron a cabo muchas ceremonias religiosas, seculares y pomposos entretenimientos; a un lado las celdas de los Leones, abovedados y barrados, una construida por el Emperador Dawit III (reinó entre 1716 - 1721, acabando envenenado) y la segunda construida por Haile Selassie en la que tenían leones Abisinios en cautividad hasta 1990; al otro lado, el Archivo Real -la única sustancial reliquia del reinado de Fasil- que una vez fue un impresionante palacio decorado con marfil aunque ahora sólo quedan, tras el bombardeo británico durante la Segunda Guerra  Mundial, las paredes y la torre, al que se puede acceder por la parte de atrás subiendo por una escalera a un pequeño balcón con excelente vistas de los Palacios de Fasiladas e  Iyasu I, y la Librería rectangular del hijo de Fasiladas (Yohanes I) la cual fue retocada por los italianos en una renovación por cuenta propia -de hecho, todo el revestimiento encontrado en el recinto real fue agregado por ellos-.
Y llegamos a los edificios principales:
por un lado el Palacio de Iyasu I (construido por Yohannis I pero atribuido a su sucesor Iyasu I) el bastión más grande y mejor adornado con espejos, sillas venecianas doradas con pan de oro, marfil y hermosas pinturas que adornaban las paredes, aunque ahora es poco más que unos restos, ya que sufrió profundos daños por un terremoto en 1704 y el bombardeo británico en la década de 1940 que acabaron con el interior y la mayor parte del techo.
Y al otro lado, el Palacio de Fasiladas, el más antiguo de todas las edificaciones, con 32mts. de altura es la estructura más impresionante de su tipo en Etiopía. Fue construido con piedras, cal y mortero, tiene un aspecto bastante europeo, con fuerte influencia de los misioneros portugueses, pero también contiene algunos elementos indios y nativos aksumitas. Tiene un parapeto almenado y cuatro torres en forma de cúpula. Se accede por un empinado conjunto de escalones de piedra. Consta de recepción y comedor con paredes de sangría, con huecos profundos y símbolos tallados en bajorrelieve similar a la Estrella de David, un emblema de Etiopía desde el s.XIII.  La planta principal se utiliza como comedor y un área de recepción formal. Una pequeña habitación en la esquina norte cuenta con su techo de vigas original y algunos frescos en estado precario. 
Los pisos superiores - cerrado al público - incluyen una sala de oración con cuatro ventanas, cada una de las cuales mira hacia las iglesias más importantes de Gondar, torres altas de cúpula en cada una de las cuatro esquinas del castillo, mientras que una torre cuadrada central está coronada por una plataforma elevada en la cual se llevaban a cabo las ceremonias religiosas y fue desde ahí que se dirigió a su pueblo. Por encima de la habitación de Fasiladas, en la 2ª planta, estaba la torre de vigilancia, desde donde aparentemente era posible ver hasta el lago Tana
En frente, apenas quedas restos de lo que fue un Auditorium.
Una vez visto con suma tranquilidad todo, salimos del recinto. Unas cervezas por mi parte me vino muy bien en el parque que hay justo en la puerta de acceso al recinto Real.
Mientras, Noelia se dirigió hacia la Piscina de Fasil, a unos 2kms. al oeste de la Piazza.
Rodeado por un muro que cierra el recinto consta de una gran piscina rectangular que probablemente se usaba para sus refrescantes baños (en aquella época se recurría a chalecos salvavidas de piel de cabra infladas) aunque siempre ha sido utilizada para ceremonias religiosas como la vigorosa celebración del Timkat a la que asisten cada año decenas de miles de peregrinos vestidos de blanco, y un pequeño edificio anexo de dos plantas, arqueado y con almenas pudo ser su segunda residencia, atribuida oficialmente al emperador Fasil.
El lugar es muy tranquilo y especialmente agraciado por la frondosa vegetación que lo hace muy sombrío. Además sobre el muro han enraizado algunos árboles de tal forma que recuerdan algún templo de Angkor en Camboya
En la misma calle de la Oficina de Turismo se puede ver por fuera el palacio Ras Mikael Suhal pero no se puede visitar. 
