domingo, 11 de diciembre de 2016

Iglesias de Etiopía ( I )

Es indudable que visitar todas las iglesias y monasterios importantes de Etiopía es imposible al menos económicamente para un mochilero. Y si hablo de tiempo, se necesitaría muchísimos días de viaje. En la gran mayoría hay un tasa que pagar por visitarlas (algunas muy caras para lo que ofrecen), pero se trata de un precio impuesto por el gobierno etíope.
Cuando se visita el Norte del país estos edificios religiosos son ruta esencial para todo individuo interesado en la historia y cultura religiosa del país. 
Etiopía fue el único país de África que nunca fue colonizado por una potencia extranjera (a excepción de la invasión italiana de 1936). Sus tradiciones se mantienen desde al menos dos mil años.  Es también la segunda nación más antigua del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial después de Armenia, sin embargo fue el primer reino en adoptar el cristianismo -siendo una monarquía de origen israelí-, con una identidad cultural que viene desde los tiempos del Rey Salomón, en el s.X a.C.. 
Nos encontramos en un país de religión cristiana ortodoxa, obediente de la Iglesia copta de Egipto, rodeado por países de fe musulmana, ha mantenido su liturgia influida por el Islam y el judaísmo, casi intocada desde muchos siglos atrás. Tenemos muy en cuenta pues que estamos ante una civilización sumamente original, única y muy orgullosa de sí misma, que habita en el gran continente negro.
Mientras viajamos en guagua o MiniBús observamos que los pasajeros, y por ende sus habitantes, son personas muy caritativas, que constantemente dan dinero a los discapacitados, a los ancianos, a las personas sin recursos o sin hogar que entran pidiendo ayuda. En las zonas rurales, al pasar por iglesias y monasterios, los pasajeros tiran dinero por la ventana y los sacerdotes lo recogen.
De vuelta de la excursión por el Danakil, en Mekele conseguimos que Israel, un gestor de la agencia Magma Flow nos consiguiera a Noelia y a mi por 3.500B (140€) un MiniBus con chofer y guía para visitar varias interesantes iglesias al noreste del Tigrai, cerca de Hawzien
Parece ser que en los alrededores hay más de 140 iglesias y sitios arqueológicos tallados en la roca (la mayor parte de las iglesias-cuevas fueron cavadas entre los s.VII y XIV), monasterios, ermitas y antiguos emplazamientos sabeos y axumitas. Es característico que en muchas de estas montañas haya pequeñas y muy bonitas iglesias medievales a las que los habitantes de los pueblos cercanos suben para celebrar sus eucaristías.
Pero nosotros nos queremos centrar en unas pocas iglesias muy interesantes, visitando primeramente Abuna Yemata Guh, "la iglesia que toca el cielo", el lugar más inaccesible de culto en la tierra, situada en los montes de Gheralta, en lo alto de una de roca con una escarpada pared vertical que hay que escalar sin ningún tipo de cuerdas. Luego, la iglesia Debre Maryam Korkor, una de las más complejas iglesias talladas en la roca que se encuentra en una meseta en la cima de una abrupta montaña a 2.480mts. de altura, con unas magníficas vistas sobre las montañas de Gheralta.
Y Daniel Korkor, otra iglesia excavada en la roca decorada con pinturas primitivas, y majestuosas vistas sobre el Valle del Tigray.
La carretera que conduce al N. del país pasa a través de tierras de cultivo y de pastores que guían a sus animales sobre el suelo pedregoso y reseco de la zona, se desvía en Wukro dirección Megab, en el corazón de la región de Tigray, cuna del imperio axumita que dio origen a la actual Etiopía, y algunos de los sitios culturales e históricos menos conocidos del país.
El Valle de Gheralta es un mosaico de un mundo que vive al pie de unas montañas,con unas creencias y un modo de vida absolutamente rural donde participan todos los miembros de la familia. Se trata de una zona muy poco visitada pero enormemente interesante y hermosa. En esta región de montañas y cañones se hayan más de una treintena de atractivas y peculiares iglesias (s.VIIs.IX) talladas sobre paredes rocosas o en cuevas, la mayor concentración de todo Etiopía. Especialmente las iglesias rupestres talladas en lo alto de las montañas Gheralta, las cuales son mucho menos visitadas que sus homólogas en Lalibela.
El impresionante paisaje de la zona también es perfecto para caminar y practicar el senderismo, así como la observación de aves como águilas, buitres o algún que otro quebrantahuesos, que en otras latitudes casi están extintos, o el Ibis Jacana, llamada “Ave de los Acantilados”. Por ello el Valle de Gheralta, así como la zona de Metzogo, relativamente cercanas a la ciudad de Wukro, son fantásticos lugares en los que realizar hermosas travesías ante el deleite por cuanto se contempla, a la par que se conoce una cultura milenaria representada en legendarias iglesias excavadas en la roca; árboles centenarios imponentes o la observación de una amplia fauna. En cualquiera de las dos maravillosas zonas es imposible no detenerse para observar con sumo detalle su entorno y sus gentes, formando un todo con la región.