Por la noche cené en uno de los restaurantes donde todos los atardeceres realizan en un escenario actuaciones con bailes y cantos tradicionales, e incluso representaciones teatrales.

Al siguiente día, a primera hora de la mañana, nos trasladamos a la estación de guaguas para tomar un Minibús (65B.) que nos llevaría rodeando el gran lago Tana por una excelente carretera hasta Bahir Dar, último destino en este país.
Desde la estación de esta ciudad hasta el hotel NGG (230B.) donde nos íbamos a hospedar no son más de 500mts. y otros tantos hasta el lago. Nada más dejar las mochilas teníamos en la habitación al primer guía interesado en organizarnos algo por los alrededores como visitas a algunos de los más antiguos monasterios e iglesias en el lago o el famoso Salto de Agua  del Nilo Azul (Tis Isat) a 35kms. aprox. de Bahir Dar, y durante el día fueron surgiendo muchos intermediarios más. Nuestra intención había sido desde el principio del viaje navegar durante varios días por este gran lago pero ahora con sólo día y medio en esta ciudad, teníamos claro cuál iba a ser nuestro cometido, qué visitar y de que manera, priorizando el observar la puesta de sol sobre sus aguas. 
Lo primero que hicimos fue desayunar en el restaurante Sky Café, una terraza situada en una primera planta con unas excelentes vistas sobre la amplia avenida Giorgis sombreada con palmeras y vibrátil tráfico, la iglesia San George (Bahir Dar Giyorgis) enclavada en un recinto arbolado y el exuberante entorno de la orilla sur del lago Tana.
El nombre de esta ciudad moderna deriva de esta iglesia que significa literalmente "San George en el Mar", una histórica iglesia frente al lago rodeada de altos muros de piedra, fundada por el emperador Amba Seyon. Entramos al recinto para visitarla pero las puertas de acceso al interior estaban cerradas, aunque el continuo paso de fieles que se detenían en la entrada para rendirle reverencias y rezos no paraba. La iglesia circular original fue destruida durante la ocupación italiana y luego reemplazada en los años sesenta por un moderno edificio cruciforme. El lugar alberga también  una Torre de piedra de dos pisos que recuerda arquitectónicamente los castillos de Gondar, habiendo sido construido con la ayuda un sacerdote jesuita a principios del s.XVII.
Al final de la avenida, en unas ramblas abundantemente arbolada con majestuosas jacarandás, palmeras, almendros indios y frangipanis que conduce directamente al lago, han instalado una serie de bazares turísticos donde se puede comprar productos locales todos los días tales como los famosos agelgil, un tipo de canasta de piel de cabra para el transporte del injera que han usado siempre los pastores o los shemma, el tejido tradicional para realizar los trajes blanco de mujer típico de las zonas del centro y norte de Etiopia. Se trata básicamente de una tela de algodón, de unos 90cms. de ancho, cortado en tiras largas que luego se cosen juntos.  También se vende vestidos, camisas, cuadros pintados, recipientes para el café, paraguas religiosos. O las mesab, unas mesas baja tejidas que se usan a menudo en los restaurantes tradicionales del café.
Una puerta de acceso al lago da paso a una pasarela que lleva hasta un restaurante flotante al cual hay que pagar varios Birrs por cruzarlo, nos sentamos en unos asientos frente a la orilla del lago donde sirven bebidas y algo de comida para observar el continuo movimiento de gente que hasta aquí llegan. Es el punto de reunión de los vecinos todas las tardes y también de los pseudoguías a la caza de los farangis para ofrecerles diferentes excursiones. Ellos, en estos casos, simplemente actúan como mediadores entre el turista y el dueño de la embarcación. A un lado se encuentra la Marina donde amarra el ferry que cruza todo el lago desde Bahir Dar hasta Gorgora, y luego habría que coger transporte hasta Gondar para continuar el viaje hacia el N..