Llegamos con el vehículo a la base de la roca de Abuna Yemata Guh, una iglesia situada en una de las altas montañas de Gheralta a 8kms al sur de Hawzien y comenzamos el ascenso.
La primera parte de la subida es algo escarpada sin apenas dificultad pero luego se llega a la parte más abrupta y hay que comenzar a escalar. A partir de ahí hay que quitarse los zapatos porque entramos en lugar sagrado.
Como en esta iglesia pueden entrar las mujeres, esta vez Noelia puedo hacer alarde de su experiencia como escaladora sin necesidad de ayuda de los paisanos que intentan auxiliar fervientemente para ganarse algunos birrs de los turistas que no tienen la suficiente habilidad para trepar. Hay que meter los pies en pequeños agujeros en la pared al tiempo que hay que agarrarse con las manos a cualquier saliente que ayude a la subida, que a lo largo de los siglos han ido moldeando los sacerdotes y los peregrinos al trepar a la iglesia. No es muy difícil el acceso, sólo saber ver donde apoyarse correctamente.
Una vez alcanzada la parte alta, hay que rodear el peñón bien pegado a la pared. La iglesia se encuentra esculpida por completo dentro de una cueva entre las rocas del acantilado de piedra arenisca y se accede a través de un estrecha vía franqueada a la derecha por la pared de la montaña y por la izquierda por un precipicio que supera los 200mts. de altura.
Como prueba de fe, las familias realizan el ascenso llevando a sus bebés recién nacidos hasta aquí para ser bautizados, o para enterrar a sus muertos en la montaña.
Estamos en una de las más altas y más complejas iglesias del Tigrai.  
Nos sentamos a la entrada mientras el sacerdote sacaba un libro de facturas para darnos un ticket de entrada a cada uno por 100B..
Accedimos por una puerta de madera muy vieja a la pequeña iglesia tapizada con unas alfombras, y una vez adaptados a la oscuridad nos encontramos con hermosas pinturas originales en techos y paredes perfectamente conservadas (posiblemente del s.XV) que representan escenas de la vida de Abuna Yemata, de ángeles y arcángeles, la Virgen con el niño y otros santos.
Los arcos están decorados con imágenes y figuras geométricas y en la bóveda central del techo destaca dentro un círculo una pintura en tonos verdes, grises y marrones de nueve de los doce apóstoles, y más imágenes en las otras bóvedas. Todas las figuras son de corte plano con grandes rostros y ojos almendrados usando colores muy llamativos y de grandes contrastes.  El guía nos fue explicando todo acerca de las pinturas y la historia de la iglesia. Cuentan que en el s.V d.C. un sacerdote egipcio, Abuna (Padre) Yemata, se dirigió a Etiopía, se subió a la montaña e hizo esta iglesia en la roca. El sacerdote nos enseñó sus antiquísimos libros de oración hechos en piel de cabra con brillantes dibujos.
Etiopía, sin duda, es el hogar de algunos de los vínculos más antiguos del mundo del cristianismo, una tradición que tiene sus orígenes en la época del Antiguo Testamento.
Concluida la visita bajamos y a pie nos dirigimos durante aprox. 6kms. hacia el comienzo de la inmensa cadena montañosa roja, de colosal belleza, siguiendo el río seco mientras esquivamos enormes rocas, piedras y alguna que otra subida empinada que da acceso a la base del acantilado. Estamos por encima de los 2.000mts. de altitud, y aunque estaba atardeciendo hacía bastante calor. La primera parte del ascenso es muy empinada, aunque relativamente fácil, a excepción de una sección corta que requiere algunas habilidades de escalada, y gracias a que nos ayudamos mutuamente todos pudimos continuar la ruta.
Superada esta parte, poco antes de llegar a la senda que va hacia Debre Maryam Korkor, nos sorprende el sobrecogedor paisaje de belleza extrema con las espectaculares montañas rojas de fondo que hemos atravesado y en el que se observa en la lejanía el afloramiento rocoso en el que Abuna Yemata Guh se encuentra. Ha sido la mejor parte del recorrido.
Tras el gran esfuerzo que nos costó llegar a este punto salimos a la meseta, un paraje abierto que conduce primeramente hacia una cueva que fue una iglesia, ahora derruida y en desuso, de la que se dice fue un convento, y luego ascendimos en silencio por el camino de la ladera que lleva hasta la cima (2.485mts.) donde se encuentra la iglesia Debre  Maryam Korkor, tomando “la ruta de los hombres”, una vía más corta y que consiste en trepar por agarraderos y puntos de apoyo por unas paredes de roca con 60º de inclinación. También es posible tomar otra vía, “la ruta de las mujeres”, que es algo más larga y menos vertiginosa.