Aparte de algunas canoas artesanales (tankwa) y lanchas para turistas, el único medio local de transporte lacustre es este viejo transbordador, el MV Tananich, que navega de Sur a Norte los lunes, y de Norte a Sur los jueves. En condiciones normales, el viaje duraría cinco o seis horas, pero este barco se detiene en los embarcaderos de varias islas, y así el viaje llevaría aproximadamente , si no se rompe, un día y medio, permitiendo observar el quehacer diario de los isleños. 
Seguimos el paseo alrededor del lago a través de un sendero con cantidad de árboles en flores de extensa gama de colores y olores, enormes jacarandás, almendros indios y un largo etcétera de florestas. En sus riberas abundan un montón de aves, que van desde los majestuosos PelícanosGarzas, vociferantes Águilas PescadorasMartín Pescadores y Milanos negros.
Vimos infinitas embarcaciones de recreo para pasear a los farangis, a gente bañándose en su orilla y otros pescando los pocos peces que hay. Lo que no vimos fueron pescadores, por ejemplo, arreglando sus redes o sus embarcaciones y eso nos llamó poderosamente la atención. Como si todos se hayan dedicado hoy día a pasear a los turistas.
Concluimos la caminata en el parque donde se encuentra el Grand Hotel porque sus vallas impedían seguir el trazado del lago.
De vuelta hablamos con uno de los mediadores que se nos había presentado nada más llegar al lago y que finalmente nos hizo contacto con un barquero para realizar un paseo por la laguna hasta el monasterio Debre Maryam y de vuelta ver la caída del sol (200B.).
Aunque desde el centro de la ciudad, siguiendo la carretera durante unos 2kms. hasta la orilla del lago, se puede cruzar en una tankwa, una canoa pequeña movida a remo que los habitantes de la región construyen con papiro, bambú y cuerdas, no tienen más de tres o cuatro metros de eslora y carecen de quilla, de manera que cuando van muy cargados se hunden en el agua hasta la borda. Sigue siendo la forma tradicional de navegación cuya antigüedad sea quizás más de 1.000 años. Solo duran unos cuatro meses antes de que el contacto con el agua los pudra, aunque hacer uno nuevo no lleva más de tres días. Los aldeanos las emplean para pescar y transportar lo inimaginable entre sus islas y Bahir Dar, la gran ciudad del lago.
Subimos a una barca a motor, atravesamos la orilla sur del lago y navegamos lentamente, hasta la localización de un grupo reducido de hipopótamos que habitan esa zona. Estuvimos un rato observándolos y continuamos el paseo navegando cerca de varios tankwas que estaban pescando. Sus aguas por esta zona tienen abundante pesca, sobre todo perca, pez gato y tilapia, y en las agrestes orillas abundan las serpientes pitón y mambas negra -una de las serpientes más peligrosas del continente-, algunas hienas y, en contadas ocasiones, leopardos.
El Lago Tana es el más grande de todos los lagos etíopes, con 75kms. de largo y 65kms. de ancho según las lluviasse extiende sobre unos 1.700mts. de altura sobre el nivel del mar y su profundidad nunca va más allá de los 14mts.. Es un lago tranquilo, apenas castigado por las tormentas, y cuenta en su interior con unas 37 islas e islotes dispersos por toda su superficie -aunque su número varía también según sea el nivel del lago-, que parece ser ha bajado varios metros en los últimos 400 años-. Treinta de ellas son refugio de algunas de las más antiguas iglesias y monasterios del mundo. La mayoría de estos monasterios son como “almacenes” de reliquias religiosas, sin embargo, algunas no están abiertas a las visitas de mujeres.
Dicen que los monasterios fueron construidos sobre enclaves religiosos anteriores alrededor del s.XIV y que en los monasterios aislados de estas islas se enterraron los restos de algunos emperadores etíopes. En la isla Tana Cherqos hay una representativa roca en la cual, según la tradición, descansó la Virgen María de su viaje de regreso de Egipto. Se cree también que habría estado el Arca de la Alianza, antes de ser trasladado a Aksum, y que el primer obispo etíope Frumentius, que introdujo el cristianismo en Etiopía en el s.IV estaría enterrado allí mismo.
Durante los s.XV  s.XIX, la zona fue elegida por los emperadores abisinios para establecer sus cortes, que en aquellos días eran itinerantes, cambiando de emplazamiento según escaseaba el agua y la caza, o cuando los bosques habían sido plenamente talados. Todo ese pasado de aventuras imperiales e incontables guerras han dejado sus rastros en el área que rodea el Tana y en el interior del propio lago. Es una huella no exenta de riqueza cultural, teniendo en cuenta que Etiopía es el único país del África subsahariana que cuenta desde siglos atrás con lengua escrita, el amárico, crónicas reales y leyendas trasladadas a libros con más de cinco siglos de antigüedad.
Luego de un rato de navegación llegamos al embarcadero donde se encuentra el monasterio Debre Maryam situado muy cerca de donde nace el Nilo Azul. El lugar es hermoso y evocador, con plantas de papiro en las orillas, cantidad de cormoranes, pelícanos y milanos negros sobrevolando el agua y muchos peces en su orilla. A ambos lados del embarcadero han instalado dos pequeños restaurantes con algunas mesas, sillas y un fogón donde freír el pescado (un plato de pescado mediano con algo de ensalada cuesta 40B. y los refrescos 20B.). Aprovechamos y les encargamos varios para comer tras pasear por la isla. Como ya estábamos harto de visitar iglesias nuestra intención era no entrar en ésta sino visitar su entorno. Un cartel indica los precios a abonar y como siempre son los farangis los únicos que pagan por la visita!
Así pues decidimos adentrarnos y observar la vida de los isleños. Nuestra sorpresa fue que al decir que no queríamos visitar el monasterio nos obligaban a pagar solamente por pisar tierra, y al no haber nada escrito sobre ello nos negamos a pagar esa "invención", y con la excusa de marcharnos y no comer en la tasca el propietario de ésta nos dijo que no había problema, que él se encargaría de solventar el barullo. Eso sí, mandaron al barquero que nos siguiera supongo que para que no nos colásemos en el monasterio. Que absurdo todo!
Una senda de unos 100mts. entre plantaciones y una serie de mesas llenas de productos turísticos que los pocos locales que habitan aquí tienen montado para los farangis, lleva hasta la entrada al monasterio. Sabíamos que sus pocos tesoros son algunas pinturas y objetos como copas, jarrones y sobre todo libros muy antiguos, auténticas filigranas sobre hojas de piel que dicen se conservan admirablemente bien. 
Por otro lado, tampoco pudimos ver mucho de la isla porque nos permitieron solamente ver la mitad. Es pequeña, varias casas de madera, algunas plantaciones, algunos rebaños de vacunos y poco más. 
Tras cenar apaciblemente a orilla del lago partimos en busca de la caída de sol pero desafortunadamente las nubes nos impidieron verla. Desde el agua se puede observar los enormes hoteles que se siguen construyendo en Bahir Dar brindando una idea inequívoca del enorme auge económico que está viviendo esta ciudad, lo que indica que crece perceptiblemente en altura desde que fue elegida como la capital de la región de Amhara y la enorme cantidad de turistas locales que vacacionan en esta parte del país.
Al día siguiente aprovechamos para visitar el Mercado, que aunque no era su día principal si que se veía bastante movimiento. El animado mercado central está más concurrido los sábados, cuando los habitantes de las zonas periféricas descienden a la ciudad. Así que poco movimiento vimos y no dejaba de ser otro mercado etíope más .
A medio día tomamos un bajaji hacia el aeropuerto (50B.), aunque nos dejó algo más de 1km. del mismo al tener prohibido el acceso este tipo de vehículo, así que lo recorrimos a pie.
El vuelo fue bastante agradable y nuevamente nos encontramos en Addis Abeba, la capital.
Tomamos un taxi que nos dejó en el hotel Wutma (250B.) en una pequeña calle por debajo del memorable Itegue Taitu donde nos habíamos quedado la primera vez.