Recreándonos de la magia que ofrece también sus espectaculares vistas mientras avanzábamos, pudimos incluso observar algunos ejemplares de águilas e Ibis Jacanas, llamadas “Aves de los Acantilados”. 
El camino pasa junto al muro de recinto, por un lateral de la iglesia, y ahí se puede entender el término “excavada”, porque está metida literalmente en la montaña. Se accede por una entrada que lleva primeramente a unos escalones en la tierra, pasando por una campana de llamada sujeta con una cuerda a un tronco de un árbol reseco y se llega al frontis que dispone de dos puertas de acceso al interior del templo que se respeta rigurosamente: una para los hombres y otra para las mujeres.
Cuando llegamos no había nadie y el guía tuvo que ir en busca del monje responsable de abrir las puertas para nosotros.

Hay primeramente que descalzarse. El gran interior (9,4mts. de ancho, 17mts. de profundidad y unos 6mts. de altura) dividida en tres naves –en una de ellas se halla el altar- tiene sobre el suelo una serie de alfombras y tapices. Dispone de doce pilares cruciformes de gran belleza que corresponden al número de apóstoles de Jesús, con capiteles de soporte y siete arcos, destacando la disposición entre lo laborioso que pudo ser el realizarlo sobre la piedra de arenisca y el aprovechamiento de la forma de la montaña, donde ciertas simetrías parece más que imposibles. El pasillo de la izquierda es para que se sitúen los hombres y el de la derecha para las mujeres. Tiene una altura considerable, observándose el desgaste de la piedra, así como el deterioro de las pinturas murales antiguas -creen que pueden oscilar entre el s.XII y el s.XVII.-, envejecidas por el paso del tiempo, la falta de cuidado y por otras circunstanciasLa máxima representación son las pinturas de profunda cristiandad sobre sus paredes que dicen que posiblemente fueron llevadas a cabo por varios artistas. Las figuras son de corte plano con grandes rostros y ojos almendrados que recuerdan influencia bizantina o egipcia. Al estar aislados territorialmente, su estilo es naif, es decir, espontáneo y de corte autodidacta usando colores muy llamativos y de grandes contrastes. 
Las escenas donde está Jesús es el eje central, rodeado de San Gabriel y San Jorge con el dragón, historias representadas que lucen con orgullo, incluso da nombre a una de las cervezas más conocidas. Pero la que más llama la atención es una pintura de la Virgen María con un círculo alrededor del abdomen, que indica el desarrollo del feto de Jesús.
Lamentablemente se han ido perdiendo las escenas representadas sobre la pared a la altura de las personas que se apoyan, colocan objetos, etc.. ofreciendo un aspecto mugriento y desvencijado. El descuido de la misma salta a la vista. Las variaciones en los estilos de las pinturas hace creer que se ha realizado por varios pintores. La iglesia también tiene una amplia colección de manuscritos en pergamino y cruces.
Saliendo de la iglesia se encuentran varias sepulturas de monjes que han vivido aquí. La austeridad y vida espartana anacoreta de estos hombres que vigilan estos templos es absoluta.
Pasando por otra puerta del recinto se accede a la parte Este de la roca donde se disfruta de las magníficas vistas de las montañas de Gheralta, el valle que se extiende majestuoso, así como la llanura HawzienAlongarse es ver la pared vertical desplomarse hacia donde alcanza la vista. Un estrecho camino da paso a la pequeñísima puerta de entrada al templo de Abba Daniel Korkor. Como lo es el interior con sólo dos habitáculos. La estancia es sencilla, pero de una belleza única en un entorno también único. El techo de la antesala con cúpula está decorado con pinturas originales ocres sobre fondo blanco, con imágenes de la Virgen con el niño y otros santos.
Un hueco en la pared marca donde se sentaba el Abba Daniel para meditar.
Tras la cortina de la otra habitación se encuentra tapada bajo telares una réplica del Arca de la Alianza. Hasta ahí no permiten llegar una vez descubierta la cortina.
La vuelta la realizamos bajando un empinado y estrechísimo pasaje natural en la roca hasta el valle donde estaba aparcado el chofer con el Minibús en una pista de tierra. Ésta llega cruzando diferentes campos de cultivos, hasta Megab, y luego la carretera continúa a Wukro y de allí partimos hacia Mekele.
Ya de noche nos encontramos con una caravana de unos treinta camellos y burros por la carretera con la carga a cuesta y algunos hombres, que venían desde las minas de sal del desierto de Danakil a venderla a Gheralta, para luego regresar nuevamente al desierto, que se encuentra a nueve días a pie de esta parte del país. 
Una vez en Mekele, cenamos en un bar tradicional, de los tantos que hay,  situado en una de las callejuelas cerca del hotel.