Esta vez nos dedicamos a pasear ya con más tranquilidad, intentar encontrar algún recuerdo, comprar algo más de café local y confirmar en Internet la hora de salida del vuelo.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

COMER EN ETIOPIA

En este viaje no he comido en los puestos callejeros, como he hecho en otros países africanos, porque no los hemos encontrado. Es posible que la cultura culinaria italiana haya influido para que sean los restaurantes o bares los que sirvan en su interior las comidas. Sin embargo, si hemos podido observar puestos de frituras como Samosas, Papas fritas…, hasta de café, siendo lo más común en algunas esquinas y casi siempre cerca de la vivienda del vendedor o vendedora que lo cocina.
La gastronomía de Etiopía consiste principalmente en varios entrantes y platos de verdura o carne -normalmente un guiso-, o con salsas (wot) servido encima del injera, una especie de crepé hecho del teff, un cereal que se cultiva en el país. Se prepara moliendo en primer término el teff para hacerlo harina, ésta se convierte luego en masa y se deja reposar para activar la levadura natural que está presente en el grano. Finalmente, la mezcla se cocina en un horno de piedra, y el pan tradicional recién hecho está listo para comer.
Hay dos tipos de “wot”:
- Kai wot - de color rojo, elaborado con berbere, especias muy picante.
- Alicha wot - de color amarillento, elaborado con shirro, una base de puré de legumbres muy especiado.
El injera recién horneado se puede adquirir en mercados, en algunos comercios y en puestos ambulantes callejeros. Para encontrar el pan de mejor sabor y de más alta calidad, según el color, hay que dirigirse a un mercado o un restaurante.
Es bastante esponjoso y aireado. Es tan fundamental que reemplaza platos y cubiertos ya que la manera de comerlo es muy sencillo: sobre una especie de mesa redonda hecha de estera (mesob) se sirve el injera en una bandeja de barro (tri), vierten encima las raciones de alimentos a comer junto a la salsa picante de turno y cada cual arranca con la mano derecha un trozo (nunca con la mano izquierda), envuelve el alimento que está servido encima de la masa, y directamente se lleva a la boca. No hace falta mucha habilidad para envolver la comida con el trozo de injera.
Normalmente viene por partida doble: el crepé “sostén”, que es el que está abajo y hace de plato sobre el que se pone la comida, y los crepés extras, que se colocan a un lado con forma parecida a una toallita “enrollada” de avión. Cuenta una leyenda, de tantas que hay, que una vez un turista estadounidense pensó que ese rollo de injera era una “servilleta”, y se lo colgó del cuello de la camisa esperando el plato principal.
Antes de empezar a comer hay que lavarse las manos pues al no haber cubiertos son los dedos los que van a tocar la comida directamente. Para esto ponen un recipiente en el suelo sobre el que vierten agua para lavar las manos y una toalla para secarse. Este ritual se hace tanto en restaurantes como en todas las casas etíopes, y es de mala educación no prestarse a lavarse las manos aunque ya se haya hecho previamente.
Los etíopes son muy conocidos por sus gustos a los platos muy especiados y picantes, dando a nivel nacional gran importancia a condimentos como el Berbere, que es una mezcla de especias que sirve de base a casi todos los platos. Los platos como el doro wat, shiro wat, kik wat o dabo kolo deben su distintivo sabor a la mezcla del berbere.
La Mitmita es otra mezcla de especias a base de pimentón picante, cardamomo y otros condimentos.
Todas las recetas se basan en dos sabores: agrio y picante. Para nosotros ese agrio es sinónimo de fermentado, es decir olor a podrido, y por lo tanto no bueno para el consumo. Pero se puede consumir sin problema. Nosotros no tuvimos por ello en ningún momento problemas estomacales.

La cocina tradicional etíope no usa carne de cerdo ya que tanto la iglesia ortodoxa etíope como el Islam lo prohíben, pero sí comen mucho pescado (asa), especialmente truchas, percas y gambas. El pescado es delicioso, se prepara normalmente a la parrilla, aunque también se puede encontrar en salsa picante o acompañado de injera, verduras o arroz. La sopa de pescado es muy buena, pero muy picante. El país africano conserva una activa presencia de la cocina italiana entre su oferta gastronómica, como la pasta, herencia de los escasos tiempos coloniales.
Los desayunos ligeros (dabbo beu shai) suelen componerse de pan y te, al igual que de bollería, repostería y zumos, que son también excelentes.
La cocina etiope es exquisita y de preparación sencilla, pero por desgracia nuestra mala pronunciación de los nombres de las comidas y la poca disposición de los camareros (nada profesionales) a ayudarnos a entendernos nos privó de poder conocer otros muchos platos tradicionales. 
A lo que más acceso tuvimos fue:
Alitcha Wat - Guiso suave de carne, o vegetariano.
Asa – Pescado, que se prepara normalmente a la parrilla, rebozado o marinado con salsa picante acompañado de verduras o arroz.
Asa Gulash – Este plato se divide en dos, mitad del plato con deditos de pescado fritos en una salsa agridulce de tomate con ají molido, y otra mitad con arroz blanco. Típico de los pueblos que se desarrollan junto al Lago Tana
Asa Wat – Pescado servido con un guiso picante.
Atkilt Alicha – Vegetales sancochados.
Atkilt Beyainatu – Buffet de vegetales.
Berbere – Salsa picante hecha con más de 16 especias como pimientos rojos de cayena, pimienta blanca, pimienta de Jamaica, jengibre, clavo, cardamomo…. Las especias se muelen y se tuestan en una sartén. Luego, la mezcla se almacena en recipientes bien cerrados. La fuerza del berbere puede modularse, sustituyendo, añadiendo u omitiendo algunos ingredientes. Sin embargo, el fenogreco y la cayena son ingredientes de los que no suelen prescindir.
Beyainatu – Pequeña porción de varios platos del menú sobre el injera.
Dabbo - Pan al estilo europeo, sustituto del injera.
Dabbo Fir Fir – Pan troceado y mezclado con mantequilla y berbere en un plato hondo.
Derek Tibs – Carne de cordero frita y servida sin salsa.
Enkulal Tibs – Huevos revueltos con pimienta roja, tomate (tamatim) y cebolla (shenkurt), servido con dabbo. Usualmente para desayunar.
Kai Wat – Carne de cordero, cabra o ternera cocinada en salsa berbere.
Kitfo - Carne de ternera o cordero picadita y frita en una sartén con mantequilla y romero. Se sirve cruda (treo casi cruda (“Betam leb leb” para que quede muy hecha, al “estilo ‘faranji”, sin picante, aunque siempre pica algo). Se prepara cortando finos filetes de ternera y aderezándolos con mitmita. El mejor modo de saborear el kitfo es servido en cazuela de barro y comiéndolo con una auténtica cuchara de hueso. Este plato suele servirse con requesón (ayibe) como guarnición.
Kik Wat – Puré de alubias
Doro Wat - Pollo (muslo generalmente) en salsa con una base de sofrito picante hecha de mantequilla, cebolla y chile, sobre el injera.
Ergo - Yogurt
Fir Fir – Significa “trozos”. Si se pide un “fir fir de pollo” casi siempre sirven injera con un ala de pollo y en ocasiones un huevo duro.
Ful – Puré de habas, mantequilla y especias, servido principalmente en el desayuno.
Gomen – Espinacas picadas.
Kay Wat – Carne de cordero o cabra cocinada en salsa berbere.
Kotcho (u “Hocho”) – Crepé hecho de la pulpa del ensete (banano "falso") que se hace como el injera, pero la fermentación es más prolongada (hasta 3 meses bajo tierra).
Injera: Pan tradicional fermentado con forma de crepé, realizado a base de teff, un cereal básico en la gastronomía local sin gluten pero rico en proteína y hierro con sabor un poco agrio y amargo. Es el plato etíope más popular. Sirve de base a una serie de guisos. Después de hecha la masa se deja fermentar 3 días y después se echa en una fuente de barro plana y redonda de unos 40 cm. de diámetro previamente calentada al fuego (generalmente de leña), se sirve y encima se le echan diversos guisos de carne o verduras y se come con los dedos de la mano.
Kitfo - Filete de ternera crudo, o salteado con mantequilla, guindilla cayena y pimentón, acompañada de requesón y col verde fermentada.
Mar - Miel (Etiopia es el cuarto productor del mundo).
Messer (o Misr) – Curry de lentejas, cebolla, chilles y especias.
Misr Wat - Guiso picante de lentejas rojas.
Mitmita - Pimienta de cayena, cardamomo en polvo, sal y otras especias.
Nitir Kibbeh - Manteca sazonada con muchos condimentos.
Shekla Tibs – Carne frita en un bol sobre carbón.
Shiro – Mezcla elaborada normalmente con guisantes, lentejas, garbanzos, hierbas, alholva o fenogreco, cardamomo, albahaca, ajo y jengibre que son secados y molidos en polvo fino.
Shiro Wat - Guiso de lentejas y garbanzos, o puré espeso de lentejas o verduras. Se sirve habitualmente combinado con una selección de salsas y acompañamientos, como el berbere o la delicada alitcha, una suave salsa a base de carne, judías, ajo y jengibre.
Siga Arosto – Carne asada
Siga Tibs – Carne frita especiada.
Siga Wot – Carne sancochada
Sils – Puré especiado de tomate y cebolla, servido principalmente para el desayuno.
Tere Sega - Carne cruda servida con especias picantes (ocasionalmente llamado gored gored).
Tibs - Pedacitos de cordero o res salteados en mantequilla, ajo, cebolla, pimiento y a veces con tomate. Se sirve en un cuenco de barro con mucho aceite.
Quinoa - Grano rico en proteínas y minerales de gran valor nutricional. Suele aprovecharse en platos que utilizan mezcla de especias, o acompañarse de kale, un tipo de repollo de alto valor nutritivo. La quinoa se cuece en caldo de pollo, mientras que el kale se estofa y condimenta con berbere y otros condimentos. El plato suele servirse poniendo el repollo sobre la quinoa ya hecha y con verduras recién salteadas.
Yefigel Tibs – Carne de cabra frita

Bebidas

Areke - Licor artesano.
Bira - Cerveza. Las más populares según el lugar del país son Saint George, Kidus Giorgis, Meta, Harar, Dashen…. Hay que pedirla “betam cascasa bira” (bien fría).
Shai – Te azucarado
Tejj - Vino dulce de miel
Wuha - Agua (para pedir agua embotellada se puede pedir tanto Wuha como Ambo Wuha).

Los tipos Vinos que se producen suelen ser dulces, entre los que destaca el vino tinto Gouder o el Axumite, que se produce al norte, en Axum, aunque el vino etíope realmente es malo.

A destacar también los zumos (chemaki) cien por cien naturales. Algunos de ellos son tan espesos que hay que tomarlos con cuchara -una rareza en un país donde el 99% de los alimentos se come con injera-, como los de aguacate, mango, papaya, banana,... solas o mezclados en un mix de sabores con hielo picado (Spris) de lo más sorprendente, hechos puré en una licuadora con un chorrito de limón (lomi) y una pizca de azúcar (sekuar). Las tiendas de fruta fresca que las tienen en cajas o colgando en la parte delantera preparan los zumos en su interior donde hay mesas y sillas para disfrutar de sus extraordinarios sabores.
Las bebida refrescantes (Leuslassa) y el té (shai) también se consume en cantidad.

Y su aromático Café:
Para los etíopes es muy importante el consumo del café (lo toman a todas horas) y todo lo que conlleva. Antes que nada, y para refrescar el lugar donde van a beber, lo cubren de pasto sin importar que el piso sea de tierra o de losetas. El pasto se vende en fardos en los mercados aunque las familias más refinadas lo reemplazan por una alfombra verde de césped sintético. Algunas personas además agregan hierbas aromáticas y riegan el piso antes de empezar. Después queman incienso (etan) para que el lugar sea más agradable, y entonces la mujer (nunca hemos observado a un hombre preparándolo) generalmente vestidas con su traje tradicional comienza la Ceremonia del Café (yebunna afeulal), que no está diseñada para gente con prisa, ya que su preparación es muy lenta. 
Primeramente se lavan los granos de café (tare bunna) antes de tostarlos (o quemarlos) en una escudilla sobre las brasas de una diminuta cocina especial para ello. Luego los granos bien negros se muelen a mano en un mortero de madera o de piedra. Después el café y el agua se mezclan juntos dentro de una jarra de barro negro llamada yeubunna yeubeuna (los judíos de Etiopía tradicionalmente son los encargados de construirlas), la cual se coloca directamente en las brasas hasta que sale el vapor por el dispensador de la yeubeuna donde se coloca una especie de filtro que puede ser hierba seca para que no salga las borras del café. Finalmente se va a servir el café levantando la jarra con el brazo bien alto, haciendo que la bebida se vierta sobre un montón de tacitas ovaladas y sin asas, que descansan sobre una mesa baja cuadrada, casi siempre con un cajoncito donde luego se van a guardar las tacitas. Las tacitas suelen ser de lo más decoradas, pero hay un motivo que nunca falta: el león, antiguo elemento de la bandera etíope y un símbolo de orgullo nacional. 
Desde lo alto va cayendo la bebida mientras se van rellenando las tacitas, que casi siempre se desparraman, pero eso no importa. Y se bebe en tres tandas: arbol, la primera taza, se dice que es el más enérgico y el mejor -es la cepa más fuerte-, y se ofrece tradicionalmente a los ancianos del grupo; tona, se hace con los mismos granitos de café reutilizados así que es algo más débil –es el intermedio-, y es para los adultos; y bereka, que es el café más suave, para los más jóvenes.
El café resultante es oscuro, amargo, y por lo general se endulza con cucharaditas de azúcar. Si se hace bien, la yebunna afeulal es deliciosa. Sin embargo, las tazas sin asas extremadamente calientes y llenas hasta el tope son difíciles de manipular sin quemarse los dedos. O los labios.
En Etiopía se produce uno de los mejores cafés del mundo, no en vano es la cuna del café.
Aunque no es algo que se haga siempre, en muchos lugares se ofrece fendisha (roscas, o palomitas de maíz) junto con el café. Esta combinación de sabores me explicaron que, simplemente, “queda bien”. La experiencia es afectuosa tanto por el café como por la compañía, la hospitalidad y el esfuerzo que hacen al invitarnos a beberlo en sus casas, ofreciendo siempre lo mejor que tienen.
Etiopía es un país ritualista donde muchas veces importa más el formato que el contenido. El origen de ciertas costumbres no lo suelen tener muy claro y nadie da una respuesta cierta.
Parece ser que la ceremonia del café se hace tal cual para honrar y a la vez calmar a los zars, espíritus que viven entre las personas y tienen la capacidad de proteger, dañar o incluso poseerlas. Los zars son fuerzas de origen natural, y la hierba que se esparce en el piso es para hacer sentir a los espíritus como en casa. El sahumerio que flota en el aire es incienso, y también es una especie de ofrenda: se cree que el aroma complace y calma a los entes del más allá. Pero eso no es todo, el hecho de que el café se vierta desde tan alto, es porque a los zars más humildes les gusta beber “lo que salpica sobre la bandeja”. Casi siempre se sirve una tacita extra, es decir, es otra ofrenda para los espíritus, igual que la fendisha que se cae al piso.
El origen de estas creencias es obviamente animista, y aunque la iglesia Ortodoxa prohibió la ceremonia y trató de convencer a la gente que tomase té en lugar de café, el ritual volvió a ser incorporado en 1890, después de la expansión de los límites del país. Hoy, la ceremonia del café es una excusa para compartir entre amigos y aunque muchas veces se hace para agasajar a los invitados pienso que hay un significado mucho más profundo detrás de los detalles más simples y que, además, es siempre un cumplido hacia las fuerzas naturales que tienen un poder sobre nosotros, creamos o no.
También se toma el Café Macchiato, que es similar a un café con leche muy espumoso, y también el conocido Capuchino.

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